Esta es sin duda la firmeza de la condena al golpe de Estado del 15 de julio realizada por Washington, los capitales europeos y la ONU. Incluso antes de que el fracaso sea obvio, se podía decir que el golpe fue probablemente dirigido en realidad por un sector del Ejército anti Erdogan y que no contaba con la aprobación de Occidente. Pese a un deterioro de las relaciones entre el presidente turco y sus mentores imperialistas por el Estado Islámico y sus acercamientos con la Rusia de Putín, no parecen estar dispuestos a dejarlo ir todavía.
En el pasado, si los militares hacían llover o que salga el sol sobre Turquía dependía del aval de Occidente. El primer golpe de Estado por parte de una fuerza armada se remonta a 1960. En aquel momento, en plena Guerra Fría, el Ejército derrocó al primer ministro Adnan Menderes, de centroderecha. Gracias a él Turquía entró en la OTAN, pero Menderes, que no tenía nada de izquierdista, quiso diversificar sus alianzas y previó un momento de acercamiento a la URSS. Esto fue demasiado para el Ejército y, en especial, para Washington.
Los militares volverán al centro de la escena en 1971. Estaba en juego una ebullición social y popular en un momento de ascenso de la lucha de clases y de las demandas kurdas. Con el apoyo de Washington, como en el Chile de Allende, los militares se hicieron cargo de la situación.
De todas maneras, el golpe no fue suficiente para parar la protesta social y política, extremadamente poderosa. El 12 de septiembre de 1980, los militares intervienen nuevamente, instaurando un régimen más represivo. Económicamente, orquestaron una verdadera revolución neoliberal en Turquía, al menos en sus premisas. A nivel político, más de 230.000 personas fueron sometidas a juicios, mientras la izquierda y los sindicatos fueron desarticulados. Para Erdogan resulta familiar.
Por ahora, a pesar de su acercamiento a Moscú y su imprevisión, aquel que sueña con ser el nuevo Sultán continua contando con el apoyo de los imperialistas. Pero no está escrito en ninguna parte que así sea durante los próximos meses. El golpe de Estado del 15 de julio y su fracaso son tanto una demostración de la capacidad de Erdogan para recuperar el control de la situación como así también de debilidades y contradicciones que socavan el régimen. Si hay algo más que agregar, Erdogan sabe que está en la cuerda floja. Esta es una de las razones para que la purga exceda a los sectores de Gülen. Probablemente, Erdogan todavía tenga en mente la famosa declaración de Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional entre 1977 y 1981 de Jimmy Carter, calificado entre los presidentes estadounidenses menos intervencionistas: “tanto para Turquía como para Brasil la mejor opción, por lejos, es un gobierno militar”.
Artículo publicado originalmente en Revolutión Permanente.
Traducción: Maximiliano Olivera |