Un 18 de Agosto en Woodstock cerró Jimi Hendrix uno de los recitales más importantes de la historia. 400 mil personas en cuatro días. Lo recordamos con el documental Woodstock 3 Days of Peace & Music.
Woodstock. 3 Days of Peace & Music no es uno más de esos documentales históricos armados como una yuxtaposición de diferentes momentos. La fascinación que genera fue producto del significado profundo de aquel recital de 1969; con una figuración casi directa de los acontecimientos que ocurrían a nivel internacional, de las luchas juveniles que acontecían en otras partes del mundo y por las que aquellas 400.000 personas estaban reunidas. Se esperaban 60 mil personas, pero todo desbordó. Lejos de ser una sumatoria de momentos era una continuidad única que encantaba con cada nuevo reportaje y con cada artista que se lanzaba al escenario a tocar.
Jimi Hendrix
Organizado por Michael Lang, John Roberts, Joel Rosenman, y Artie Kornfeld, el Festival de Woodstock se desarrolló en Nueva York entre el 15 de agosto y el lunes 18 de agosto, finalizando con el sonido de Jimy Hendrix. Para la revista Rolling Stone fue uno de los 50 momentos que cambiaron la historia del Rock and Roll, aunque también se tocó otros estilos como el funk, folk, country, etc.
Los rostros cansados de las personas que se sentaron en las 600 hectáreas de campo de Max Yasgur después de estar acampando varios días allí, aguantando lluvia, frío, calor y la pérdida de comodidades que garantiza la ciudad, no les quitaba el júbilo ni la sonrisa. Quizás fuera la marihuana o el LSD, o tal vez lo generaba la libertad de estar desnudos, aceptar sus cuerpos tal y como eran ante el resto de las miradas, el sexo, la paz expresada de contra la Guerra de Vietnam y el sentimiento de comunidad que se generaba casi como un apéndice desprendido del Mayo Francés, aunque lo más probable haya sido la mezcla de todo eso imbuido con la música popular de los artistas que tocaron como trasfondo de aquella generación.
Janis Joplin
En aquel campo, donde las comodidades materiales eran escasas, el lujo se dio, en especial, en el espíritu. Woodstock fue un encuentro con algo desconocido, pero a su vez muy familiar, en donde todos y todas buscaban lo que Richie Havens cantaba sobre el escenario: “Libertad, libertad”, convirtiéndose en un himno mundial.
Sin embargo, no todo fue tan sencillo. El pueblo de Bethel lanzaba: “No compren leche. Detengan el festival musical hippie de Max”. El Condado de Sullivan declaró estado de emergencia, aunque los comerciantes hicieron un buen negocio alimentando a los jóvenes. En la mañana del domingo, el gobernador Nelson Rockefeller llamó a los organizadores del festival y le dijo que estaba pensando en ordenar el envío de 10 mil tropas de la Guardia Nacional del Estado de Nueva York, aunque se abstuvo de hacerlo.
Daily News al comienzo decía en sus titulares: “Hippies sumidos en un mar de lodo”, como expresión de la campaña de los medios contra el festival, aunque por la queja de los padres de los jóvenes los reportajes se hicieron más positivos al llegar la cierre del festival, llegando al punto de que la revista Time lo definió como el "mayor acontecimiento pacífico de la historia".
Distintas voces en un mismo lugar
La composición heterogénea del recital, entre los que primaban los jóvenes estudiantes, expresaba también las contradicciones políticas del momento, aunque se sintieran como una familia. Allí había expresiones de “amor libre” y por otro lado propuestas de matrimonio desde los parlantes. Cuando las Fuerzas Aéreas enviaron asistencia al festival, algunos de los que pasaron a tomar el micrófono daban esperanzas sobre lo bueno que a veces podría llegar a ser el ejército: “Están con nosotros, no contra nosotros”. Aunque era el mismo ejército el que se lanzaba a atacar Vietnam, lo que la mayoría del público repudiaba, expresado en los aplausos y el coro ante el tema de Country Joe McDonald, que dice, irónicamente: “Vamos, madres de la región. Empaquen a sus chicos hacia Vietnam. Vamos, padres, y no duden en enviar antes de que sea muy tarde. Pueden ser los primeros en su cuadra en tener a sus hijos devueltos en una caja”.
Country Joe McDonald - I Feel Like I’m Fixin’ To Die Rag
Así, por otro lado, Abbie Hoffman, cofundador del Partido Internacionalista de la Juventud, una organización a la que se la denominaba “yippie” para diferenciarse del pacifismo del movimiento hippie, interrumpió el concierto de The Who para protestar contra el encarcelamiento de John Sinclair del Partido de la Pantera Blanca, que acababa de ser sentenciado a 10 años en la Penitenciaría del Estado de Michigan por dar dos cigarrillos de marihuana a dos policías encubiertos.
Por debajo del escenario, discusiones sobre las drogas, la revolución, el poder, el dinero. Se lanza la pregunta en uno de los reportajes acerca de por qué va la gente al recital: ¿Solo por la música? ¿Es tan importante la música? Y rápidamente se responde a sí mismo: “no”. Sin embargo, es de destacar que en la música se podía ver aldo de lo que sucedía en el mundo a nivel internacional. “La música siempre ha sido un gran medio de comunicación. Aunque ahora las letras y el tipo de música se involucran más en la sociedad que antes” se escucha en el documental.
Por dar otro ejemplo de cómo la realidad se expresaba en el escenario, Joan Báez, una de las mayores figuras en las canciones de protesta de los ’60, con el activismo político y social en los campos del pacifismo, los derechos civiles, los derechos humanos y la defensa del medio ambiente, dedicó la canción Joe Hill a su marido, David Harris, quien fue transferido a la cárcel del condado a una prisión federal. Su arresto, el 16 de julio de 1969, fue producto de haber rechazado el reclutamiento en la Armada y fue acusado de insumisión. “Esta canción es para un mitín político”, dijo, y comenzó a cantar con su estridente voz acerca de un activista obrero de la organización Industrial Workers of the World: “Joe Hill jamás morirá allí donde los trabajadores estén en huelga”.
Joan Baez – Joe Hill
Finalmente, aunque se decía que el recital “no tiene que ver con el dinero ni con cosas materiales”, la gratuidad del mismo fue posterior, producto del desborde de gente con la que se encontraron los organizadores, aunque ellos expusieran que lo hicieron para el bienestar de la gente, que era “muchísimo más importante” que el dinero, al igual que la música. Los jóvenes, tiraron abajo las vallas. El ticket para tres días costaba 18 dólares de anticipada y 24 en puerta (hoy serían más de cien dólares, nada barato). Lo mismo pasó con los artistas, todos cobraron por tocar: por dar un ejemplo, Jimi Hendrix cobró 30 mil, y Creedence Clearwater Revival, quien fue el primero en firmar contrato para el evento, accedió por 10 mil dólares. De todas formas, los organizadores no sabían si los beneficios serían iguales a los gastos (fueron 2millones de dólares aproximadamente), y sólo fue recuperado después con las ventas del documental.
El final de un comienzo
Aquello fue el comienzo, como dijeron en el escenario, “de ser capaces de ver esta cultura y esta generación separada de la vieja cultura y de generaciones anteriores. Ver cómo funciona por su cuenta. Sin policías, sin armas, sin palos, sin rollos. Todos colaboran y se ayudan entre sí, y funciona. No ha habido policía. No ha habido problemas. Si miran las estadísticas verán que esta gente, más de 300 mil personas, han vivido juntos en paz, amándose, queriéndose, necesitándose y deseando tener esta experiencia”.
Así nació “la generación de Woodstock”.