Los flujos migratorios y el crecimiento demográfico han hecho que el voto latino sea ya una variable en las elecciones norteamericanas. La disputa por el botín político entre los dos principales candidatos a la presidencia de EU pone en evidencia que el problema de la reforma migratoria es un mero acto de campaña.
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El voto hispano, es en su mayor parte un voto de gente de la clase trabajadora, en el último decenio ha demostrado ser de enorme importancia en un inicio en las elección interna demócrata en California y Texas. En estos momentos este peso se está extrapolando con gran jerarquía a la elección de la figura presidencial.
Relación México- Estados Unidos
Las distintas fases migratorias pueden ser rastreadas en los inicios del siglo XX con una pausa en los 20’s, durante el periodo del crack hasta los 40’s fue la etapa de las grandes deportaciones debido a la enorme crisis producto de la recesión económica. En medio de la Segunda Guerra Mundial hasta 1964 se da una reapertura del flujo migratorio con el programa Bracero.
De esta última fecha a 1986 se presenta un reflujo y un control migratorio, esta fase es conocida como el periodo de la indocumentación. De finales del siglo pasado hasta la crisis financiera del 2008, el flujo migratorio se mantenía con cierta disminución. La actual fase migratoria bien puede ser calificada como la era de la ilegalidad, pues con las últimas reformas hechas como la Ley Arizona SB 1070, aprobada en 2010, la cual otorga poderes discrecionales a los policías para detener a los inmigrantes “ilegales”.
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Para poder entender la relación México-Estados Unidos, hay que verla desde el punto de la política exterior. La política exterior es –escribe Trotsky- en todas partes y siempre, la continuación de la política interior, pues la dirige la misma clase dominante que persigue los mismos objetivos históricos. La relación México-Estados Unidos, es una relación de subordinación. Donde el país dominante impone sus políticas y el país subordinado pone la mano de obra, la oferta económica y paga los platos rotos.
En casi un siglo este grupo “minoritario” ha crecido a 55.2 millones de latinos, México con 35 millones de personas conforma el 63% de esta población, según Pew Research Center. Gracias al ascenso demográfico y a su cada vez mayor participación en la escena electoral, se vuelve en su conjunto, y por su composición y rol social al interior de la economía más importante del mundo, en protagónicos electorales.
En el caso de México, en el taller de estrategias de desarrollo para América Latina -señala Chomsky- EU encuentra que las relaciones con este país son verdaderamente positivas y que no las perturbaba el robo de elecciones, la violencia de Estado, la tortura o el escandaloso trato dado a obreros y campesinos. Con el Tratado de Libre Comercio, EU pretendió encerrar estos problemas en su interior y obligarlo a ceder ante la globalización-neoliberal.
Una vez impuesto el TLC en 1994 por Bill Clinton, éste mismo instituía a su vez la operación guardián, militarizando así la frontera mexicana. Bajo el discurso “no entregar las fronteras a quienes desean explotar nuestra historia de compasión y justicia” la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton estuvo a favor de esta medida, misma que llama a votar a este sector de la población.
Democracia de mercado
Las elecciones en los Estados Unidos son montajes espectacularmente grotescos, estos son conducidos por las enormes industrias de las relaciones públicas. En un inicio la democracia parlamentaria iniciada en Inglaterra y en Estados Unidos, las luchas obreras y populares habían ganado un enorme terreno en la participación política, en la medida que no era sometido por la coerción estatal.
La conciencia política desarrollada a finales del siglo XIX e inicios del XX, detonó al interior de las clases dirigentes la idea de que tendría que ser necesario controlar este desarrollo del conjunto de las aptitudes, opiniones y la participación política. El elemento importante era y sigue siendo, el controlar las elecciones.
Las enormes concentraciones del capital son quienes diseñan la arquitectura de la democracia burguesa estadounidense. En los Estados Unidos son estas concentraciones las que avalan los contendientes a la máxima representación del país, extrañamente los resultados casi siempre terminan determinados por los gastos de campaña.
En las últimas semanas los candidatos se han visto envuelto en diferentes escándalos que van desde las posturas xenófobas y misóginas de Donald Trump, como los correos que muestran el beneficio a la Fundación Clinton de cuando “Killary” era secretaria de Estado o de la campaña sucia a su contrincante interno Bernie Sanders.
La industria publicitaria, siguiendo la lógica de mercado, comprende que los consumidores se basan en el conocimiento de la adquisición del producto, en la realidad los anuncios publicitarios apunta a generar consumidores pasivos, que a su vez eligen irracionalmente su consumo. Estos mismos métodos que moldean a las sociedades modernas en sujetos de consumo, son los mismos métodos empleados para socavar la democracia, creando enormes canastas de votantes desinformados, quienes decidirán irracionalmente dentro de un marco de limitadas opciones, acordes con los verdaderos intereses de los dos partidos –repito- intereses de una clase dominante.
Hay que tener presente que ninguno de los dos aspirantes, pese a la enorme campaña publicitaria que han levantado, logran ser del gusto general del pueblo estadounidense. Ni a los republicanos, ni a los demócratas les agrada la idea que Donald Trump llegue a la presidencia, es por eso que llaman a votar al candidato que pueda mantener la estabilidad política y económica. Llaman al voto útil, llaman a votar por el mal menor.
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El voto latino se vuelve un botín político, ante las elecciones de hoy, ambos candidatos –Trump con mayor notoriedad- han suavizado su discurso en temas como la migración y han volteado hacia los afroamericanos, la población hispana, y con cierta particularidad por parte de Clinton con un discurso pseudofeminista, a las mujeres.
Ganar los votos de las minorías puede ser decisivo. Recordemos que en su visita a México en 2013, el actual presidente de EU aceptó que el voto latino –mayoritariamente mexicano-estadounidense- fue decisivo para su reelección.
El hecho es que existe una enorme inconformidad, principalmente de los trabajadores desempleados estadounidenses, que no se solucionará con la llegada de uno de los candidatos a la presidencia.
La situación de los migrantes sigue siendo una situación que no tendrá solución dentro de un sistema social que depende de la creciente desigualdad y de la precarización del trabajo. |