Una de las premisas de las que parten los defensores del “status-quo” capitalista es la igualdad de oportunidades de todos los jóvenes para acceder a una formación superior y poder subir en la jerarquía laboral hasta acceder a los puestos de trabajo con mejores condiciones. Bajo este “mantra” se justifica implícitamente las malas condiciones de trabajo y los salarios de miseria que sufre la mayoría de los trabajadores: si no tienes un buen trabajo es porque no te has esforzado lo suficiente, ya sea en estudiar o en “emprender”.
El ascensor social que no ha funcionado
Nada más lejos de la realidad. Las estadísticas del propio Ministerio de Educación muestran como el hecho de alcanzar los estudios universitarios está fuertemente condicionado por el entorno social del que se proviene. La publicación ¿Universidad sin clases? Condiciones de vida de los universitarios en España nos dice que “los padres que son profesionales de nivel medio-alto* representan alrededor de un 74% de los progenitores de los estudiantes [universitarios] (...) La sobrerrepresentación de estos padres contrasta con la infrarrepresentación de los padres pertenecientes a la categoría cuello azul**, que no suponen más que uno de cada cuatro progenitores”.
La desigualdad es evidente si tenemos en cuenta que los profesionales de nivel medio-alto representan el 26,9% de la población ocupada masculina entre 40 y 60 años. Y los llamados “trabajadores de cuello azul” el 47,8 %. En el caso de las madres de los estudiantes universitarios la diferencia es mayor: las que son “trabajadoras de cuello azul” representan el 17% y las de nivel medio-alto el 79%.
Queda claro que la movilidad social, el ascensor social, simplemente no funciona. La educación reproduce las desigualdades existentes. La oportunidad formal y legal de poder escalar en la posición social sirve como justificadora de una realidad que impide en la mayoría de los casos ese ascenso. El entorno socioeconómico condiciona de manera decisiva no solo la trayectoria académica. Las oportunidades laborales con una misma formación varían mucho dependiendo del entorno socioeconómico teniendo en cuenta que el 45% de las personas encuentra trabajo a partir de contactos.
¿Y si el ascensor social fuera perfecto? ¿Y si la educación se adaptara perfectamente al mercado?
Todo el discurso acerca de la movilidad social debe plantearnos otro debate que vaya más allá de la salud de esta. Debemos preguntarnos ¿Y si el ascensor social funcionara? ¿Serían justas las condiciones de trabajo? Evidentemente no sería justo con unas condiciones ultraprecarias y bajos salarios como los que se nos vienen impuestos en la actualidad.
Todos los trabajadores merecemos buenas condiciones de trabajo. Y no solo eso: es posible que las haya. Es decir hay suficientes recursos para que todos los trabajadores tengan unas buenas condiciones y un buen salario, la igualdad de los trabajadores es posible realizarla por arriba -o mejor dicho “contra los de arriba”-, y no por abajo como nos están imponiendo. No se trata de enfrentar, mediante la competencia, a unos trabajadores más precarios con otros supuestamente “privilegiados”, sino de enfrentar al sistema capitalista.
Para hacernos una idea de la cantidad de recursos que hay en esta sociedad basta con nombrar que un estudio de Intermon Oxfam determinó que en el Estado español en 2015 el patrimonio del 1% de la población más rica era superior al del 80% más pobre. Es decir, 466.000 personas poseen más riqueza que 37,3 millones. Es fácil ver que no hay un problema de falta de riqueza sino de quienes tienen la propiedad de los medios que la generan y su posterior distribución.
En cuanto a la formación, numerosos estudios insisten que la falta de una educación adaptada a las exigencias del mercado es uno de los factores determinantes de las altas tasas de paro, especialmente entre los jóvenes. La realidad es que antes de la crisis, el Estado español tenía niveles de educación similares y la tasa de desempleo era un 50% inferior a la actual. El problema de la desocupación de masas es fruto de la crisis capitalista, no de la baja formación de los jóvenes o la falta de iniciativa emprendedora.
¿Qué vamos a emprender si no nos llega ni para independizarnos? El 78% de los jóvenes de 16 a 30 años vive con sus padres. Intentan hacer caer la responsabilidad de la situación laboral al individuo, cuando la culpa es de la estructura económica capitalista.
Lo que nos demuestran las estadísticas es que individualmente cuanta más formación se tiene menor tasa de desempleo se sufre. Pero en todo caso no deja de ser una solución individual, no una solución colectiva para el conjunto de la clase trabajadora.
El problema es simplemente que el estancamiento del crecimiento del capitalismo deja a millones sin trabajo. Pero sabemos que la solución no es la reactivación de la economía junto con unas políticas socialdemócratas que supuestamente reducirán las desigualdades. El fracaso de la socialdemocracia en esta época de crisis se ha hecho evidente en Grecia o Francia: el capitalismo manda sobre los gobiernos “reformistas”, ya sean del nuevo reformismo o el viejo social-liberalismo.
Por lo que la juventud tenemos que luchar
La salida a la crisis para la juventud trabajadora y el conjunto de la clase trabajadora no pasa por hacernos emprendedores, ni competir hasta el extremo con los otros trabajadores por un puesto precario. Esto no es más que la ideología imperante que quiere hacer recaer sobre nuestras espaldas la responsabilidad de nuestra mala situación.
Para salir de esta situación de manera favorable a nuestros intereses no tenemos otra alternativa que luchar. Debemos luchar tanto por una universidad gratuita con becas-salario y sin notas de corte que garanticen el acceso a toda la población, a la vez que lo hacemos por buenos salarios y condiciones laborales en todos y cada uno de los sectores del mercado laboral.
Debemos organizarnos en nuestros centros de trabajo para imponer unas condiciones laborales y salariales dignas. Nos han vendido que los “precarios” no podemos luchar en los centros de trabajo, pero experiencias como la de Telepizza demuestran que la lucha en los sectores más precarios no solo es totalmente necesaria sino posible.
Tenemos que luchar contra la precariedad laboral, por acabar con el paro repartiendo el trabajo sin reducir el salario y por hacerles pagar la crisis a los capitalistas. La organización capitalista del trabajo nos impone que compitamos entre nosotros para aceptar cada vez peores condiciones. A la vez, mientras los que trabajan realizan largas jornadas, millones se quedan en el paro. Por eso solo un programa realmente anticapitalista, que se proponga avanzar sobre la propiedad de los grandes capitalistas podremos conseguir un trabajo en buenas condiciones para todos.
*”El 14% son directores de empresas y administraciones públicas; el 25%, profesionales; el 6%, técnicos y profesionales de apoyo; el 10%, empleados de oficina; el 15%, trabajadores de servicios y personal comercial; y el 35%, pertenecen a las fuerzas armadas.”
** “Trabajadores cualificados en actividades agrícolas y pesca, artesanos y trabajadores cualificados en la industria, operadores de instalaciones y maquinaria y montadores y, trabajadores no cualificados/ asistentes domésticos y relacionados.” |