Foto: La Hormiga de Oro
A propósito del Paro Internacional de Mujeres seguiremos rescatando la tradición de luchas y “huelgas de mujeres”, esta vez en Barcelona en enero de 1918 frente a la carestía de vida.
El impacto de la primera guerra mundial en la economía del país, llevó a una subida de precios de los alimentos básicos como el pan, carbón, aceite, patatas, bacalao; lo que perjudicó gravemente a las familias obreras que ya vivían en una situación de pobreza.
La “rosa de foc” resplandecía en un contexto internacional teñido por la Revolución rusa, alemana, húngara, cuyos ecos resonaban en el Estado español con grandes hitos como la Huelga General de 1917 que acabó con más de 70 muertos, 2.000 detenidos y la caída del Gobierno.
Las mujeres al frente porque “la vida se ha hecho ya imposible”
La chispa de la revuelta comenzó cuando la Junta de Subsistencias impuso un precio al carbón que los tenderos rechazaban. El aumento del carbón a un precio mayor a un 33% al acordado por la Junta, llevó a la rabia de la población.
Fueron las mujeres trabajadoras, de entre 13 y 30 años de edad, quienes comenzaron a movilizarse. Así lo describe un diario de la época El Diluvio, “Serían aproximadamente las diez de la mañana cuando una vecina fijó en una pared un escrito invitando a todas las ciudadanas del barrio de Atarazanas, a que acudieran al gobierno civil de la provincia en gran manifestación contra los exorbitantes precios de las subsistencias y la negativa de los carboneros a vender el carbón a precio de tasa. La invitación de la vecina fue prontamente atendida por numerosas mujeres y enseguida quedó organizada la manifestación. Figuraban en ella, más de 500 mujeres”.
Según el mismo diario, esta “vecina” empieza a ser llamada por su nombre: “De la manifestación se destacó entonces una comisión de cinco mujeres, presidida por la organizadora de dicha manifestación, llamada Amalia Alegre”. El gobernador se vio obligado a atender sus exigencias, “al cual dijeron que ante los precios alcanzados por las subsistencias la vida se ha hecho ya imposible, y al gobierno toca buscar remedio al mal”.
La manifestación continuó hasta la Plaça Sant Jaume, donde una nutrida cantidad de mujeres tuvo que ser atendida por el alcalde. Las manifestaciones continuaron por la tarde, esta vez acompañadas por sus hijos, acabando su “visita” por la sede del gobierno civil, donde también tuvieron que ser recibidas para escuchar sus reclamos.
Al día siguiente la situación continuaba igual, el precio del carbón seguía por las nubes al igual que el de los alimentos básicos. Las mujeres volvieron a concentrarse por la tarde en el Paralel, al grito de ¡Abajo los acaparadores! ¡Queremos las subsistencias baratas!
Según (El Diluvio, sábado 12 de enero, 1918), ellas preferían que las mujeres sean las protagonistas de las manifestaciones, porque pensaban que así serían más oídas sus demandas. Aunque como veremos, la unidad con sus compañeros fue inevitable.
La manifestación fue creciendo cuando decidieron pasar por los bares, teatros y los music-halls, donde trabajaban cientos de mujeres. Y obligar así a los dueños a cerrar, mientras invitaban a las trabajadoras camareras, bailarinas y artistas a unirse a la protesta.
Nada las detenía, nis siquiera las amenazas de la policía. Al grito de ¡Tenemos hambre! ¡Queremos el abaratamiento de las subsistencias! Fueron cerrando todo, liberando a las trabajadoras para que puedan unirse a la manifestación y apedreando y rompiendo los cristales de los establecimientos cuyos dueños se resistían a cerrar. También detenían a los tranvías de las Ramblas, invitando a las mujeres a que bajaran y se unieran a la protesta.
De las calles a las huelgas en las fábricas. La ocupación de la sede del Gobierno
El movimiento, espontáneo y motorizado por el hambre, adquirió apoyo y simpatía por sectores de la clase trabajadora y, “como prueba de solidaridad con las manifestantes y dar fuerza al acto, habían abandonado el trabajo las obreras de las fábricas (...). Y las manifestaciones crecían al grito de ¡Mujeres a la calle, a defenderse del hambre y a poner remedio al mal!. ¡Por humanidad, a la calle todas!" (El Diluvio, sábado 12 de enero, 1918).
Las manifestaciones continuaban día a día, a pesar de que las calles y los mercados empezaban a estar controlados por las fuerzas policiales y las detenciones a decenas de mujeres (sobre todo trabajadoras de camareras) y hombres.
Las reuniones con el alcalde y también con el gobernador, a quien le dijeron que “si no se solucionaban las demandas de los trabajadores, harán parar a los hombres, obligándoles a que se queden en casa, y las mujeres se echarán a las calles seguras de imponerse, ya que toda la razón las asiste”.
Por su parte, hasta los estudiantes acordaron en asambleas sumarse a las manifestaciones en solidaridad.
El lunes, 14 de enero amaneció con miles de mujeres en las calles, pasando por todos los centros de trabajo, tiendas y fábricas a invitar a las mujeres a que abandonen el trabajo y se unieran a la manifestación. Llegaron a hacer manifestaciones paralelas en diferentes puntos de la ciudad, entre 3.000 y 4.000 mujeres. Y según El Diluvio, más de 14.000 habían hecho huelga en las fábricas, sumándose a las manifestaciones.
Durante la tarde de aquel lunes, alrededor 5.000 mujeres entraron al edificio del Gobierno civil para hablar con el gobernador, donde se reunía la Junta de Subsistencias, saltando un gran cordón de guardias de seguridad que custodiaban la entrada. Inmediatamente el gobierno mandó a desalojar la escalera donde se concentraban miles de mujeres que fueron empujadas desde arriba mientras resistían desde abajo, lo que dio como resultado 25 mujeres gravemente heridas cuando se desprendió la baranda de hierro de la escalera. Fuera del edificio las esperaban miles de mujeres que continuaron parando y vaciando carros de carbón y levándose alimentos de las carnicerías.
Y la huelga se hizo general en Barcelona
Esto no frenó a las mujeres, a pesar del fuerte dispositivo policial que custodiaba la ciudad entera y protegía muy especialmente la sede del Gobierno. Al día siguiente el paro en las fábricas fue masivo, protagonizado tanto por mujeres como por hombres. Los centros de trabajo con mayoría de mujeres trabajadoras, como guarderías o perfumerías, cerraron todos. Los diarios anuncian que “Puede decirse que el paro fue general”.
Tuvieron que cerrar los cines, los teatros y los mercados, frente al inminente asalto de las manifestantes, que en su paso bloqueaban tranvías y sustraían productos de las tiendas de alimentos y repartían el pan que sacaban de las tiendas. Mientras en las calles las manifestaciones no cesaban, con duros enfrentamientos con la guardia civil, cargas, corridas y detenciones.
El paro y las protestas se extendieron toda la semana y el jueves 17 en un mitin, en el que no permiten la entrada a los varones excepto periodistas acreditados, aprobaron demandas cómo: subsistencias al mismo precio que antes de la guerra, reducción del alquiler en un 20%, readmisión de 6.000 trabajadores del transporte despedidos. Las presentaron al gobierno civil, donde les prometieron que se cumplirán algunas de sus demandas.
No conformes con esto el viernes se intensificó la huelga y pararon alrededor de 20.000 trabajadoras. Los paros y manifestaciones continuaron con diferente intensidad hasta el jueves 24 de enero con mítines y promesas del Gobierno de soluciones que no llegan.
En el resto del país se desarrollaron procesos similares por el mismo motivo, como en La Coruña, Alicante y Málaga. Las fábricas en huelga aumentaban parando también los hombres, ya que la falta de mujeres impedía continuar la producción.
El “estado de guerra” contra las bravas mujeres en huelga
El miércoles 23 de enero, el Gobierno central destituyó al gobernador civil de Barcelona, Sr. Auñon, designando transitoriamente como gobernador interino a Prat, presidente de la Audiencia. Al día siguiente 5.000 mujeres acudían a un mitin en la Font del Gat, que acabó disuelto por la guardia civil.
Sólo el “estado de guerra” en la provincia de Barcelona pudo acallarlas, con el ejército custodiando los mercados y comercios, las tropas en las calles y con la instalación de ametralladoras en varios enclaves. Lo que disuelve toda la protesta.
Finalmente, el sábado asumió el nuevo gobernador civil González Rothwos, quien anunció una serie de medidas para aumentar el abastecimiento de productos de primera necesidad, enumerando una lista de precios para esos productos e informando las sanciones frente a la no aceptación por los tenderos de los precios tasados. Patrullas del ejército supervisarían que los establecimientos se abran y que el precio al que venderían los productos respete las instrucciones dadas.
Las valientes mujeres vuelven a las fábricas y centros de trabajo. Pero la revuelta acaba después de fuertes semanas de huelgas tras una revuelta intensa, paralizando la ciudad entera, ocupando la sede del Gobierno, haciendo caer un gobernador civil. Y sobre todo, imponiendo sus demandas para mejorar el abastecimiento y bajar precios.
Fuente: diario El Diluvio |