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26 de febrero de 2025 Twitter Faceboock

Tribuna Abierta
Tantita tinta
Luis Enrique Núñez Estrada

Crónica de un lugar donde las manifestaciones artísticas en la piel suceden cada día.

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Como el sonido de un panal de abejas furiosas, al proteger su miel, se escucha el sonido de una máquina que ensaña sus colmillos en la piel, una danza que lleva más de tres mil años manifestándose, desde los egipcios. Es el Crazy Pug Tattoo, situado en la glorieta cercana a la FES Acatlán, es el lugar donde las manifestaciones artísticas en piel suceden cada día.

Un local, adornado con dibujos a color y a blanco y negro, realizados por los maestros de la tinta. “¡Hallowed be thy name!”, sonaba a todo volumen, dando un ambiente al estudio.

Barush, un chico de 21 años, con lentes de armazón negro y cristales de tamaño mediano, piel blanca, con un estilo tipo skate, playera negra, pantalón entubado de mezclilla combinado con unos Vans de color vino, las agujetas atadas como un nudo en la garganta, de igual manera un tatuaje es visibles al espectador, una máquina para tatuar en el antebrazo derecho, está hecho a color. Este joven será el protagonista del día, es el tatuador.

La sesión empieza a la una y media. Los nervios del sujeto lo delatan. Las manos le tiemblan, la respiración se acelera al máximo, los pies danzan al ritmo del Black Metal que ambienta el estudio.

Una gota de sudor cae del rostro sin avisar al tiempo que una chica de tez morena, cabello rizado y obscuro que llega a la altura del pecho, septum en la nariz, lentes de armazón negro y cristal pequeño, estilo skate, sudadera negra, pantalón de mezclilla azul marino y tenis negros, se acerca con un cuadernillo de unas 200 páginas. Es grueso, la pasta es de color verde y en su interior contiene cartas compromiso, una cuestión legal y parte del proceso para la elaboración de un tatuaje.

El sujeto lee atentamente el cuestionario mientras muerde la pluma, sus nervios son todavía evidentes, quiere salir corriendo pero es tarde, ya está ahí, no hay marcha atrás.

  •  “Adelante, estamos listos”, dice Barush al sujeto, ya tiene todo listo, la máquina conectada lista para poner los colmillos en acción que son puestos en marcha con un pequeño pedal, es pisado por el pie derecho y al tiempo las agujas se mueven más rápido que el aleteo de un colibrí.

    El asiento de piel, hecho especialmente para tatuar está acomodado para poner el brazo derecho en un respaldo, ahí en el antebrazo será el lugar a plasmar el arte.

    Las agujas preparadas y bien selladas son mostradas, sólo se utilizarán dos para la danza artística, la primera es una stiler, ésta empieza un baile marcando una línea como patín en una pista de hielo, es la que se encarga de delinear y marcar detalles a la obra, por momentos las expresiones al sentir las primeras mordidas de esa máquina eran de dolor y de placer, una contradicción bien entendida, mientras el sonido del panal “¡zzzzzzz!” sigue sin parar.

    Después de media hora se puede apreciar un cráneo con una corona y un cuervo posado sobre él, mirando al vacío, pero aún no termina el baile, aparece en el escenario la otra aguja, una magnum, la que cerrará el baile, se encarga de dar relleno y sombra al tatuaje.

    El suave pero contundente movimiento de la mano va dando textura al dibujo, las expresiones de dolor se manifiestan con mayor intensidad, de repente las agujas empiezan a raspar para darle profundidad a la sombra, de inmediato empiezan a escurrir unas pequeñas gotas de sangre, brillan con intensidad entre las líneas negras de tinta.

    Después de tres horas de un arduo trabajo y mantener un baile tan expresivo, termina todo, las abejas dejan de emitir ese sonido de furia, los colmillos dejan de escupir saliva negra y el pie deja de presionar el pedal.

    El sujeto muestra una sonrisa de aceptación, una que mostrará cada que vea su obra, recibe las últimas indicaciones, su brazo es envuelto en papel film que sirve como un vendaje para evitar infecciones. Se despide de Barush con afecto y le agradece, así se va, camino a la escuela a mostrar el arte plasmada en su piel.

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