El domingo 17 de mayo murió a una avanzada edad Guillermo Lora, dirigente histórico del POR y una de las figuras políticas más conocidas de la izquierda boliviana, con una larga trayectoria de seis décadas y media de militancia que, desde su juventud en los años 40, estuvo indisolublemente ligada a los avatares, con sus aciertos y errores, del trotskismo en Bolivia.
Con su fallecimiento, desaparece una de las últimas grandes figuras de lo que hemos denominado el “trotskismo de Yalta”. Lora fue, junto a Mandel, Moreno o Lambert, entre otros, uno de los que luego de la Segunda Guerra Mundial y en difíciles condiciones (dado el fortalecimiento del stalinismo, las burocracias sindicales y el nacionalismo en los países semicoloniales) tuvieron el mérito de intentar sembrar las ideas del marxismo y el trotskismo en el seno del movimiento obrero, pero que terminaron cediendo a las presiones de los grandes aparatos reformistas y nacionalistas, como el peronismo en Argentina, el movimientismo y el lechinismo en Bolivia o el stalinismo en Europa, llevando al estallido de la Cuarta Internacional en los 50 y cristalizando en diversas tendencias centristas.
Hasta sus últimos días, Guillermo Lora mantuvo su voluntad militante, su intransigencia frente al régimen burgués y la colaboración de clases con la burguesía y su defensa de las banderas del marxismo, la revolución obrera y el socialismo, en una época en que no pocos izquierdistas y ex trotskistas han terminado renegando de ellas para sumarse a los partidos burgueses o al populismo masista. Así, en una de sus últimas entrevistas decía esperar que “ese impulso de un movimiento comunista tenga que retomarse” (1).
Su nombre, su acción y sus escritos están estrechamente ligados a hitos de la revolución y a la historia del proletariado boliviano, a través de acontecimientos como el desarrollo del POR, la primer organización trotskista en Bolivia a mediados de los 40; la adopción de las Tesis de Pulacayo por los mineros en 1946; la formación del Bloque Minero Parlamentario en 1947; la heroica irrupción obrera y la tragedia de la revolución de 1952; el “trienio revolucionario” de los 70 y la Asamblea Popular; o el ascenso de la lucha de masas contra las dictaduras que culmina en las derrota de las Jornadas de marzo de 1985. No pocas veces conoció el exilio y las persecuciones de distintos gobiernos.
Fue autor de numerosos textos, entre los que merecen destacarse su Historia del Movimiento Obrero Boliviano, la Revolución Boliviana, Revolución y Foquismo, Contribución a la Historia Política de Bolivia, De la Asamblea Popular al golpe fascista y otros, entre innumerables artículos y folletos que hace unos años reunió en los más de 60 tomos de sus Obras Completas, posiblemente el último gran proyecto literario-político que emprendió. En ellos, como le gustaba decir, quedaban plasmadas en letra de molde las ideas y la acción de su partido.
Hoy, saludamos a sus camaradas de partido y comprendemos el pesar de muchos que lo conocieron, se formaron bajo sus enseñanzas o se formaron bajo la influencia de sus escritos.
Desde nuestra corriente, la LOR-CI (integrante de la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional, FT-CI) hemos discutido duramente en muchas oportunidades con Guillermo Lora y sus seguidores, con quienes mantenemos profundas diferencias. En una ocasión como esta, el mejor homenaje al militante de la causa obrera y el socialismo que ha fallecido no es ocultarlas, sino contribuir con una valoración marxista serena de su contradictoria contribución.
Ante su fallecimiento, escribimos rápidamente estas primeras y breves reflexiones que por supuesto, no pueden ni pretenden abarcar la totalidad de su trayectoria ni todos los aspectos de la misma.
Aportes y revisiones
Lora fue uno de los dirigentes que más contribuyó a hacer del trotskismo, entendido en un sentido amplio, una corriente real en el movimiento obrero boliviano, en especial en los años del gran ascenso que desemboca en la revolución de 1952. Muy joven su vuelco a las minas fue decisivo en implantar al POR en el movimiento obrero más avanzado de la época y al mismo tiempo, ver a los trabajadores en acción, con su fuerza, sus métodos, su potencialidad, constituyeron una experiencia que lo impactó profundamente, como el reiteraría en diversos escritos.
Así, un innegable mérito histórico es que contribuyó ciertamente a que algunas ideas del trotskismo, o para decirlo con mayor precisión, trotskizantes, arraigaran en el movimiento obrero boliviano. Un buen ejemplo de ello es la Tesis de Pulacayo, que el entonces joven Lora logró que fuera adoptada por la FSTMB (federación minera) en su Congreso de 1946 y que más allá de sus limitaciones, contiene un programa de acción obrera inspirado en el Programa de Transición, que hasta hoy se mantiene como una referencia programática e ideológica para sectores de la vanguardia minera.
Pero al mismo tiempo, la concepción política, programática y teórica que Guillermo Lora fue forjando a lo largo de décadas de tenaz militancia no fueron la traducción del trotskismo –es decir, del marxismo revolucionario de nuestro tiempo- a las condiciones particulares y especificidades de Bolivia, para elaborar una genuina “teoría de la revolución boliviana” como decía Lora, sino un sensible alejamiento en puntos decisivos de la teoría y la política marxista y trotskista que decía reivindicar.
Así, la estrategia soviética de lucha por la dictadura revolucionaria del proletariado fue reemplazada, en los hechos y en los escritos, por la política frentepopulista de “frente revolucionario antiimperialista”. La política marxista para que el proletariado logre la más amplia independencia frente al orden burgués y sus agentes, se auto organice y luche por la hegemonía entre las masas campesinas y populares fue reemplazada por una variante de sindicalismo maximalista y obrerista. La teoría marxista del Estado y la política militar proletaria que se desprende de ella fueron degradadas en nombre de la “excepcionalidad” de las fuerzas armadas en Bolivia para justificar una política oportunista, como se expresó en los intentos de ganar ideológicamente a la oficialidad.
Una adaptación “nacional-trotskista”
El abandono de un internacionalismo consecuente es uno de los rasgos centrales en que se expresó el centrismo de Guillermo Lora y el POR. Aunque mantuvo algunos lazos internacionales, acercándose primero a la corriente lambertista y luego formando una tendencia regional con PO de Argentina hasta 1988, su interés por las discusiones que cruzaban al movimiento trotskista y, en general, al movimiento obrero internacional fue mínimo y la lucha por la reconstrucción de la Cuarta Internacional se redujo a una referencia ritual.
El propio Lora reconocía de vez en cuando el aislamiento del POR, pero lo justificaba con el atraso material y cultural del país y el peso de las tareas nacionales que el agitado ritmo de la lucha de clases en Bolivia imponía a su organización. Así, le caía el sayo de la crítica que Trotsky hiciera en los años 30 a determinadas corrientes: “todo centrista ve como algo natural la construcción de un partido nacional, pero no le dedica el mismo esfuerzo y recursos a su tarea de carácter internacional”.
El nacional-trotskismo de Lora fue una de las claves en la codificación de una peculiar forma de centrismo, de rasgos sectario-sindicalistas y que tuvo como consecuencias no poder dar respuestas revolucionarias en los momentos decisivos: 1952, 1970-71, 1985, grandes acontecimientos de los que nunca supo sacar lecciones revolucionarias ni aprender de los errores cruciales cometidos, lo que llevó finalmente al POR a una paulatina pero profunda degeneración teórica, política y metodológica.
Ante los grandes acontecimientos de la lucha de clases
Puede decirse que la prueba decisiva fue la revolución de 1952. Allí, el POR no estuvo a la altura del programa trotskista y se desbarrancó en un “apoyo crítico” a la izquierda del MNR representada por Lechín, adoptando la línea de “1- apoyo al gobierno ante ataques del imperialismo y la rosca. 2- apoyo a todas las medidas progresivas que lleve adelante, indicando siempre su perspectiva y sus límites. 3- En la lucha entre las alas del MNR el POR apoya a la izquierda... El POR apoyará el ala izquierda del partido en todas sus actividades que tiendan a destruir las estructuras sobre las que se basa la explotación feudal burguesa e imperialista y en cada intento de profundizar la revolución y llevar adelante el programa obrero, como el control completo del gobierno, reemplazando así el ala derecha” (2). Esto, que significaba presionar a Lechín y Cía., dejando en sus manos dirigir la revolución en lugar de levantar la lucha porque la COB tome el poder u otra variante, fue adoptado como línea oficial en la IX Conferencia del POR. Desde la LOR-CI, hemos tomado distancia reiteradamente de las organizaciones y grupos que han criticado al POR por “no haber tomado el poder en el 52’” en un análisis superficial pero impotente, ya que esta organización no tenía la fuerza y acumulación suficiente para semejante tarea, pero hemos insistido en que el mayor problema estuvo en no extraer las lecciones revolucionarias que surgían del proceso del 52 y por tanto, no haber contribuido a combatir las tendencias centristas que llevaron al estallido de la IV Internacional, sino, por el contrario, ceder a las mismas en el plano nacional como internacional.
A consecuencia de esta orientación oportunista, hacia 1954 el POR terminó estallando en varias fracciones. Mientras algunos dirigentes (como Möller o Ayala Mercado) se disolvieron en el MNR, y otro sector se afilió al mandelismo, Lora reconstruyó su corriente como POR-Masas y en los años siguientes pudo organizar valiosos dirigentes mineros como César Lora e Isaac Camacho, asesinados más tarde por la dictadura barrientista. Sin embargo, y a pesar de algunas insinuaciones autocríticas, nunca sacó lecciones profundas de las capitulaciones del POR en el 52, sino que incluso llegó a codificar programáticamente con la “táctica” del Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA), los errores políticos de la vieja dirección del POR con su apoyo “critico” al MNR.
Así, entró mal preparado teórica y políticamente en el gran ascenso revolucionario de 1970-71, por lo que recayó en los momentos decisivos en la capitulación centrista ante el lechinismo y el stalinismo. Si en la Asamblea Popular el POR aparecía como una alternativa ante sectores de la vanguardia, no levantó ninguna política para desarrollar a la Asamblea en sentido soviético (confundiendo los deseos con la realidad, la consideraba ya como el soviet), limitándose a presionar a su dirección. Al mismo tiempo, abandonó una verdadera política de armamento obrero y de masas actuando como la “extrema izquierda” de la política de presión sobre el gobierno de Torres. El propio Lora reconocería algo de esto al decir que “una idea generalizada -compartida hasta por nosotros, marxistas- que las armas serían cedidas por el equipo militar gobernante (...) La conclusión resultó completamente equivocada, no se tuvo en cuenta que Torres consideraba preferible pactar con sus compañeros generales, capitular ante ellos, antes de armar a masas...” (3).
Pero además, como decimos líneas arriba, forjó la teoría frentepopulista del “frente revolucionario antiimperialista” para justificar el bloque con Lechín, los stalinistas y los militares nacionalistas, firmando en el exilio chileno un acuerdo estratégico con “el socialismo como objetivo político” nada menos que con el stalinista PCB, los maoístas del PCML, el PRIN de Lechín, las “Fuerzas Armadas revolucionarias” del Mayor Sánchez e incluso, en un primer momento el propio Torres, es decir, con los responsables políticos de la derrota ante el golpe banzerista.
Lora llegó a afirmar que “teóricamente no puede descartarse el ingreso de la burguesía industrial o nacional (no hablamos de la intermediaria o comercial) en el frente antiimperialista” e incluso que “un frente antiimperialista puede englobar a la policía en su conjunto, como institución, y no únicamente a la fracción antifascista” (4).
Las claudicaciones del 70-71 llevaron al POR a una profunda crisis, que tiempo después derivó en rupturas y expulsiones (donde salieron Filemón Escobar, V. Sossa, y otros importantes cuadros). Sin embargo, nuevamente Lora no sólo no sacó lecciones sino que profundizó su centrismo sobre la base del FRA y otras “innovaciones”.
Nuevamente bajo el gobierno de la UDP y en las Jornadas de Marzo de 1985, el POR fracasó en dar una orientación revolucionaria. No planteó ninguna política de poder, salvo las ocasionales referencias abstractas a la “dictadura del proletariado” y se concentró de manera sindicalista en la agitación de la consigna de salario mínimo vital y móvil cuando los mineros ocupaban La Paz y era imprescindible plantear una salida política, con lo que de hecho dejó el campo libre a Lechín para que maniobrara hasta la derrota de la acción obrera.
En estos tres grandes episodios de la lucha de clases, las ideas y acciones de Lora no pasaron la prueba y mostraron su adaptación ante las direcciones traidoras del movimiento obrero y de masas, lo que más allá de las intenciones subjetivas y el esfuerzo militante de los poristas, llevó a su partido a jugar un papel lamentable en los acontecimientos, indigno de un verdadero partido trotskista, en lo que Guillermo Lora, como máximo dirigente, tuvo la mayor responsabilidad.
Los últimos años
Las claudicaciones de 1983-85 señalan un nuevo escalón descendente de Guillermo Lora y su partido, acentuando su impotencia. Y esto, aunque frente a los procesos internacionales de 1989 que cambiarían la situación mundial, como el derrumbe del stalinismo en Europa del Este, Lora publicó su texto “La contrarrevolucionaria Perestroika” (1991) que pese al dogmatismo plasmado en sus páginas, le permitirá resistir la ofensiva política e ideológica burguesa que se extendió por todo el globo con la caída de los ex Estados Obreros degenerados y deformados.
Sin embargo esa resistencia, se expresará en forma degradada y a costa de agravar los métodos burocráticos al interior de su partido echando mano a métodos nefastos como la calumnia para resolver disputas políticas (como las que empleó para expulsar a Juan Pablo Bacherer en 1994).
A pesar de la participación del POR en la resistencia contra los gobiernos neoliberales de los 90, donde el magisterio paceño y dirigentes poristas como Wilma Plata jugaron un importante papel, Lora y sus concepciones ya no pudieron mostrar un camino ante el nuevo ascenso de la lucha de clases en Bolivia que se iniciaría con la “Guerra del Agua” del 2000 en Cochabamba y prosigue con los grandes bloqueos aymaras del 2000 y 2001, “Febrero negro”, el levantamiento insurreccional de Octubre de 2003 y las Jornadas de mayo-junio de 2005, y al que el ascenso al gobierno de Evo Morales y el MAS desvían y contienen con un programa de tibias y limitadas reformas a través de la nueva CPE.
Es que este nuevo ciclo de lucha de clases de casi 10 años de duración encontró al POR reducido a una variedad de sindicalismo maximalista, pero impotente para presentar un proyecto político obrero, socialista y revolucionario. Así cuando en plena crisis de mayo junio del 2005, estaba planteado impulsar una Asamblea Popular, lejos de apoyarse en su rol de dirección del magisterio urbano paceño para alentar la elección de delegados, no solo escolares sino de los barrios alrededor de las escuelas, lo que hubiera contribuido a construir una gran fuerza social y política en torno a la Asamblea Popular y originaria, se limitaron a ver ésta como un ampliado de la COB, cediendo a la burocracia.
Posteriormente frente al desvío electoral que la burguesía puso en marcha con la colaboración de reformistas de todo pelaje agrupados en el MAS, lamentablemente el POR se negó a enfrentarlo con un proyecto político clasista y socialista para reagrupar a la clase obrera, con el argumento de que las “ilusiones democráticas estaban superadas”, cuando en realidad es gracias a la democracia burguesa y sus mecanismos que la burguesía a podido sortear varios levantamientos y grandes crisis nacionales, y luego el MAS logró canalizar las expectativas populares a través de una nueva Constitución, que le permite reconstruir el maltrecho régimen burgués.
La ausencia de estrategia soviética, la reducción de la práctica a un sindicalismo combativo, el abstencionismo político bajo el argumento de que las masas ya superaron la democracia burguesa y la falta de una estrategia concreta para que la clase obrera pueda recuperar su rol como sujeto social y político diferenciado y disputar la hegemonía en el movimiento de masas, la ausencia de reflexión sobre cómo integrar el problema nacional indígena en el programa de revolución permanente y otras falencias le impiden jugar a la corriente moldeada por Lora un papel eficaz en la lucha contra el gobierno frentepopulista de Evo Morales. Estas carencias no pueden ser reemplazadas con un discurso a ratos ultraizquierdista, que puso prácticamente un signo igual entre el MAS y la derecha, en lugar de proponer una política concreta para construir el “tercer campo” del proletariado revolucionario entre el reformismo en el gobierno y la reacción.
No es extraño entonces que el POR haya quedado cada vez más relegado y reducido, salvo por su inserción en el magisterio de La Paz y la universidad en Cochabamba. Guillermo Lora dedicó su vida entera, y desde muy joven, a la construcción de un partido, reclamándose del proletariado, el trotskismo y de la revolución. Hemos reivindicado algunos aspectos de su contribución a que estas ideas enraizaran en la vanguardia y en la historia del movimiento obrero y la lucha de clases en Bolivia a lo largo de 65 años de vida militante. Pero hemos debido señalar también cómo en lugar de aprender de los errores, y claudicaciones ante los problemas decisivos de la revolución, fue rompiendo cada vez más los “hilos de continuidad” con la herencia de la Cuarta internacional, y codificando una concepción centrista.
Hoy, cuando el comienzo de una gran crisis capitalista mundial pone al mundo en los umbrales de un nuevo período de crisis, convulsiones y lucha de clases, y ya comienza a impactar en Bolivia, es más necesario que nunca recuperar el marxismo y el trotskismo como las herramientas revolucionarias indispensables. Para ello, aprender de los aportes y errores de los dirigentes que como Guillermo Lora actuaron ante los mayores desafíos revolucionarios del proceso de la lucha de clases en Bolivia es la mejor manera de ayudar a forjar el gran partido revolucionario de trabajadores, socialista e internacionalista, sección de la Cuarta Internacional, que necesita el triunfo de la revolución obrera y socialista en Bolivia, América latina y el mundo.
Notas
1. Entrevista en Los Tiempos por Aquiles Solares. Reproducida el 17/05/09 en www.bolpress.com
2. Resoluciones de la IX Conferencia del POR, 1953.
3. G. Lora. Bolivia: de la Asamblea Popular al golpe fascista. El Yunque editora. Buenos Aires. p. 97.
4. G. Lora. “El frente antiimperialista”, p.32 y G. Lora “Respuesta al impostor N. Moreno”, p.48. |