Fue una semana de emociones intensas en la zona norte del Gran Buenos Aires. A la altura de Florida los 600 trabajadores y trabajadoras de Pepsico encontraban el cartelito, sí otra vez como en la ex Donnelley y en AGR, para darse por despedidos. El vaciamiento ya se venía implementando, a la par de la resistencia que se desplegó de inmediato.
Pocos días después, a unos kilómetros sobre la Panamericana, en la cooperativa Madygraf la asamblea obrera anunciaba que la expropiación se había convertido en ley. Hubo aplausos, emoción y festejo en la gigante gráfica de Garín que los fondos buitre abandonaron cuando ya no podían seguir vaciándola, precisamente porque los obreros y obreras estaban organizados.
Metodología selectiva
El denominador común es más que explícito: volver a dar golpe de garrote a aquellos colectivos de empleados donde se consolida la agrupación sindical por fuera de la rancia burocracia, que no transige un palmo en la defensa de los derechos laborales y por ende significa un gran escollo para su práctica patronal de rapiña.
No es casualidad, es la misma planta que cierra ahora donde la activista Catalina Balaguer logró sentar jurisprudencia luego de haber sido reinstalada por la justicia cuando la multinacional quiso sacársela de encima, junto a Leonardo Norniella.
En tiempos de luz verde política para arrasar con las conquistas obtenidas en las últimas décadas, el mensaje debe llegar fuerte y claro: los combativos a la calle. Los observatorios de derechos laborales ya habían detectado esta metodología, que supo ser selectiva en el despido específico de delegados y activistas pero que ahora se aprontan a implementar cargándose una fábrica completa, en estricto sentido disciplinador y para que no queden dudas de que la cosa viene en serio.
Así arrancó el macrismo, con balas de goma contra los despedidos de Cresta Roja y echando a miles de empleados estatales. Todo indicaba que venía como elefante en un bazar, derribando todo a su paso cual topadora menemista. Como en aquellos años, el gobierno de Cambiemos volvió a poner en debate las pensiones, la radicación de los extranjeros, la punibilidad de los menores, los derechos laborales y la política de derechos humanos.
Pero se fueron moviendo más bien con el “si pasa, pasa”, midiendo la resistencia y adjudicando a “errores” aquellas decisiones en las que podían dar marcha atrás. El mayor ejemplo sin duda fue la rotunda reacción al fallo del 2x1 que beneficiaría a decenas de genocidas. No salió de la Rosada pero allí tomaron debida nota de la masiva respuesta en contra.
En la línea de producción
El delegado de Pepsico Camilo Mones le dijo en la cara al burócrata Rodolfo Daer, del sindicato de la Alimentación, que se niega a hacer paro por ellos: “Esta multinacional no tiene ninguna crisis económica, factura 20 mil millones por año. Y se la puede derrotar porque los trabajadores tenemos más fuerza que PepsiCo. Es una multinacional grande, pero nosotros somos más poderosos. Porque además, hoy es PepsiCo pero compañeros, vienen por todo el gremio de la alimentación, los puestos de trabajo, las conquistas, todo lo que tenemos, todos los derechos. Pero lo podemos impedir si lanzamos un plan de lucha, que empiece por paros escalonados, piquetes y movilizaciones, cortando los accesos, si bloqueamos las fábricas, se puede derrotar a PepsiCo y podemos volver a tener nuestra fuente de trabajo”. Mones encarnó el “sí se puede”, pero de la clase trabajadora.
Y cuando todo parece imposible es cuando más refuerzan esa convicción. Por eso un grupo de gráficos de la cooperativa Madygraf estaba el miércoles en la mesa de entradas de la Cámara de Diputados bonaerense, esperando que con las doce de la noche quedara firme la ley de expropiación de la planta de Garín, a salvo del veto de la gobernadora María Eugenia Vidal, que hasta ahora había anulado casi todas las normas similares que beneficiaban a fábricas recuperadas.
“No teníamos más que un puñado de revistas para hacer con un solo cliente, no cobrábamos porque el juez de la quiebra Gerardo Santicchia retenía los cheques. Nuestras compañeras, esposas, familiares y muchos amigos sostenían con mucho esfuerzo un fondo de lucha para bancarnos. Era indignante que dejaran un cartel con un 0800 para comunicarnos que cerraban las puertas y dejaban 400 familias en la calle. La decisión de entrar a la planta se tomó en una asamblea en la puerta también con los miedos sobre lo que iba a pasar, pero con la firmeza de haber aprendido que sin miedo no hay coraje, como dijo un trabajador desde el puente grúa en el conflicto de la autopartista Gestamp”, recordaba Marco Pollo, a dos años de la ocupación de la eximprenta Donnelley.
El miedo que no paraliza, sino que impulsa. Ni allí ni en Pepsico buscaron quedar en situación de despido, pero respondieron “de la única forma que debemos si queremos mantener los puestos de trabajo”. Es algo más que un imperativo de conservar el sustento, como sucedió en algunos casos en Zanon: una vez que la autogestión empieza a funcionar algunos dejan el barco pero otros se suman, porque la travesía, aunque es dura, tiene el plus de ser una experiencia única y enriquecedora.
Marcando caminos
Ahora Madygraf, en manos de sus trabajadores y trabajadoras, consolidará su objetivo de ser una fábrica al servicio de la sociedad y más que nunca tendrá las puertas abiertas para conocer historias como la de Gonzalo, que valoraba una comisión interna que le paraba el carro a los jefes “verdugueadores”, cuando aún estaban bajo patrón, y terminó haciendo un cambio personal que hasta lo llevó a revisar sus concepciones machistas en el plano personal.
No es casual, en Madygraf la comisión de mujeres marcó caminos y apuntaló la lucha. Entonces, el espíritu adentro, la solidaridad afuera y claros objetivos estratégicos junto a decisiones basadas en la voluntad colectiva.
“Muchas veces señalé que la política que impulsamos en Zanon no la inventamos nosotros sino que la tomamos del Programa de Transición de León Trotsky. Sabíamos que, ante las crisis, cuando los patrones quieren hacerla pagar a los trabajadores tenemos que exigir la apertura de los libros contables de todas las empresas para mostrar ante la población lo que han ganado. Y que si los capitalistas no pueden dar lo único que tienen los obreros bajo el capitalismo, el derecho a ser explotados, entonces hay que sacar de sus manos los medios de producción, mediante la expropiación y el control obrero de cada fábrica que cierre o despida”, dijo el ceramista y diputado Raúl Godoy en octubre de 2010 a La Verdad Obrera.
¿Dónde está la crisis que aduce Pepsico si su CEO Idra Nooyi ganó el año pasado $ 476 millones?
Y como nadie se salva solo, las redes de solidaridad ya comenzaron a extenderse por Pepsico, tal como demostraron los organismos de derechos humanos, varias universidades y no pocas comisiones de trabajadores que se pronunciaron en repudio a los despidos.
“El intendente de Vicente López es el primo de Mauricio Macri. Hemos tenido mucha solidaridad de organizaciones políticas, sindicales, sociales, estudiantiles, pero desde la intendencia nadie”, relato Catalina Balanguer a pocas horas del cierre.
Rotas y rotos
Un grupo de mujeres que resiste el despido allí, en el portón, contó a La Izquierda Diario que la mayoría tienen diez años de antigüedad y que las enfermedades laborales abundan. “Vas de un lado a otro cubriendo los ausentes hasta que caes vos en ART. Así funciona PepsiCo, rompiendo cuerpos, siempre debatimos que si no nos cuidamos la salud entre nosotros, los compañeros, la empresa te rompe y te descarta. Y esto lo tenían bien planeado, este cierre significa sacarse de encima a los que se organizan por defender sus derechos, la pelea cotidiana por mejores condiciones, porque no haya contratados ni despidos”, dicen.
Para eso se enfrentan desde hace años al sindicato que conduce Daer, que es funcional a que la empresa aplique sus planes de explotación. “Fue así desde que Leo Norniella empezó a plantarse ante los ataques de la multinacional, un proceso de organización que hoy quieren sacarse de encima para imponer 100 por ciento de precariedad laboral”.
Nos vemos en las luchas
Así las cosas, como no hay un elefante alienado indestructible sino un avivado administrador que avanza y retrocede según la respuesta que obtenga del oprimido no cabe más que redoblarla, ya sea contra el gobierno o las empresas que ajustan, despiden y flexibilizan.
Como si hubieran sabido lo que se venía, el 2 de marzo en la puerta de Pepsico hubo un amplio frente único de personalidades y organizaciones que apoyaron el reclamo obrero en contra del vaciamiento. Estuvieron presentes Nicolás del Caño del PTS/FIT, Joaquín Noya, concejal de Vicente López del Frente para la Victoria, y asesores de Leonardo Grosso, diputado nacional del FpV, quien envió una adhesión. Lo mismo hizo la comisión interna de Pepsico en Mar del Plata, junto a organismos de derechos humanos.
Pepsico es la lucha testigo que nos toca. Si ser de izquierda aún significa el conocimiento y la práctica por una sociedad digna de ser modificada, salgamos de cualquier lugar de confort en el que nos hayamos distraído para revitalizar las convicciones poniendo el cuerpo.
Para que no haya familias en la calle nunca más. Para que nos encontremos en las calles y las rutas y los Parlamentos y los Tribunales en pos de que ésa no sea una consigna vacía. La cita es desde ahora mismo, es mañana a la mañana y es cuando las obreras y los obreros de Pepsico nos convoquen. |