Cualquier parecido con la ficción de Mario Puzzo pasa por ser mera casualidad. ¿O quizá no? Veamos. Frankie Cinco Ángeles abrumado por la presión a la que lo somete Tom Hagen, decide cortarse las venas. Así, con el suicidio del caporegime el imperio corrupto de los Corleone está a salvo. Año 2017, la “presión” se nos lleva a Miguel Blesa, ex presidente de Bankia e imputado por corrupción. Un tiro en el pecho... y que siga el show de la corrupción institucionalizada en el Estado español.
Y es que como explicaba recientemente Federico Grom, la muerte por suicido de Blesa, tal y como ha confirmado la autopsia, se suma a una larga lista de decesos sospechosos, “suicidios” y “accidentes” de distintos personajes ligados e imputados a casos de corrupción y de financiación ilegal del PP que salpican al mismísimo presidente del Gobierno.
La muerte de Rita Barberà era hasta hoy el caso más sonado, pero los fallecimientos de personajes menos conocidos como el arquitecto Leopoldo Gómez, clave en la trama en Pozuelo de Alarcón; el ex jefe de comunicaciones del PP Isidro Cuberos, el imputado y amigo personal de Bárcenas, Francisco Yáñez, María del Mar Rodríguez Alonso esposa del senador del PP Tomás Burgos Beteta y ligada a la trama Gürtel mediante la empresa que dirigía; el constructor José Martínez Núñez relacionado con Francisco Correa o los “accidentes” sufridos por el ex tesorero del PP Álvaro Lapuerta que impidieron que pueda declarar, dan para elucubrar “a pierna suelta”.
El objeto de este articulo no pretende ahondar en ello. Sin embargo me parecía imposible, o cuanto menos inadecuado, no tener en cuenta estos datos para analizar la corrupción como lo que es. Es decir, la corrupción como sistema, una institución más que es parte del ADN, no solo del PP, sino del mismo Régimen del ’78 y sus principales partidos.
Según el último estudio del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, entre otros muchos estudios, la preocupación por la corrupción es lo que más sube en el índice de preocupación -y cabreo- en la sociedad española. Y no es para menos.
Blesa se encontraba entre los principales inculpados por el caso de las tarjetas black de Bankia, una de las tramas corruptas más escandalosas de los últimos tiempos. En total 86 consejeros y directivos de la antigua Caja Madrid hicieron uso de las tarjetas “negras”, entre los que destacan consejeros del PP, PSOE, IU y dirigentes sindicales de CCOO. Al frente de esta práctica delictiva, Blesa y Rodrigo Rato -ministro de economía con Aznar y ex director gerente del FMI-.
La investigación surge por pagar grandes cantidades de dinero durante años con tarjetas fantasma sin declarar impuestos. Se calcula que el total asciende a un valor de más de 15 millones de euros. Blesa y compañía se gastaban el fondo de las tarjetas black en bebidas alcohólicas, hoteles y billetes de avión de forma continua, como indicaba eldiario.es en una investigación.
Además, en el currículo delictivo del ex presidente de Bankia también figura la mega estafa de las preferentes, de la que fue uno de los protagonistas y que dejó a miles de jubilados sin los ahorros de toda su vida.
Pese a todo, Blesa, el amigo íntimo de Aznar, no es el único agitador. El andamiaje corruptivo en el que se sostiene el Régimen del ’78 tiene otros muchos nombres propios. Gürtel, Correa, la Casa Real, Urdangarín, Nóos, Rita Barberà, Francesc Camps, la Comunidad de Valencia en su conjunto, Aguirre, Granados, Ignacio González, la operación Leza, la Púnica, Pedro Antonio Sánchez, Murcia, el clan Pujol, el 3%, el caso Palau, el 4%, Jaume Matas, Baleares, los ERE, Andalucía, Chaves y Griñán, el poder judicial y la fiscalía anticorrupción, Manuel Moix, Villarejo, la CNP, Fernández Díaz, Villar, la RFEP, y así un interminable etcétera de casos; además, por supuesto, de Luís “el cabrón” Bárcenas y los papeles de Panamá (¿¿alguien se acuerda de ellos??) que cruzan casi todas las tramas y muchas más. Todos ellos, nombres propios que dejan en evidencia los “pies de barro” sobre los que se sustenta esta exclusiva democracia para ricos.
Todos estos casos son tan solo la punta del iceberg de la corrupción institucionalizada. Y la muerte de Miguel Blesa, sea como fuere, tan solo sigue alimentando y salvaguardando ese mecanismo que garantiza, por si los privilegios y mecanismos legales no son suficientes, que el Estado y sus “servidores” puedan vivir alejados de la realidad de la inmensa mayoría trabajadora de la población y así estar al fiel servicio de una exigua minoría de capitalistas. Corruptos y corruptores se mezclan y confunden hasta convertirse en parte de lo mismo, la clase capitalista.
Cuestionar el “modus vivendi” de esta casta parasitaria y combatirlo es una tarea central, defendiendo un programa que luche por medidas como que todos los cargos públicos y altos funcionarios tengan un salario igual al de un trabajador medio y que se acaben con todos los privilegios de la clase política capitalista.
Que todos los cargos políticos del Estado sean elegidos directamente mediante el voto en jurisdicción única y respondan frente a sus electores sobre sus decisiones -incluida su revocación-, la representación política en una cámara única que tenga competencias legislativas y ejecutivas, o la instauración de juicios por jurados y jueces electos por sufragio universal, son otras de las medidas democráticas elementales para acabar con estos privilegios de una casta política corrupta en connivencia con los grandes empresarios y banqueros. |