El interés de esta nota es dimensionar cuáles son los debates que cruzan el campo educativo para analizar por qué el espacio áulico tuvo como principal protagonista esta semana la desaparición forzada de Santiago Maldonado, el joven que fue desaparecido por la Gendarmería el 1 de agosto en la Lof Cushamen en Esquel.
Dos grandes temas de nuestra historia reciente y pasada se conjugaron este último mes para darse paso en los salones de clase, uno de ellos tiene que ver con la dictadura cívico militar en nuestro país y la relación directa en el caso de Santiago Maldonado por tratarse de un joven desaparecido en manos de una de las fuerzas represivas que sigue actuando con total impunidad. Y el otro tema que representa, aún al día de hoy, un silencio ensordecedor, es el que refiere al rol del Estado nacional y el genocidio de los Pueblos Originarios en nuestro país sobre fines del siglo XIX y principio del siglo XX.
De esto, poco y nada se habla en la escuela y muchas veces, cuando en distintos establecimientos se ha intentado como fruto de proyectos institucionales generar o dar lugar por ejemplo a la bandera mapuce para el caso de las escuelas de Río Negro y de Neuquén, sus directoras y maestros/as han resultado sancionados por funcionarios de educación. Parece que aquellos temas que visualizan las políticas de opresión y explotación del Estado nacional argentino y ponen al desnudo el verdadero interés de las clases dominantes respecto al territorio, pone nerviosos a los poderosos que durante siglos se vieron beneficiados por las políticas extractivistas y de venta de tierras como es el caso del empresario Benetton o de la familia Bullrich.
¿Qué se enseña en la escuela?
Desde los orígenes del sistema educativo argentino, el Estado nacional centralizó en sus manos las dimensiones del control de lo que se enseña en la escuela a través de los lineamientos curriculares pero también la dimensión de la evaluación de esos contenidos y de la tarea docente. En el año 1993 con la sanción de la ley de transferencia, el Estado nacional transfiere el financiamiento de todos los establecimientos educativos, menos las universidades públicas, a las provincias, pero lo que no transfiere es lo referido a lo que se enseña en la escuela y las formas de evaluación de dichos conocimientos.
No obstante en muchas instituciones educativas producto de procesos de democratización del conocimiento y de apertura de la escuela a las nuevas problemáticas a las que debe dar respuesta, docentes y directivos han elaborado proyectos referidos, por ejemplo, al tratamiento de temas como la dictadura militar, el mal llamado descubrimiento de América y el reconocimiento de una historia que por siglos estuvo silenciada en la escuela pública.
En este sentido Walter Delrio* y otros plantean: “El sistema educativo viene proponiendo con secular continuidad que los pueblos originarios forman parte de una cadena evolutiva, como una especie de Argentina prehistórica y pintoresca que ya quedó atrás, y con ella los conflictos y las relaciones del Estado con las comunidades nativas. El relato no muestra entonces una política genocida sino una evolución natural del estado argentino que se visualiza entre `los últimos años de la década del 70 y los primeros de la del 80 se concretó la ocupación del desierto, se solucionó la cuestión capital con la federalización de Buenos Aires, se promovió la inmigración europea’ (…)”.
Numerosos estudios históricos pero también en el campo de las pedagogías han investigado acerca de la construcción de representaciones estigmatizantes y estereotipadas acerca de los `otros’. Por ejemplo en el estudio realizado por las historiadoras M. Teolbaldo y A. Nicoletti, “Representaciones sobre la Patagonia y sus habitantes originarios en los textos escolares. 1886-1940”, las autoras indagan en el relevamiento de libros escolares donde se plantea la construcción de un discurso que actúa como fundamento de las distintas campañas contra los Pueblos Originarios, y en el caso particular de la Patagonia se constituyó sobre la base de considerar que la Patagonia toda era un desierto, de tierras infértiles, sinónimo este de atraso económico que nos alejaban de la tan mentada integración al mercado mundial. En este sentido los integrantes de los Pueblos Originarios eran construidos como un obstáculo para la `civilización’ y el `progreso’. Por ello, a través de los libros escolares se formateaba un discurso destinado a legitimar las campañas de expropiación del territorio que ocupaban los pueblos originarios, no sólo destinados a los estudiantes de la escuela sino también a toda la comunidad educativa. Al respecto las autoras agregan: “los textos escolares nos permiten profundizar el análisis de aquellas imágenes oficiales que sobre el territorio nacional y sus habitantes circulaban en el imaginario social de la época. Los textos no sólo circulaban en el ámbito escolar, sino que también estaban destinados a potenciales sujetos lectores, a un sujeto lector ampliado, porque el libro escolar era a menudo el único material de lectura en el ámbito familiar” (Cucuzza y Pineau, 2002). Los mismos autores advertían con frecuencia, en la introducción de su obra, no sólo a los maestros, sino también a los padres, sobre la forma de presentación de los contenidos. De este modo, se extendía a la sociedad la imposición de referentes patrióticos que actuaban, como aglutinadores y al mismo tiempo como diferenciadores. Aglutinadores porque enfatizaban la importancia en la construcción de las identidades nacionales y la conceptualización básica del territorio como definición última de los límites de la ciudadanía, y diferenciadores porque reconocían la existencia de márgenes de exclusión identificados con todo aquello que no era capaz de civilización, naturalizando la marginación del Otro mediante políticas combinadas de exclusión por fusión y exterminio (Quijada 2000:32).
De esto sí se debe hablar
La autora Sara Finkel plantea que al interior de la escuela se visualizan distintos proyectos educativos muchas veces en pugna que hoy podríamos pensar en el escenario actual como aquellos que promueven el debate respecto a grandes temas de la historia de nuestro país que rara vez entran en la escuela. Sin lugar a dudas la desaparición de Santiago Maldonado en manos de la gendarmería ha sido un tema cuyo tratamiento en la escuela tuvo una gran repercusión, no sólo por la denuncia de la vinculación de una fuerza represiva del estado contra la comunidad mapuce que habita en la Lof Cushamen sino también por la reminiscencia de la desaparición de Santiago a los métodos más oscuros de represión y desaparición forzada como lo fue durante la última dictadura militar en nuestro país.
Aunque los mecanismos de control y disciplinamiento de la escuela se hayan puesto en marcha de la mano de muchos funcionarios gubernamentales, una parte significativa de la comunidad educativa, incluyendo a maestros/as y docentes de todos los niveles educativos, decidimos dejar entrar a las aulas a Santiago Maldonado para preguntarnos ¿dónde está?, y aunque no haya sido parte de las consignas de ninguna tarea, la pregunta entró o la hicimos entrar y sin lugar a dudas sacudió una maquinaria escolar que sigue intentando perpetuar un orden de las cosas que ya no puede ser justificado y enmascarado.
Nota al pie
* Del silencio al ruido en la Historia. Prácticas genocidas y Pueblos Originarios en Argentina. Walter Delrio, Diana Lenton, Marcelo Musante, Mariano Nagy, Alexis Papazian, Pilar Pérez.