La Revolución rusa de 1917 cobra vida en el relato de John Reed, Diez Días que sacudieron el mundo. Los personajes se inflaman, sufren y combaten en la Revolución que cambió la historia del siglo. El “mejor periodista” para esa revolución, como apuntó Vásquez Montalbán. La más increíble experiencia que tuvo oportunidad de vivir un escritor militante comprometido con su tiempo. Sus palabras recrean las noches heladas en Petrogrado, los cuerpos calientes que se apretujan en las asambleas del soviet, la ebullición de deseos que se transforman en una firme voluntad. “La exposición más veraz y vívida de la Revolución”, dijo Lenin sobre este libro, publicado por primera vez en 1919.
John Reed, el periodista norteamericano que cabalgó con Pancho Villa en la Revolución mexicana y entrevistó a León Trotsky durante la insurrección de octubre.
El reportero y militante socialista que se unió a piquetes de huelga en Estados Unidos y fue encarcelado en ese país por hablar contra la guerra. Un personaje apasionante, una vida plagada de aventuras revolucionarias hasta su muerte a los 33 años en 1920. Como escribió en 1981 Howard Zinn, el establishment nunca lo perdonó: “Nunca se les perdonó que ellos y sus extraordinarios amigos avocaran por la libertad sexual en un país dominado por la rectitud cristiana, que se opusieran a la militarización en una época de patriotería guerrerista, que defendieran el socialismo cuando el mundo de los negocios y el gobierno se dedicaban a apalear y asesinar huelguistas o que aplaudieran la que, para ellos, era la primera revolución proletaria de la historia.”
Con motivo del centenario de la revolución de 1917, Capitán Swing publica Los Diez días que sacudieron el mundo. Pero eso no es todo. A la vibrante prosa de John Reed la acompañan los intensos dibujos de Fernando Vicente. Una edición ilustrada impactante que invita a sumergirse en la obra -a los que ya la habíamos disfrutado-, y seduce a los que se acercan por primera vez. Da gusto recorrer esta crónica ya clásica de la revolución de octubre y dejarse conmover por los dibujos de Fernando Vicente.
Cuando en 1917 llegaron a Nueva York las noticias de la Revolución rusa, John Reed y su compañera Louise Bryant se embarcaron rumbo a Petrogrado. Al llegar, recorrieron asambleas y manifestaciones, visitaron las trincheras y entrevistaron a los protagonistas. En aquellos agitados días, Reed tomó notas, conversó con soldados impacientes y con rudos obreros, entrevistó a políticos enemigos de los bolcheviques y compartió noches en armas con los guardias rojos. En 1918 regresó a Estados Unidos, enfrentó un juicio por su militancia contra la guerra y dio forma a su penetrante relato sobre la revolución.
La crónica es vertiginosa, un relato en primera persona que nos muestra al narrador viajando en un camión lleno de bombas con soldados que parten hacia el frente o compartiendo raciones con los delegados del soviet. En una de estas incursiones, el periodista está a punto de ser fusilado por equivocación, salvado a tiempo por un destacamento amigo. Basándose en testimonios directos, documentos oficiales, recortes de diarios y en sus propias vivencias, reconstruye el clima de efervescencia y las esperanzas de millones de obreros, soldados y campesinos.
En el corazón de esa vasta geografía revolucionaria se encuentra el Smolny, antiguo Instituto de señoritas que se ha transformado en comando revolucionario de los bolcheviques, una “colmena gigante” en constante actividad. “Las ventanas del Smolny seguían resplandeciendo, los automóviles iban y venían, y los soldados se juntaban alrededor de las fogatas que aún estaban encendidas, preguntando ansiosamente a todo el mundo por las últimas noticias. Los pasillos estaban llenos de hombres presurosos, demacrados y sucios. En algunas salas de reunión, los hombres dormían en el suelo, con los rifles al lado. A pesar de la marcha de algunos delegados, la sala de reuniones estaba abarrotada y estruendosa como el mar.”
Entre multitudes, mareas humanas y torbellinos de actividad revolucionaria, destacan los dirigentes bolcheviques, Lenin y Trotsky. Ellos se enfrentan al odio de sus enemigos y a las vacilaciones dentro de su propio partido. El rol de Trotsky a la cabeza del Comité Militar Revolucionario que planifica la insurrección es agudamente reflejado por Reed, volviendo sobre su figura una y otra vez a lo largo de aquellos días decisivos. Cuando el periodista escribió su crónica faltaban aun varios años para que se impusiera la burocracia estalinista y su falsificación de la historia que intento “borrar” literalmente a Trotsky de los registros históricos.
“Luego subió a la tribuna Trotsky, en nombre de los bolcheviques, impulsado por una oleada de aplausos entusiastas que fue creciendo hasta convertirse en un clamor estruendoso. Su rostro flaco y afilado, con su expresión de maliciosa ironía, era verdaderamente mefistofélico. ‘Hay dos alternativas; o la revolución desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias europeas destruirán a la revolución rusa.’ Los asistentes lo aclamaron con un inmenso aplauso, decididos a arriesgarse en defensa de la humanidad. Y a partir de ese momento, hubo en todos los actos de las masas rebeldes algo consiente y resuelto que ya nunca las abandonaría.”
El centro de gravedad de la revolución es Lenin. En un texto de Trotsky sobre la revolución española, publicado postumamente, escribió que sin Lenin no había revolución. En el relato de Reed, lo vemos agitando a las grandes audiencias obreras, o esperando, con una mirada penetrante, su turno para hablar. Lenin da lectura ante el soviet del decreto para entregar toda la tierra a los comités campesinos y declarar el control obrero de la producción. Al día siguiente de la toma del poder, el soviet aprueba la “Declaración a los gobiernos y los pueblos del mundo”, llamando a una paz inmediata y sin condiciones, rechazando todas las anexiones forzosas y proclamando la libre autodeterminación de los pueblos.
El libro de John Reed, junto con la Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky (una obra escrita y publicada entre 1931 y 1932) constituyen dos trabajos imprescindibles para reconstruir la historia de la revolución más grande que haya visto el mundo.
Diez días que sacudieron el mundo, John Reed
Ilustraciones de Fernando Vicente
Traducción de Íñigo Jáuregui
Capitán Swing, 2017