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La Izquierda Diario
3 de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

OPINIÓN
Solidaridad con Catalunya y ¡Fuera el Borbón!
Antonio Liz | Historiador, Madrid

La aplicación del artículo 155 por el gobierno del PP, con el apoyo público del PSOE y Ciudadanos, va más allá del enfrentamiento entre la derecha española y catalana ya que conculca, quebranta, el derecho a decidir del pueblo catalán.

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Si bien los actores que están en el centro del tablero político no son precisamente un dechado de virtudes democráticas porque representan el Caso Gürtel, los ERES, el Tres por Ciento y la herencia de Franco, el derecho del pueblo catalán a la autodeterminación está fuera de toda esta basura política porque es un derecho democrático inalienable.

Centrándonos en los que representan el poder del Estado español hay que recordar que el PP viene directamente de Alianza Popular, es decir, de un partido formado por el que fuera ministro de Información y Turismo de Franco, Manuel Fraga Iribarne, que ya como ministro de Gobernación del gobierno de Arias Navarro nos decía a los coetáneos con chulería facha que “la calle es mía”, como bien lo demostró en los Sucesos de Vitoria (el asesinato de cinco trabajadores a tiro limpio el 3 de marzo de 1976, además de un sinfín de heridos) – y este señor ha sido uno de los “padres” de la actual Constitución. Así, la reaccionaria forma de enfrentar el derecho a decidir del pueblo catalán del PP de Rajoy tiene una explicación sencilla: los peperos son los directos herederos políticos de los vencedores en la Guerra Civil para los que el derecho de las naciones del Estado español a la autodeterminación es un atentado a la “Unidad de la Patria”.

El papel del PSOE desde la Transición para aquí no ha podido ser más nefasto. Es la pata del Régimen del 78 con más pedigrí, con más solera, ya que cuando se le dio el lavado de cara a Juan Carlos I para que pasara de ser el heredero de Franco al “padre de la democracia”, el PP actual aún se estaba gestando en Alianza Popular y el PCE hoy ha desaparecido del tablero político. Además, el PSOE de Felipe González fue el que justificó la necesidad de la “reconversión industrial”, es decir, del desmantelamiento del tejido productivo, el que pasó de “OTAN, de entrada no” a integrar al Estado español plenamente en la Alianza Atlántica, y el que aplicó el Terrorismo de Estado a través de los GAL. Todo un currículum democrático. Ciudadanos simplemente es la marca blanca del PP, un recién llegado para intentar blanquear el corral reaccionario pepero.

Hay que recordar también, para terminar de entender la espiritualidad profundamente “democrática” del PP y del PSOE actuales, que el Congreso de los Diputados jamás condenó el Régimen fascista de Franco –mudado a “democracia orgánica” en el contexto de la Guerra Fría- cuando ambos partidos han tenido mayorías parlamentarías juntos y por separado. Todo lo contrario, el PSOE y el PP potenciaron siempre una historiografía académica, universitaria y escolar de lo más vulgar, ocultadora de la Revolución española y presentando la Guerra Civil como una lucha “fratricida”, una lucha entre “hermanos” que nunca tendría que volver a suceder. Esta es la explicación “científica” de la historiografía dominante.

Pero si las “tradiciones” del PP y del PSOE de la Transición no son precisamente un manojo de virtudes políticas democráticas, la “tradición” del Jefe del Estado actual, Felipe VI, no sólo no le va a la zaga sino que las supera. El bisabuelo de Felipe VI, Alfonso XIII, financió a Franco en la Guerra Civil, su abuelo, el Conde de Barcelona, quiso entrar en el ejército francofascista durante la Guerra Civil para luchar contra los “rojos” pero Franco no se lo permitió, su padre, Juan Carlos I, fue el heredero directo de Franco para lo que tuvo que jurar dos veces los Principios del Movimiento Nacional. En resumen, Felipe VI tiene una “tradición” vomitivamente reaccionaria.

Los Borbones no tienen ni tan siquiera tradición monárquica en la “Historia de España”. Vienen tardíamente, del siglo XVIII porque el último Austria, el último Habsburgo peninsular, Carlos II, no pudo tener un descendiente por la endogamia recurrente de los Austrias, hecho que trajo una Guerra de Sucesión (1701-1713) para determinar donde se colocaba la Corona española en el tablero político europeo. El primer rey Borbón en el Estado español, Felipe V, fue elegido directamente por el rey francés Luis XIV, su abuelo, que lo presentó a sus cortesanos con el “señores, aquí tenéis al rey de España”. La monarquía borbónica tenía una filosofía política más centralista que los Austrias por lo que creó los intendentes (una especie de macro-gobernadores), les dio mayor poder a los secretarios (después ministros) e implantó los decretos de Nueva Planta haciendo desaparecer las Cortes y los fueros de los diversos reinos, salvo los vascos y navarros. El centralismo de los Borbones terminó generando el nacionalismo catalán, gallego y vasco como respuesta.

Con sus discursos recientes Felipe VI ha demostrado bien a las claras su carácter reaccionario. No ha jugado tan siquiera a ser el cínico “papá político” de “todos los españoles”. Al contrario, se ha posicionado abiertamente por la reacción pasando a liderarla como Jefe de Estado, cargo para el que nunca fue elegido por el pueblo. Que este talante reaccionario haya salido a la superficie permite poner en el tablero político la necesidad de que se celebre un referendo sobre Monarquía o República. La lucha social por este referendo sería un intento real de abrir el melón del Régimen del 78 ya que la derrota política del Borbón traería la oportunidad de abrir un Proceso Constituyente para crear una República social acordada socialmente. Así, la izquierda social, hoy pequeña pero existente, tiene una oportunidad de oro para salir al tablero político haciendo una gran campaña popular que explique el verdadero papel de la monarquía y recoja miles y miles de firmas para exigir un referendo.

La solidaridad con el pueblo de Catalunya no debe quedarse reducida a manifiestos y movilizaciones para defender el obvio derecho democrático a la autodeterminación del pueblo catalán, sino que debe llevar al conjunto del Estado español la lucha política para tumbar la reaccionaria monarquía que está en la cúspide del Régimen del 78. “¡Fuera el Borbón!” sería un útil comienzo político para canalizar la energía popular por un cambio de régimen que desemboque en una República social, es decir, una república de las trabajadoras y trabajadores.

 
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