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El ex presidente Rafael Correa retornó a Bélgica la noche de este lunes 4 de diciembre para, según sus palabras, no volver en los próximos tres años. Durante diez días en Ecuador, mantuvo una agenda cargada de discursos públicos, entrevistas a medios de comunicación, y reuniones con las direcciones provinciales de Alianza País (AP).
Las apariciones marcaron sus objetivos de aglutinar las expresiones contrarias al gobierno, el referéndum, y retener la dirección del partido oficialista. Sin embargo, Correa se va como llegó: con un escenario conflictivo, donde los resortes institucionales ya no responden a sus designios, y con muchas incógnitas en torno al rearmado político de su propia fuerza.
La consulta popular ya tiene fecha
El primer revés de Correa llegó cuando el presidente Moreno decretó que el Consejo Nacional Electoral (CNE) oficialice su mentado referéndum para el próximo 4 de febrero. Como cinco de las siete preguntas implican enmiendas a la Constitución de Montecristi, el trámite se encontraba bajo análisis de la Corte Constitucional (CC). También por decreto, todas las autoridades del CNE acababan de prorrogar sus mandatos, por lo que el plan del Primer Mandatario no encontró ninguna oposición dentro del organismo.
Con esta jugada de carácter semi bonapartista, Moreno acabó con la expectativa correista. Los allegados al ex mandatario aspiraban a que la otrora adicta CC inhabilite las preguntas sobre el fin de la reelección indefinida y la modificación al Consejo de Participación Ciudadana. El primer punto impedirá que Correa vuelva a ser candidato, y el segundo cambiará la composición del Consejo -encargado de nombrar jueces, contralores y superintendentes- para dejarlo definitivamente bajo control morenista.
Aunque Rafael Correa denunció la medida de Moreno como un “golpe de Estado”, su discurso lució débil. “Me van a acusar de cualquier cosa con autoridades vendidas, me van a impedir no sólo regresar sino volver a ser un simple concejal”, vaticinó.
Todo el arco político le recordó que en su gobierno utilizó los mismos mecanismos para imponerse. Cínicamente, la oposición esta vez no se queja del “autoritarismo”, porque los resortes antidemocráticos son utilizados para acabar con su más odiado enemigo.
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Ni partido ni campaña
La influencia sobre el aparato judicial fue decisiva para que la facción morenista retenga la Dirección Nacional del partido oficialista. Nuevamente, el CNE trajo malas noticias para Correa. El órgano electoral ratificó que la presidencia de AP pertenece legalmente a Lenin Moreno. Por tanto, la convención nacional correista del pasado domingo carece de validez, así como el renovado intento por expulsar al Primer Mandatario.
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Solo contra la adversidad, Correa afirmó en Esmeraldas que intentará retener judicialmente el sello y el nombre del movimiento, pero que tampoco dudará en convocar una desafiliación masiva para fundar uno nuevo. Lo cierto es que el ex mandatario ahora se encuentra huérfano de estructura de cara al referéndum.
El CNE morenista reglamentó que podrán inscribirse en la campaña -donde las fuerzas reciben fondos y espacios en los medios- sólo fuerzas de carácter nacional, con la firma de sus presidentes y secretarios ejecutivos. Los correistas ni siquiera podrán presentarse con alguna de las direcciones provinciales de AP donde guardan apoyos.
¿Un discurso pasado de moda?
Aunque la presencia en el país del líder de la “revolución ciudadana” despertó el ánimo de una porción de militantes oficialistas, el apoyo en las calles no fue tan masivo como seguramente Correa deseaba. En Guayaquil, pocas personas se acercaron a recibirlo a su llegada al Aeropuerto José Joaquín de Olmedo. En Cuenca, la concentración apenas alcanzó a nutrir la pequeña Plaza El Rollo. En Quito, la congregación de sus simpatizantes frente a la sede de Avenida de los Shyris no logró ni bloquear el tránsito.
En los medios no le fue mucho mejor. Sus entrevistas estuvieron marcadas por el habitual estilo confrontativo, pero su discurso parece alejado de los tiempos políticos que vive Ecuador, donde las fuerzas burguesas y los empresarios encuentran consensos con mayor facilidad gracias a la “política de diálogo”. Aceptó participar en un programa de CNN, donde el entrevistador le recordó al aire que él había dicho que no vean esa cadena. Como la bandera de la “lucha contra la corrupción” es esgrimida por la oposición y el Gobierno, su acérrima defensa al vicepresidente Jorge Glas -acosado por las pruebas del escándalo Odebrecht- no hace más que avivar el fuego en su contra.
El control por parte de Moreno del partido oficialista, junto al arco opositor que apoya la consulta por completo, deja poco margen de acción para el sector correista. Con el referéndum en marcha, el futuro político de Correa ya no está en sus manos. |