José Antonio Meade, precandidato del PRI a la Presidencia de la República, inició su precampaña en el municipio de San Juan Chamula, en Chiapas, en donde encabezó un acto que contó con la presencia de militantes del PRI y del Partido Verde Ecologista de México, así como del gobernador de la entidad, Manuel Velasco y legisladores federales y presidentes municipales locales.
En su discurso, Meade reivindicó en repetidas ocasiones "el legado" de la administración de Enrique Peña Nieto como punto de partida para un "cambio", mensaje que no corresponde con una realidad en donde cada ley y cada reforma aprobada por su gobierno fue en detrimento de las grandes mayorías y a favor de empresarios y sus intereses.
En un montaje oficial, Meade -ataviado con vestidos tradicionales chamulas- recibió un bastón de mando por parte de un sector indígena Tzotzil que se hizo presente en el acto como ingrediente de "pluralidad" y "cultura". Cumpliendo con el protocolo de hipocresía, se comprometió a "poner a Chiapas en sintonía con el desarrollo de México" y aseguró que su administración acabaría con la pobreza extrema, flagelo de al menos 10 millones de personas a lo largo del país.
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En lo que en los hechos fue la presentación de su plataforma electoral, Meade dirigió a los presentes un discurso plagado de generalidades en donde aseguró que la salud, el alimento, la protección de derechos de mujeres y niños y el respeto a las leyes serán sus prioridades.
Más que irónico resulta indignante que Meade eligiera Chiapas como punto de partida para su campaña, toda vez que es una de las entidades que muestra uno de los rostros más duros de la violencia y la pobreza, a unos días de que se diera a conocer la noticia del fallecimiento por hambre y frío de 6 personas, entre ellas 4 niños, desplazados por un conflicto territorial que al gobierno de Velasco no le interesa resolver.
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