Ya nada volverá a ser como antes. Primero la movilización del 14 de diciembre y en especial la del 18 mostraron la amplia voluntad de resistencia en la calle contra el gobierno de los ricos. De esta expresión de repudio callejero no sólo participó un sector importante de los sindicatos (aún con las limitaciones del paro a medias de la conducción ultraperonista de la CGT) sino que además se expresó en forma impactante la juventud y un sector de las clases medias en los cacerolazos nocturnos, que hasta se atrevieron a volver a manifestar al Congreso ya entrada la madrugada.
La fecha dejará marcada una enseñanza popular: quiénes fueron los que dieron quórum, los que votaron a favor y en contra o los que se ausentaron de una disputa por una demanda transversal que no sólo afecta a los 17 millones directamente implicados sino que se ramifica en toda la sociedad a través de sus familiares, hijos y nietos. Las contrarreformas jubilatorias provocaron grandes gestas populares desde Francia hasta Chile por nombrar las más recordadas recientemente.
Esta cuestión es universal. Las clases dominantes no pueden resolver qué hacer con la “clase pasiva”, es decir con los trabajadores a los cuales el capitalismo ya no necesita más como mercancía, lo que demuestra los límites infranqueables de este sistema. Todos los politólogos deberían tomar nota que una de las consignas más populares cantadas masivamente tanto en Plaza Congreso como en las esquinas porteñas fue la de “unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode…”. Una resignificación de aquella “grieta” que fue armada desde arriba. Por más esfuerzos que hagan las campañas de Durán Barba y Marcos Peña o las causas impulsadas por Bonadío, el conflicto se percibe cada vez más como una división entre intereses de clases sociales.
Esta es la preocupación fundamental del gobierno de los ricos. Sus enemigos ya no son los corruptos de los bolsos de las monjitas sino los trabajadores y el pueblo que resisten un ajuste brutal. Por eso necesitan demonizar a los que luchan. La campaña maccartista contra la izquierda y los “violentos” es funcional para un presidente que hizo su fortuna pasando de 7 a 23 empresas bajo el dominio de la dictadura de Videla. Las operaciones duranbarbistas se caen cuando el 80% de la población rechaza el robo a los jubilados y cuando las balas de la policía dispararon directamente a las caras. El periodismo tradicional oculta que cuatro manifestantes perdieron un ojo, un obrero de Astilleros Río Santiago de Ensenada, un trabajador informal de la CTEP, un jubilado gráfico, militante del Partido Obrero y un docente de Lomas de Zamora, .
Los 127 diputados del oficialismo y del Bloque Justicialista que responde a los gobernadores que votaron a favor de semejante desfalco a las jubilaciones, más los panqueques de Martín Lousteau que aportaron en dar quórum, merecen quedar grabados en la conciencia popular. Son una reducida casta política privilegiada que cobra dietas de 150 mil pesos y deciden la jubilación mínima de millones. Párrafo aparte y destacado merecen los que se ausentaron de esta pulseada que define la vida de nuestros padres y abuelos. Es el caso de los que se presentaron como alternativa “a la derecha” y “al ajuste”: Daniel Scioli. |