Es costumbre sacar categóricas cuentas terminado uno de los años electorales con mayor clima de polarización social en el país. Uno de los datos destacables de este análisis es un descenso severo en la militancia formal de los partidos políticos. ¿Es una tendencia la marginación de la política? ¿Será ésta una aguda señal de la crisis estructural?
En base a los datos obtenidos en el informe entregado el pasado jueves por el Servicio Electoral, se evidencia la existencia de 549.197 militantes activos en partidos políticos, lo que en proporción significa tan solo el 3,8% del padrón(1). Más baja aún es la cuenta si presumimos que muchos no ejercen roles reales de militante, sino que meramente de firmante -por su voluntad o no-.
La autoridad electoral cifró en 41.936 a las personas que se desafiliaron a entidades partidarias durante 2017, difícil de entender, considerando que la cantidad de partidos en 2015 era de 14, hoy ese número ha aumentado en un 100%, llegando a 28.
Otra información que dio el organismo es que antes de iniciar el proceso de ratificación había 884.561 militantes a nivel nacional, y de ellos, 720.629 no hicieron el trámite, quedando en calidad de suspendidos.
Cabe destacar que el grupo etario entre los 20 a 39 años representan el 48% del total de afiliados y el 52% es mujer.
La organización con mayor número de desafiliados fue el PPD con 4.579 ex miembros, en tanto quien mantuvo más personas dentro de sus filas fue el Partido de Trabajadores Revolucionarios con solo 27 desafiliaciones.
Muchas son las evaluaciones que se pueden hacer al respecto, inclusive en los medios de comunicación, analistas han dicho que se debe a que el clima en las últimas elecciones fue “pasivo”, limitado por la reducción del gasto electoral establecido en la ley N° 19.884, y por la reciente ley N° 20.938 que modificó la ley N° 18.700, ampliando las atribuciones del SERVEL en cuanto a la fiscalización de las campañas y la propaganda; situación que habría hecho prescindir a las colectividades de una militancia volcada a tareas de instalación de “palomas”, rayado de muros y realización de caravanas de vehículos, minimizando por lo demás a las riñas derivadas. Aquello se potenciaría por la redistribución extendida de distritos y circunscripciones, que -lógicamente- dificultarían a la totalidad de las y los candidatos en colmar las comunas respectivas.
Concluida la primera vuelta, se dio pie a la visión opuesta, que enarboló la tesis de la polarización política entre el “piñerismo” y el progresismo, éxito que es cuestionable, exagerado, y, que, hasta para la estadística es insignificante. ¿Cómo se demuestra esto? El aumento de la participación electoral entre la primera vuelta -con 8 candidatos- y el balotaje -de “Chilezuela” y del “plebiscito en contra de Piñera”- fue solo un 2,3% ¡guau!
Lo que es indiscutible es el quiebre del consenso neoliberal, lo que nos trae a una incertidumbre, ¿RD guiará este quiebre? Ahora, el escepticismo nos inunda.
Es cierto que el Chile actual no es el mismo que existió hasta antes de la dictadura, donde las ideologías eran el germen de la movilización social, traducidas a una acción política mucho más análoga a ellas. Desde 1973 en adelante, fue vastamente mediatizada una planificación institucional de desprestigio de la actividad política.
Gran parte de la convicción colectiva como eje de conformaciones transformadoras se perdió impulsada por la propensión de establecimiento de convenios de gobernabilidad con el empresariado, restringir la toma de decisiones de sus miembros y desconocer a la transparencia en los marcos de la tan reverenciada democracia burguesa.
La polarización social es natural dentro de los sistemas económicos donde las diferencias sociales se acentúan, en los cuales, el distanciamiento con las élites es proclive a convertirse en una pugna. Según el Banco Mundial, Chile es el 9° país más desigual del mundo de entre los 217 países que estudia. Por otra parte, la polarización política puede vincularse a ella, pero no es señal directa de los acontecimientos de esa esfera. Especialistas pueden erigir una posición sesgada respecto a este punto, la lección más clara es cuando se sostenía que existía una “gran polarización” entre la Concertación y la Alianza.
Sin embargo, no es posible cegarse ante fenómenos de incipiente gestación de tejido social en las generaciones que viven bajo nuevos paradigmas de las comunicaciones, cuya forma está ejemplificada en el movimiento estudiantil, sorteando constantes debates en forma y fondo; con adversarios difusos en una nebulosa, pero presentes: el capitalismo, el posmodernismo, el procedimentalismo, el feminismo no clasista, el izquierdismo y el auge del populismo. Fruto de estas luchas está naciendo una nueva generación militante.
Países en que lo corporativo se ha tornado decisivo -como es el caso de Argentina, los países nórdicos y principalmente países con institucionalidades reformadas bajo la órbita del fascismo-, evidentemente resultan en relaciones más directas entre el estado y la sociedad civil, por el peso propio del respaldo obtenido de las relaciones humanas, no obstante demuestran que no hay en aquel factor un valor en sí mismo, sino que en la conflictividad social, y particularmente, donde existe el elemento de clase. Únicamente cuando ambos se conjugan puede brotar un flujo de actividad entusiasta que no puede contenerse con leyes, decretazos ni pactos burocráticos.
Es preciso enfrentar la salida autocomplaciente del individualismo “apolítico” de la burbuja hogareña con redes acotadas, es un flaco favor al sistema imperante; y a las expresiones automarginadas del neorreformismo, pues no permiten superar el ánimo electoralista con sus simplonas políticas de “bienestar europeo”. Su pragmatismo seguirá golpeando a sus indefiniciones y contradicciones.
La victoria parcial de clientelismo en Chile nos pone en una posición de defensa con miras a una restauración ofensiva guiada estratégicamente, en la cual no se puede esperar dar respuestas sólidas sin un partido robusto con una tenaz militancia revolucionaria, que logre construirse en el seno de nuestra clase como una alternativa de las y los trabajadores, jóvenes, mujeres, pensionados y la diversidad sexual, disputando sus consciencias.
¡Tenemos que vencer al régimen y a sus secuelas!
Nuestra tarea es crear la voz de las explotadas y los explotados por una nueva sociedad, donde se diluyan estas estrechas y frías cadenas, tal como en paraísos fiscales se diluyen los impuestos de nuestro querido presidente electo.
(1) SERVEL. (2018). Con 549 mil afiliados concluyen 2017 los partidos políticos vigentes – Servicio Electoral de Chile. Servel.cl. Disponible en: https://www.servel.cl/con-549-mil-afiliados-concluyen-2017-los-partidos-politicos-vigentes/ |