Los últimos meses del 2017, y el comienzo de 2018, han dejado al descubierto el plan de ataques sistemáticos hacia la clase trabajadora, que aún muchos sectores obreros no terminaban de vislumbrar. Esto se refleja en la caída estrepitosa de la imagen del Gobierno.
Obreros con protagonismo político
Los medios de comunicación, el desgaste no advertido por el kirchnerismo de su propia gestión y la falta de análisis político en muchos sectores obreros, pusieron a gobernar, a fines de 2015, a CEOs, terratenientes, y grupos económicos que siempre necesitaron ser representados por armas y uniformes para imponer sus planes económicos, en beneficio propio.
La campaña política, obviamente, fue una estafa. Todos recordarán el debate de candidatos presidenciales donde Macri acusaba a Scioli de sembrar miedo en la población, repitiendo que el macrismo no iba a hacer lo que, en definitiva, hizo. Aumentar el desempleo, con cataratas de despidos en el Estado y, consecuencia de las políticas económicas, también en el sector privado. Incrementar exageradamente el precio de las tarifas de bienes y servicios, con lenguaje de gestión de empresa que recomienda usar “términos amigables” como “sinceramiento”, en lugar de aumento. Reduciendo el presupuesto estatal en áreas como ciencia, violencia de género y hasta en cultura, educación o vivienda. Y lo más desvergonzado, la quita de retenciones a las mineras y, por sobre todo, a los sectores exportadores del campo. Es decir, desde el comienzo la línea del macrismo iba en favor de los grandes empresarios y en detrimento de las PYMEs y de las masas trabajadoras. Incluso estos golpes a las familias obreras contaron con el aval de muchos legisladores kircneristas y del peronismo, que llegaron al Congreso colgados de la boleta electoral que proponía a Scioli como presidente.
La gestión de Empresa, confundiendo al Estado con un negocio, que lleva adelante el macrismo fue muy bienvendida en los medios afines, que son casi todos los masivos, y llegaron a convencernos de que si alguien sobra como trabajador del Estado, hay que echarlo a la calle, como pasa en las empresas; y nosotros nunca pensamos que el Estado es quien debe garantizar las condiciones de vida (incluso el trabajo) y no quien debe cercenar esa garantías. Convencieron a muchos de que las familias que terminan durmiendo en la calle, es porque se lo merecen. Una aberración a la naturaleza humana, y a la solidaridad de clase, que solo el macrismo y su batallón de periodistas mercenarios pueden generar.
Tanto gustó esto de ver sufrir a “los vagos” que el kirchnerimo dejó, que nunca pensamos en generar laburo para ellos, el laburo que el kirchnerismo no generó. El macrismo nos vendió que lo mejor es que sufran, con las principales figuras K perseguidas y encarceladas con mamarrachos jurídicos atados con alambre, que solo son humo para los indignados anti-K, (tal es así que Boudou ya fue excarcelado), pero que no los condena por los delitos que están acusados, sólo los retiene en una cárcel para beneplácito de muchos sectores. Tanto gustó esta forma de vender a un gobierno como si fuera el producto de una empresa, que hasta algunos sectores más perjudicados ratificaron a Cambiemos en las urnas. Con lo que comenzó, propiciado por el gobierno, el fin del romance entre el macrismo y su electorado.
Las Reformas y el descontento
Apenas el Gobierno reafirmó su gestión en el último mes de octubre, confirmó el plan de reformas que venía anunciando sin entrar en detalles, ya que nadie hubiera votado a una gestión que le dijera “voy a perjudicar a los jubilados”, por ejemplo. Este plan de reformas, comenzó con la impositiva, ganándose el rechazo, en un primer momento, de algunos sectores empresarios, entre los que destacaron los empresarios bodegueros mendocinos que, como tienen sus representantes políticos y eso les da margen para tener una actitud corporativa, presionaron a Cornejo para que vez presionara a Macri, y así lograron algunas exenciones en el sector; aunque a decir verdad, todo el episodio sonó como una puesta en escena.
Las reformas educativas porteñas provocaron el repudio y la toma de colegios por parte de los estudiantes. Luego comenzó a circular un borrador de reforma laboral, un espanto que castiga a los trabajadores y beneficia a los patrones sin ningún tapujo. Reforma que cosechó rechazos de todos los sectores, menos de la CGT, que tuvo la desfachatez de sentarse y consensuar con el gobierno en nombre se los trabajadores. Después, y luego de que se postergara el tratamiento de la reforma laboral en el Congreso, el Gobierno salió con más decisión a tratar y a aprobar, a toda costa, la Reforma Previsional y la Tributaria.
Ataque a los jubilados: el punto de quiebre
La Reforma Previsional, no es ni más ni menos, que un perjuicio despiadado a nuestros viejos y una canallada contra los trabajadores activos. La Reforma Tributaria no es otra cosa que ampliar beneficios tributarios a los grandes capitales, es decir, a los grandes empresarios.
No sólo se trata del rechazo manifestado por distintos sectores obreros encolumnados en Sindicatos y agrupaciones políticas. La lectura completa de esta coyuntura política, que incluye la reacción del Gobierno, y además lo que está debajo de la superficie de esa multitud movilizada en Plaza de Mayo, principalmente, y en muchos puntos del país; como así también lo que representan los cacerolazos espontáneos, de ciudadanos no militantes de alguna agrupación.
En la superficie, los hechos. La represión, 900 gendarmes, policías golpeando a jubilados, Bullrich, policías golpeando a manifestantes, las baldosas de la plaza, las detenciones y las patrañas de la Policía Federal. En profundidad, y por decirlo rápidamente, se abre un panorama político en donde los trabajadores podemos tener, después de décadas, el peso de un actor político genuino, mostrando con la correcta utilización de nuestra fuerza de trabajo y nuestra capacidad de movilización, nuestra disconformidad con los avances del macrismo hasta hacerlos retroceder; y por qué no, elevando nuestras propias propuestas, en manos de representantes legítimos de la clase obrera en los espacios legislativos.
Lectura Fina
El abierto cuestionamiento a la CGT (qué provocó una fractura interna) por parte de las bases obreras expresa que, si bien hay muchos gremios decididamente burócratas, están presionados por las bases, por nosotros (los laburantes) para salir del letargo y poner esa estructura sindical, que tantos beneficios individuales le ha dado a sindicalistas como el Pata Medina o Marcelo Balcedo y tantos otros que se transformaron en empresarios y/o tienen clubes de fútbol, al servicio de la clase trabajadora. Es decir, que los trabajadores estamos tomando consciencia de que los sindicatos son nuestros, de los laburantes, y no de los sindicalistas que los convierten en empresas familiares. Y esta concientización está naciendo desde los puestos de trabajo, ya que muchos trabajadores que no encontraron eco en su representación sindical, se organizaron para salir con alguna agrupación o simplemente, como independientes.
La vereda de enfrente, la del macrismo, también envía un mensaje que hay que interpretar. Por un lado, la disconformidad generalizada ante la Reforma Jubilatoria, manifestada por trabajadores y activistas frente al Congreso sumado al descomunal operativo represivo del día que la sesión se cayó; y luego al descontento popular manifestado en todo el país, después de que la ley se aprobara a toda costa, desestimando, con una soberbia de patrón de estancia, el descontento popular. Lo que derivó en un masivo cacerolazo nacional, minimizado por los medios hegemónicos, que determinó una estrepitosa caída en la imagen del Gobierno. Es decir, que ni siquiera los mismos votantes que bancaron a Cambiemos en octubre, aprueban este saqueo a los jubilados.
Por otro lado, el ejercicio berreta de Patricia Bullrich de convertir en terroristas o enemigos públicos, a los luchadores víctimas de sus fuerzas represivas, como lo hizo con Santiago Maldonado o Rafael Nahuel. Montando burdas operetas que se repiten en todos los medios hasta que la mentira siembra dudas y divisiones en la población. Pero esta vez, con 300.000 personas en la Plaza, contra una Reforma repudiada por la amplia mayoría de los argentinos, la opereta era muy difícil de montar. Aun así la Ministra lo intentó, hay manifestantes presos, como Cesar Arakaki y Dimas Ponce del Partido Obrero, y una persecución del Estado sobre el Delegado de Fábrica Sergio Romero. Pero si la prisión hacia los miembros del arco kirchnerista, sospechados de robar al Estado, no tiene firmeza judicial, mucho menos la tienen estas sobre manifestantes que sólo hacían uso de su legítimo derecho a la protesta. Incluso las operetas montadas por la Federal y su bombero sabueso fueron tan torpes que los medios, esta vez, no pudieron sostenerlas.
De este costado represivo producto de las protestas contra la Reforma Previsional surgen dos lecturas. La más liviana, es que los periodistas amigos del Gobierno ya no están tan dispuestos a bancar estos montajes escénicos, a riesgo de quedar como idiotas. Incluso hay una proliferación de videos en donde el repudio a las visitas del Presidente Macri, en distintos puntos del país, son cada vez más frecuentes y airadas, lo que provoca que la opinión pública, en su mayoría, desconfíe del relato de la TV; ya que mientras ve reducida su calidad de vida, los diarios y la pantalla ellos suavizan los tarifazos, los titubeos constantes del Gobierno, las metas inflacionarias poco claras, etc.
La otra lectura que se desprende de la represión, es que los individualizados, perseguidos y encarcelados son militantes de Izquierda, y esto no es casual. La Izquierda en Argentina crece y avanza. Ya lo había percibido el kirchnerismo cuando Cristina, más allá de querer calzarse el traje de zurda, buscaba minimizar al FIT diciendo que “a la izquierda de ella estaba la pared”. Y también lo percibe el macrismo, pero su método es abiertamente represivo, ya que encuentra en el FIT, a representantes legislativos, que no van a transigir o negociar, como sí lo hace el kirchnerismo, y el peronismo. Y en las calles, la militancia de Izquierda demostró ser contundente e ideológicamente formada con lo que representa, para el macrismo, una amenaza de contagio ante los cacerolazos nocturnos generalizados del lunes 18 de diciembre, que llegaron a la madrugada del martes 19 y en donde, a diferencia del “que se vayan todos” del 2001, en las calles se coreaba “UNIDAD DE LOS TRABAJADORES”.
La gran oportunidad
Hoy por hoy, en este momento político en particular, se puede ver un ascenso de la organización obrera como hace tiempo –décadas- no se veía. En las bases, en los puestos de trabajo se habla de política con mayor o menor intensidad. Dependiendo de los distintos puntos geográficos, hay una predisposición a la participación y a la organización. Nacen de las bases, cuestionamientos y exigencias a las gestiones sindicales. Cada vez hay más obreros dispuestos a salir a rechazar el despiadado ajuste del macrismo, con sus dirigentes o sin ellos.
Desde la era post Dictadura, las mayores trabas para llegar a este punto de ascenso de la clase obrera organizada, fueron las conducciones sindicales burócratas y negociadoras, las mismas que el Gobierno actual está persiguiendo, sabiendo que la mayoría de ellas no resisten media investigación judicial. Los sucesivos gobiernos, desde el neoliberalismo menemista, el derrumbe político de la Alianza, el populismo asistencialista del kirchnerismo, representaron, también, distintas formas de impedir que la clase obrera pensara y se proyectara a la política, por sí misma, y con sus propios representantes. Hoy, el macrismo está recalculando a cada momento y, de hecho, salir a las calles nos ha dado tiempo, ya que ahora titubea acerca del momento a tratar la Reforma Laboral. Tiempo ganado con lucha.
La caída de la imagen, que pone en duda un posible intento de reeleción, provocará que Macri no abandone este plan de Reformas, sino que por el contrario, intente aprobarlas en el Congreso a como dé lugar. Por algo ya compró millones y millones de balas de goma. Aunque con estos titubeos y esta actitud autoritaria, no hace más que mostrar su debilidad.
Contrariamente a lo que la historia reciente marca, hoy las conducciones sindicales no llevan de la nariz a sus afiliados, ni los aplacan para no incomodar. Hoy el Gobierno macrista no está fuerte como para imponerse sin pagar enormes costos políticos. Hoy la clase obrera argentina tiene abierto un sendero para transitar y que, para hacerlo cada vez más ancho, el sendero de la organización nos lleve a la política y a manejar una agenda acorde a los intereses de las mayorías trabajadoras. |