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17 de enero de 2018 Twitter Faceboock

Francia
Macron expulsó a casi 15 mil inmigrantes y endurece la política migratoria francesa
Analía Micheloud

En su visita al centro de inmigrantes de Calais, el presidente francés dio detalles de la nueva ley migratoria para Francia. Sin tener que envidiarle mucho al Frente Nacional, se jactó de haber expulsado inmigrantes y apoyó la represión policial contra los extranjeros. “No dejaré que ninguna persona caricaturice su trabajo”, dijo sobre las brutales acciones policiales.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, visitó este martes el emblemático centro de inmigrantes de Calais, al norte del país, donde hasta octubre de 2016 funcionaba “la jungla”, el mayor campamento de inmigrantes de Europa, símbolo de las aberrantes condiciones de vida de los refugiados que intentaban cruzar hacia el Reino Unido.

Allí, reforzó su discurso xenófobo frente a la inmigración, lo que le ha valido duras críticas de intelectuales y asociaciones humanitarias, que ya vienen cuestionando la política migratoria francesa, endurecida aún más luego de los atentados en París y Niza. Dichas organizaciones se pronunciaron contra el comportamiento de la policía, a la que acusan de confiscar mantas y efectos personales a los inmigrantes para dificultarles que se mantengan en el país.

Ante estas críticas, el presidente francés, sin sonrojarse, se vanaglorió que la presión migratoria en Calais se ha reducido de forma drástica como consecuencia de la “acción policial” y el cierre de las fisuras que había en la frontera con el Reino Unido, aunque dijo que debe hacerse “sin sobrepasar los límites”.

En 2017, bajo el flamante mandato de Macron, Francia expulsó a un 14,6 % más de extranjeros que en el año anterior, para situarse en un total de 14.859, frente a los 12.961 precedentes, según informó el propio Ministerio del Interior este martes.

De acuerdo con los datos divulgados en un comunicado por la Dirección General de Extranjería de ese departamento, también se disparó la cifra de extranjeros rechazados en la frontera cuando trataban de entrar en Francia, que creció un 34 %, de 63.732 en 2016 a 85.408 en 2017.

Estas cifras se enmarcan en la polémica causada por la futura ley de inmigración y asilo que pretende aprobar el Gobierno francés, que prevé cerrar las puertas a la llegada de inmigrantes por motivos económicos, y al mismo tiempo agilizar los trámites para la concesión del estatus de refugiado, una mínima concesión para maquillar su política antinmigración. El objetivo, según el propio Macron reconoce, es “proteger e integrar mejor a quienes sean aceptados, pero expulsar de forma más eficiente a los que no tengan posibilidad de integrarse en Europa".

A dos días de reunirse con Angela Merkel, Macron se ubica cada vez más a tono con la política de mano dura ante la inmigración de la que Alemania es el estandarte de todas las políticas xenófobas de la Unión Europea.

Tal es así que ayer mismo Macron aseguró que la respuesta debe ser europea, con un mayor control de fronteras, con un sistema único de control, que debe desembocar en la creación de una oficina europea para los refugiados, de modo de organizar y facilitar la expulsión de miles y miles de inmigrantes que día a día llegan a las fronteras de Europa, en especial, a través de la vía mediterránea.

Nuestra casa es la calle

Estas políticas de expulsión de inmigrantes y de sometimiento a pésimas condiciones de vida, se expresa en la enorme cantidad de personas que viven en situación de calle.

Macron había anunciado el pasado julio que para finales de 2017 "no habría más mujeres y hombres viviendo en la calle". Hoy, hay más personas a la intemperie que antes.

"¿Casa? Nuestra casa es la calle", bromea, resignado, Ali Hassah, un libio de 24 años que encarna, junto con otros miles de personas, la primera promesa incumplida del presidente.

Los asentamientos precarios ya son habituales en el norte de París, donde viven alrededor de 1500 personas, niños incluidos, según organizaciones humanitarias que se encargan de darles alimentos y abrigo para soportar el frío parisino, con temperaturas bajo cero.

Para las asociaciones, la situación es "catastrófica" y temen que vaya a peor con la llamada "circular Collomb", llamada así por el ministro del Interior, Gérard Collomb, que permite hacer controles administrativos dentro de los centros de acogida de urgencia para inmigrantes, ya que aseguran que si los inmigrantes no se sienten seguros en esos centros dejarán de ir a ellos y se quedarán en la calle, por lo que han decidido recurrirla ante la justicia administrativa.

Pero al hambre y al frío, hay que sumarle la brutalidad policial, que les roba lo poco que tienen y les desarma las carpas precarias en las que viven en la calle, además de golpearlos ferozmente. Sin embargo, en Calais, Macron salió en defensa de esa misma policía, afirmando que “no dejaré que ninguna persona caricaturice su trabajo”. Esto es, el “trabajo” de reprimir a quienes soportan a diario la dureza de las leyes migratorias, el autoritarismo y la xenofobia del imperialismo europeo.

 
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