Del análisis de los resultados, sólo un dato es concluyente: la aplastante victoria de la posición del gobierno, la derecha, los medios de comunicación, y hasta la “izquierda”. Para Rafael Correa, la peor noticia es la eliminación de la reelección indefinida, colocada por su antiguo partido a través de la Asamblea Nacional en 2015, sin respetar ninguna forma ni convocar un referéndum. Con esto, se evaporan hasta consumirse las aspiraciones de mantenerse como alternativa de gobernabilidad en las próximas elecciones presidenciales.
La enmienda no le impedirá ser candidato para otros cargos, por lo que, muy probablemente, el flamante pero poco novedoso Movimiento Revolución Ciudadana busque presentar a Correa en las siguientes elecciones provinciales de 2019. Su sentencia de muerte es una incógnita sólo verificable en los próximos meses.
A pesar de la incertidumbre, únicamente esta organización puede reclamar incidencia en el voto negativo, mientras que los porcentajes positivos se dividen en una variopinta gama de fuerzas políticas. El NO superó el 35% en las preguntas 2, 3 y 6, sobre las que el ex mandatario más insistió en campaña. Esto le otorga un voto preferente de al menos un tercio del electorado, convirtiéndose en un opositor con relativo poder de fuego.
La región Costa sigue siendo su fortaleza. En Manabí, una provincia con 1.200.000 de votantes, el NO se impuso en las preguntas mencionadas. En Guayas, con tres millones de electores, consiguió más del cuarenta por ciento. Fuerte contraste con la serrana Pichincha -2.250.000 en el padrón-, donde quedó lejos de los porcentajes nacionales.
Otra preocupación correista es el triunfo en la pregunta 3, que extinguirá el mandato de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana. Los actuales fueron colocados prácticamente a dedo por Correa en su gobierno. Aquél designó a numerosos funcionarios vinculados al control y la justicia, por lo que pierde peso en el manejo de los mecanismos del aparato del Estado.
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El abrumador triunfo de la muerte civil para corruptos (74%) expresa cómo esta bandera dominó gran parte de la discusión. La justicia, evitando decepcionar a las autoridades del Palacio de Carondelet, ya se cargó al ex vicepresidente Jorge Glas. Los privilegiados magistrados judiciales quedan ahora más aptos para vetar candidaturas.
Aunque Correa no tiene hoy ninguna causa en su contra, teme ser el próximo apuntado y que busquen retirarlo definitivamente de la arena política. Latinoamérica conoce bien a los resortes de la “justicia” en Estados semicoloniales alineados con los intereses del empresariado, terratenientes, latifundistas, y el imperialismo. Tras rendir ante la Fiscalía versión libre y voluntaria sobre el caso de la preventa de barriles a Petrochina, donde se investigan posibles perjuicios al Estado a partir de una política económica, vuelve el martes a Bélgica a recalcular la ecuación de su futuro.
Reunión en Carondelet con Dalo Bucaram, líder de Fuerza Ecuador e hijo del ex presidente Abdalá Bucaram Pulley.
Foto: Secretaría de Comunicación de la Presidencia
Moreno y la derecha más envalentonados
El gran vencedor de la jornada fue el presidente Lenin Moreno, que logró legitimar su agenda política tras la ruptura definitiva del oficialismo. La urgencia estaba a la vista: ungido como continuidad de la “revolución ciudadana”, pocas semanas tardó en mostrar una orientación muy distinta, aunque gobernando con los mismos métodos que su antecesor. Sin ir muy lejos, el llamado al referéndum fue realizado vía decreto, saltándose el dictamen de la correista Corte Constitucional. En cierta forma, el régimen semi bonapartista que alentó Correa en sus diez años de gestión hoy es usado contra él mismo, aunque ahora nadie denuncia la falta de “democracia”.
No por victorioso su gobierno queda perfectamente asentado. Por un lado, su debilidad política quedó manifiesta en la inclusión de puntos de corte demagógico -como la no prescripción de delitos sexuales contra niños y niñas, o las dos preguntas de carácter ambientalista-, a modo de “anzuelo” para el arrastre del SÍ en las más importantes.
Por el otro, ahora que el referéndum está consumado y avanzando la “descorreización” del Estado, ya no tiene excusas para frenar las presiones de la clase empresarial. En su pelea contra Correa necesitó también acercarse a la derecha, representada en la rancia “partidocracia” que Alianza País dijo combatir durante años.
La derecha y los empresarios reclaman el fin del gradualismo en el post correismo: “Hay que trabajar por la recuperación económica, y eso no ocurrirá si no hay condiciones de seguridad jurídica, estímulos, arbitraje internacional y reducción del tamaño del Estado”, expresó el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, líder del Partido Socialcristiano (PSC).
“Éste es el primero de muchos pasos que debemos dar para recuperar nuestro destino y enterrar el pasado autoritario correista”, indicó el banquero Guillermo Lasso, ex candidato a presidente por el movimiento CREO. “La confrontación quedó atrás, es hora de volver a abrazarnos”, confirmó Moreno para asegurar la continuidad de sus diálogos.
De esta forma, buscan descargar la crisis económica sobre los hombros de la clase trabajadora, a partir de la baja del gasto social, cambios en las formas de contratación, y la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. En este último punto, el gobierno de Moreno ya dio los primeros pasos, continuando la política de entrega al imperialismo, cristalizada en la década correista en el tratado con la Unión Europea.
La derecha sale fortalecida. Sus voceros califican insuficientes los resultados acerca de la desarticulación del Consejo de Participación, donde se mantiene “la autoritaria institucionalidad correista”, y se otorga a Moreno el poder de nombrar miembros a su antojo. La eliminación de este organismo sería posible con una reforma constitucional, pero lejos están de dictar el rumbo político en soledad. Asimismo, el Primer Mandatario aún se debe a gran parte de su electorado, por lo que su base podría verse socavada cuando avance con medidas antipopulares, que hasta el momento pudo evitar.
La situación en la Asamblea Nacional es correlato sobre la disputa y la fragmentación de fuerzas. Mientras se conforma la Comisión Especializada para tratar las modificaciones votadas, las bancadas están ansiosas por conformar nuevas alianzas. El oficialismo, fracturado entre morenistas y correistas, necesita mucho más apoyo que antes para la sanción de leyes, y los bloques de CREO, SUMA y el PSC están expectantes por una negociación que mejore su posición política con respecto a las elecciones del 2017.
“Es una victoria del pueblo ecuatoriano, un mensaje claro de combate a la corrupción. Desde ahora habremos dado vuelta a una larga noche de autoritarismo”, festejó el líder de Unidad Popular, Geovanni Atarihuana, sumándose como último vagón del tren de la derecha y los empresarios, sin poder anotar para el movimiento obrero ningún punto a favor.
Foto: El Comercio
¿Avance de la derecha en Latinoamérica?
El triunfo del SÍ en el referéndum confirma el giro a la derecha en los gobiernos de la región. Si bien éste ya era palpable en el último período de los mandatarios que se auto denominaban “socialismo del siglo XXI”, en esta oportunidad es uno de sus propios partidos el que, una vez ganadas las elecciones presidenciales, se vuelve actor fundamental en la aplicación de planes de ajuste y represión sobre el pueblo trabajador. Similar a lo ocurrido en Brasil con el golpe institucional de Michel Temer a Dilma Rousseff, distinto a lo acaecido en Argentina con el arribo al poder de Mauricio Macri.
Aunque llegado a Carondelet Moreno mantuvo a la ex correista canciller María Fernanda Espinoza, es muy probable que Ecuador termine de consolidar un cambio oficial en la política sobre Venezuela, algo también reclamado por la oposición, que dejaría más aislado al gobierno de Nicolás Maduro. El pasado agosto, el Primer Mandatario afirmó sentirse preocupado por la cantidad de presos políticos en el país caribeño, dando los primeros indicios de otro golpe de timón en la política internacional del correismo.
El resultado de conjunto es que, ante el aumento de las tensiones sociales como resultado de la crisis económica regional, la primera “víctima” son las formalidades democráticas, con una creciente propensión, por parte de las clases dominantes, a desarrollar mecanismos cada vez más autoritarios y semi bonapartistas; ya sea bajo la forma de gobiernos y regímenes de orientación derechista conservadora, o también en administraciones “progresistas” como la de Maduro o Evo Morales en Bolivia.
Estas directrices están lejos de consolidarse y lograr “paz social” como pretenden. Más bien, evidencian el desarrollo de una mayor resistencia frente a los planes de ajuste en marcha, como lo muestra la situación en Argentina o Brasil, donde las tendencias a una cada vez mayor lucha de clases es algo que pocos se atreven a negar. |