Lo primero que me vino a la mente luego de leer el documento “crítico” de un grupo de intelectuales argentinos sobre el gobierno de Macri fue Tiresias, el célebre adivino de la mitología griega. Tiresias, hombre sabio y adivino, tenía una particularidad destacada: era ciego. Sin embargo, aunque ciego, era el que “más veía”. El documento se llama “Hacia una caracterización del gobierno de Cambiemos. La ampliación del horizonte punitivo y los derechos humanos” y está firmado por destacados intelectuales (Gargarella, B. Sarlo, etc).
En mi humilde opinión, es un documento bastante lavadito, bastante light que apunta a señalar que los actuales títeres (el contrabandista de autos y su pandilla) son malos y, de paso, destacar que los pasados títeres (la empresaria hotelera antiabortista y su pandilla) no fueron buenos. En el camino queda un “pequeño detalle” innominado: Que lo importante no son tales títeres sino los titiriteros y eso, en mi barrio, tiene un nombre: estructura capitalista que, traducido al lenguaje también barrial, se llama: mafias patronales y sus felpudos de la burocracia sindical, bandas delictivas estatales cada vez más desatadas y más impunes, un entramado mediático-empresarial claramente fascista, una casta judicial obscena en su connivencia con el poder, un régimen patriarcal ignominioso, entre otras lindezas que trascienden las contorsiones de los títeres en el escenario. De esos hilos y esos titiriteros, mutis por el foro.
La foto que encabeza el documento (en el blog de Gargarella) fue lo que más me llamó la atención y fue lo que me remitió, como un flash, a Tiresias. Si Lacan decía que el inconsciente se estructura como lenguaje, aquí deberíamos poner una addenda para completarlo que dijera “como lenguaje fotográfico”.
La fotografía es de una calle de una ciudad que, a falta de referencias icónicas destacadas, muy presumiblemente es europea, en invierno, casi sin gente, desolada. El documento está fechado en febrero de 2018, pleno verano porteño, un verano marcado por enormes movilizaciones populares contra el actual régimen de saqueo y, muy especialmente, signado por dos movilizaciones que quedarán grabadas como hitos históricos, la del 14 y 18 de diciembre contra el saqueo de la reforma previsional gubernamental.
Centenares de miles de personas se manifestaron en las calles, produciéndose dos de las mayores represiones de los últimos tiempos por parte de integrantes de diversas bandas delictivas estatales. Resumiendo: calles abarrotadas / manifestantes / lucha / calor / sudor/ palos / balas / gases. Es decir, la antítesis de la foto del “documento crítico” cuyo lexema visual se destaca por un 95% del espacio icónico ocupado por una vereda y una calle casi vacía, casi sin gente (vistas a lo lejos y de espaldas), frío, invierno, hemisferio norte.
Y aparece Tiresias
La brutal represión por parte de las hordas delictivas del estado dejaron centenares de heridos, contusos, brutales persecuciones judiciales a posteriori, incluyendo presos políticos sobre los cuales el documento no dice ni pío, y eso que el factotum del documento “crítico” fatiga los pasillos docentes de la Facultad de Derecho de la UBA en el tema de DDHH y constitucionalismo. Pero hay más.
Daniel Sandoval, docente de escuela pública de CABA, perdió la visión en un ojo por las balas de las hordas criminales estatales
Cuatro trabajadores, baleados, perdieron sus ojos quedando casi ciegos. Como Tiresias. Perder los ojos fue una de las consecuencias de desafiar al poder. Esos trabajadores, como Tiresias al desafiar a los dioses, perdieron en ojos lo que ganaron en consciencia de lucha y resistencia contra un régimen. Contra los titiriteros y sus hilos. Pero también contra su plasmación final en el teatrillo gubernamental.
Cada vez más alejado de la izquierda, el llamado “progresismo” o “reformismo”, con este documento “crítico” sacó, literalmente, una foto de la realidad bastante equivocada, mirando sin ver y enfocando únicamente hacia las lucecitas televisivas del escenario o, lo que viene a ser lo mismo, hacia las invernales veredas de una ignota ciudad europea. Y es que esos “intelectuales”, en usufructo de merecidas o inmerecidas famas pasadas, hoy tan solo atinan a ver a los patéticos figurines del actual teatro de títeres.