En el acto oficial, el presidente Peña Nieto señaló: “La reforma energética introdujo cambios estructurales que impulsan a la industria petrolera en su conjunto, al tiempo que promueven la productividad y la competitividad de Pemex”.
Respecto a las próximas elecciones presidenciales, declaró “Habremos de contrastar, en cada uno de los actores, las acciones de ayer con las posiciones de hoy; los dogmas del pasado con los postulados del presente. Las alternativas pasan por cancelar o preservar la libertad de los consumidores de elegir entre distintas opciones; de regresar a un modelo cerrado o privilegiar la apertura y la competencia; o por obligar a Pemex a asumir riesgos excesivos, o permitirle asociarse con otras empresas, para seguir siendo la gran empresa petrolera de México”.
Con total cinismo, el gobierno de Peña Nieto trata de embellecer la reforma que llevó a que se rematen las reservas de hidrocarburos y se abran al capital privado, nacional y extranjero, la exploración y explotación de los yacimientos.
Esto mientras durante su sexenio se aceleró la rapiña de Pemex, con sucesivos recortes a los gastos de mantenimiento y producción, despidos masivos de trabajadores petroleros y las subastas de reservas.
Por décadas los gobiernos priistas -y también los dos sexenios panistas- usaron a discreción los fondos millonarios generados por Pemex, sirviendo para que los altos funcionarios engrosaran sus fortunas personales. Con el gobierno de Peña, la rapiña contra la paraestatal llegó al paroxismo.
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Uno de los últimos escándalos fue protagonizado por Emilio Lozoya Austin, señalado por implicados en el caso de la constructora brasileña Odebrecht como uno de los tantos funcionarios a los que sobornaron para obtener concesiones petroleras. Lozoya, protegido de Peña Nieto, está acusado de asignarle a la empresa brasileña un contrato para la refinería de Tula, Hidalgo, tras recibir un soborno de 10 millones de dólares.
La reforma energética que celebra Peña Nieto y los partidos que allanaron el camino a la imposición de las reformas estructurales -PRI, PAN y PRD- fue diseñada con base en las exigencias de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y trasnacionales petroleras, como Chevron, Exxon y Shell. Fue una acción histórica de servilismo y entrega al capital internacional.
Sólo la clase trabajadora organizada desde las bases -recuperando su sindicato para la lucha y expulsando a Romero Deschamps y sus charros-, encabezada por los petroleros que se oponen a la reforma energética, tienen la fuerza para detener el saqueo uniéndose a los demás trabajadores en lucha. Tenemos que luchar por la expropiación sin pago de los sectores ya privatizados y poner a funcionar la industria petrolera bajo control obrero con un plan de producción que reduzca al mínimo los daños y riesgos ambientales, y cuyos fondos se destinen a salud, educación y las principales necesidades de las mayorías. |