Aunque el libro lleva el nombre de su creador, la autora siempre será recordada por hacer vagar por la Inglaterra maltrecha por la Revolución Industrial a una criatura deforme fruto de la soberbia de la ciencia y, sobre todo, de una profunda imaginación y desafío a muchos dogmas.
Mary Shelley fue hija de una de las precursoras más sobresalientes del feminismo de la primera ola, Mary Wollstonecraft, conocida por sus detractores como “la hiena con faldas” y autora de la “Vindicación de los derechos de la mujer”, un libro aún hoy reeditado como fundacional del pensamiento por la emancipación de la mujer más allá de las cortapisas sociales más variadas del momento. También lo fue del pensador e intelectual precursor del anarquismo William Godwin, ambos nombres claves en el pensamiento progresista del paso del siglo XVIII al siglo XIX.
Shelley perdió pronto a su madre y su padre tuvo numerosos apuros económicos, igual que ella en sus sucesivos y tormentosos amoríos, el más conocido con el matrimonio con el célebre poeta romántico Percy B. Shelley, un hombre poco común (amigo íntimo de Lord Byron) y de salud delicada.
Existen muchas leyendas sobre la gestación del monstruo que la haría famosa de forma sempiterna, sobre esos parajes y paisajes humanos (rurales y urbanos) que la autora plasmó ya a los diecinueve años y que la llevarían finalmente a la novela de ciencia ficción con “The last man”. Pero Mary Shelley además escribió otra serie de cuentos y novelas cortas de pluma femenina y talante levemente feminista, donde cuestiona el totalitarismo de lo social sobre los derechos a la diferencia individual y humanista.
Autora de relatos góticos, es fruto de un país en transición donde las nuevas ideas chocan con una sociedad violentamente dividida en clases sociales y con una división brutal entre lo masculino y lo femenino. Su obra cumbre, que ahora cumple su segundo centenario, sigue siendo un impecable libro de suspense, intrigas sentimentales, melancolía y reflexión sobre los sentimientos, pero también la imagen dolorida de un ser “distinto” perseguido por fuerzas que todavía se deciden a apuntalar conceptos como el de normalidad, humanidad o masculinidad. |