Se cumplieron 150 años del nacimiento de Julieta Lanteri. Mucho más que una sufragista. Luchó contra la opresión de las mujeres, ayudó a las trabajadoras a organizarse.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Miércoles 22 de marzo de 2023 23:00
Imagen: Julieta Lanteri junto a Raquel Camaña trabajando en una rotativa, 1912. Fondo Caras y Caretas.
El 22 de marzo Google amaneció con una ilustración de Julieta Lanteri en su logo. Se cumplieron 150 años del nacimiento de la primera mujer que votó en Argentina y en América latina. Pero esa es solo una parte de su historia.
Julieta Lanteri perteneció a la generación de mujeres que crecieron cuando el Código Civil las consideraba “incapaces” o “menores”. No tenían ningún derecho civil; pasaban de la tutela del padre a la del marido.
Llegó cuando era muy chica con su familia desde Italia. Su padre había heredado una casa, y eso les permitió a sus hijas seguir los estudios más allá de la escuela primaria (el punto máximo para la mayoría de las mujeres). Después de sortear varios obstáculos, Julieta logró ingresar y graduarse de la facultad de Medicina. Fue la sexta médica en el país. La primera había sido Cecilia Grierson.
Participó de varias organizaciones, como la Asociación Universitarias Argentinas (fundada por Grierson) y la Liga pro Derechos de las Mujeres. También participó del primer Congreso Internacional de Libre Pensamiento, donde conoció a María Abella de Ramírez, una de las primeras impulsoras de leyes para garantizar iguales derechos para niñas y niños que nacieran fuera del matrimonio.
¿Qué quieren las feministas?
Cuando se preparaban las celebraciones del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, varias feministas, entre ellas Julieta Lanteri, propusieron realizar un Congreso Femenino Internacional. Los reclamos más importantes que discutieron y votaron a mano alzada fueron: igualdad de derechos; educación laica y mixta; igualdad salarial; derechos laborales para las trabajadoras (especialmente la licencia por maternidad); derecho al divorcio y al voto.
Existe una imagen tramposa de que el sufragio era un reclamo único, que interesaba solamente a las mujeres de la alta sociedad y no tenía nada que ver con las demandas de la mayoría de las mujeres, que eran trabajadoras como hoy. Y este prejuicio fue y sigue siendo funcional para mantener dividida la lucha por derechos políticos y económicos.
En la vida real, muchas sufragistas apoyaban las luchas de las trabajadoras, la organización sindical y querían muchas más cosas que el derecho a votar. Julieta Lanteri fue una de ellas y fue designada por las lavanderas de La Higiénica como su asesora frente a los dueños de la empresa. Y ayudó a fundar su sindicato junto con otras militantes, como Carolina Muzzilli.
Mucho más que la primera
Cuando tramitó su ciudadanía, se dio cuenta de que el documento no distinguía géneros al hablar de derechos y obligaciones. Cumplía todos los requisitos y como la ley no lo prohibía, exigió que la anotaran en el padrón electoral de la Ciudad de Buenos Aires. La Ciudad rechazó su pedido pero la Justicia le dio la razón.
Así, en 1911 se transformó en la primera mujer en votar en las elecciones en Argentina y en América latina. La hazaña fue imposible de repetir porque en 1912, la ley Sáenz Peña, del voto “universal”, secreto y obligatorio, excluyó deliberadamente a las mujeres. Para figurar en los padrones electorales había que enrolarse en el servicio militar obligatorio.
¿Julieta Lanteri se fue a la casa? Por supuesto que no. Se presentó en los cuarteles para enrolarse en el Ejército y la rechazaron. Llegó a entrevistarse con el ministro de Guerra y aunque no consiguió su objetivo, se le ocurrió otra idea.
La ley decía que las mujeres no podían votar, pero no que no podían ser candidatas. Entonces fundó el Partido Feminista Nacional y anunció su candidatura a diputada nacional por Buenos Aires en 1919. Un día, la ciudad amaneció empapelada con un afiche de Julieta Lanteri que decía: “En el Congreso una banca me espera, llevadme a ella”.
El 18 de marzo hizo un acto en la Plaza de Flores (dicen que se paraba en un banco y es probable que haya sido el primero protagonizado por una mujer). Katherine Dreier, una sufragista estadounidense que estaba en Buenos Aires, estaba ansiosa por conocerla y escribió en su diario de viaje sobre la concurrencia: “dos mil personas –de diversas clases- se habían detenido a escuchar el discurso de la doctora Julieta Lanteri”.
Julieta consiguió 1.730 sufragios (solo el 1%), pero nadie lo evaluó como un fracaso, todos sus electores eran varones. El escritor Manuel Gálvez escribió en su libro Recuerdos de la vida literaria: “no quería votar por los conservadores ni por los radicales”, entonces votó a “la intrépida doctora Lanteri”.
Su candidatura y, sobre todo su insistencia, despertaba pasiones a ambos lados de la grieta. La escritora Alfonsina Storni recuerda en una crónica del diario La Nota la opinión de un “hombrecillo perfumado” al que le pregunta “¿qué opina usted de la doctora Lanteri?” y él responde “que es fea”. Storni cerró su columna diciendo: “me hizo tanta gracia que me estoy riendo todavía”.
Lanteri respondía con altura y ocurrencia a los insultos cotidianos: “¡Oh, los hombres! Almas ingenuas que se creen imprescindibles. Suponer que la mujer intenta quitarles sus derechos, cuando, en realidad aspiramos solamente a colaborar con ellos en la marcha del mundo”.
Nadie nos regalará nada
El mérito de Julieta no fue votar por primera vez, sino hacerlo como proclama política y exponer que las mujeres eran ciudadanas de segunda.
Nunca se retiró de la actividad política, aunque en sus últimos años debió duplicar las horas en su consultorio particular (brindaba tratamientos para la calvicie) y endeudarse para afrontar multas por varios de sus desafíos. Tampoco la amedrentó la persecución política, que se intensificaba desde 1930.
En 1932, Lanteri murió en una situación extraña, cuando un auto dio marcha atrás y la atropelló sobre la vereda. Lo más sospechoso fue el conductor, un militante de la Liga Patriótica (una agrupación de ultraderecha). Varias amigas y compañeras de Julieta denunciaron su muerte como un asesinato.
Su militancia desmintió la promesa de avance gradual y la evolución “natural” de los derechos: “La mujer debe luchar para conseguir la realización de sus derechos. Nadie nos regalará nada”, decía.
Una de sus frases más famosas la dijo en 1922: “Arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Éstos no se mendigan, se conquistan”. Pasó un siglo y además de ser verdad es tremendamente actual.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.