Un trabajador aeronáutico describe la jornada que vivió el lunes, cuando comenzaba el paro general que paralizó el país.
Miércoles 27 de junio de 2018 15:30
25 junio, paro general, yendo al Puente Pueyrredón con la agrupación El Despegue.
4 am de la matina. Frío, pero de esos que duelen, de esos que nos comemos en los aeropuertos. Arranco para el punto de encuentro, llego y el micro está lleno de trabajadores de distintos gremios, hay estudiantes, docentes, que ven que hay que coordinar las distintas luchas con otros sectores para vencer, que ven que hace falta un plan de lucha porque con paros domingueros no se gana.
Soy trabajador de Aerolíneas Argentinas. El lunes las calles estaban vacías, y no por el frío, sino porque la CGT y la CTA no llamaron a movilizar. Mi gremio está dentro de la CTA, adhirió al paro pero no movilizó. A.P.A (Asociación de Personal Aeronáutico), ni a asambleas llamó.
Como trabajador aeronáutico decidí movilizarme con los compañeros de la agrupación El Despegue, porque pienso que los derechos se consiguen luchando y la lucha está en la calle en estos tiempos donde el gobierno acuerda con el FMI y nos hipoteca la vida. La fuente de laburo peligra por la entrada de las low cost en los aeropuertos, por ejemplo, donde las escalas desaparecen, se terceriza aun más y ya no hay presupuesto para la aerolínea de bandera. Por eso me movilicé, por eso si hay que cortar un puente se corta, si hay que organizarse me organizo con los que muestran una salida.
Los aeronáuticos llegaron a cortar la pista del aeropuerto, recuerdo, o desinflar las ruedas de los aviones de Iberia para que no despeguen, y más, en otros tiempos, pero tan parecidos a estos, hay similitudes, déjà vu, quizás… ¡pero no! Es el capitalismo. La rueda cada tanto al girar pasa por el mismo lugar, la historia se repite y los trabajadores pagan los platos rotos. Y así giran la crisis, los despidos, el déficit, las campañas de opinión pública en contra, y el “ya es tarde”. Seguro que de nuevo nos van a descontar el presentismo o el viático, pero hasta eso se podría pelear; quedándonos en casa, como quieren las burocracias, no. El ajuste llegó hace rato.
Banderas rojas que cortan la pasividad
6 am. Yendo a la acción planificada, chistes de por medio: "que no tiren agua”, risas… el micro avanza y frena, cada vez suben más compañeras y compañeros, hasta que se detiene en Avellaneda. Ahí se ve el escenario, luces azules de un lado y del otro, banderas rojas. Y ahí vamos nosotros subiendo el puente; desde arriba se ve a los compañeros en la calle de abajo con un cordón de Prefectura bloqueando, a nosotros no nos ven, y subimos con caravanas de autos como custodia. Estamos arriba; bajamos de los micros con ánimo, con moral, el frío se transformó en amigo y nos despierta. Adrenalina, atentos a todo, cortamos, cortamos la mano hacia Capital, se ve que vienen más micros y más ánimo, se despliegan las banderas, suenan bocinas, se canta “unidad de los trabajadores”, nos encolumnamos y marchamos hacia donde están quienes empiezan a subir el puente. La Prefectura queda en el medio de las dos columnas, le hicimos una “jugada sanwich”, se quedan desconcertados. Nuestra moral bien alta, “acá està la izquierda que se planta”, “Bullrich te cortamos el puente/ te querés matar” se escucha fuerte. La Prefectura retrocede y huye, son pocos. Se juntan las columnas de manifestantes, las de abajo con las de arriba del puente, ganamos en posición y en número, ahora a aguantar.
Si una mujer avanza...
8 am. Frío, el sol que no sale más, las patas heladas, humo de cubiertas. El puente es nuestro, caen los medios de comunicación, el frío no afloja. Yo estoy en la mitad de la columna; me pego una vuelta por adelante del corte y veo a las leonas con los pañuelos verdes furiosas, agitando a más no poder en la jeta de la yuta, ellos con escudos y armas, ellas con sus pañuelos verdes que los dejan petrificados.
10 am. Nos agrupamos y ordenamos, sube la tensión, no nos dejan avanzar. Las compañeras no paran de agitar, parecen que rujen y sus cánticos, su valor, esos pañuelos hacen que la yuta se corra y avanzamos por el puente hacia Capital. Las banderas pesan, el viento y el frío también, pero el ánimo y ver esa escena de las compañeras cara a cara con la yuta, ver a los compañeros en los autos de la otra mano que garantizaron el corte y daban ánimo, se hacía todo mas valioso. Ver el Riachuelo desde arriba del puente también tenía su encanto, y hasta el sol salió en ese mismo instante para ver a las mujeres marcarle el camino a la clase obrera una vez más.