El sindicato ELA convoca tres nuevas jornadas de huelga para el 4, 5 y 6 de octubre en las residencias de Bizakaia ante la negativa de la patronal a negociar el convenio laboral, que lleva sin renovarse desde hace dos años.
Lunes 19 de septiembre de 2022
Las trabajadoras en residencias vuelven a tomar las calles contra la precariedad laboral y la pésima situación de las residencias en Bizkaia. En esta ocasión, se realizarán huelgas el 4, 5 y 6 de octubre.
Esta zona es la que mayor número de camas privadas tiene: un 45% de las plazas en residencias son costeadas totalmente de forma privada. De 154 residencias, sólo 33 son públicas. El resto, dependen de conciertos o son completamente privadas. En este último caso, el mes de estancia puede llegar a costar los 4.000 euros. En el caso de las concertadas, el precio es más reducido porque a Diputación costea el 70% del gasto, un buen pellizco que se llevan las empresas al bolsillo de forma asegurada.
Pese a ello, las condiciones de la plantilla no se equiparan a los cuantiosos beneficios de las residencias. No sólo el salario es bajo (apenas mil euros) sino que los horarios son endiabladamente largos, superando las 40 horas semanales, de igual manera que la desprotección es abrumadora.
Para conocer la situación basta ver las reivindicaciones que hicieran en 2016 para imponer el convenio por el que ahora se lucha. Entonces, las trabajadoras llevaron a cabo una huelga de 378 días para forzar a las empresas a sentarse a negociar un convenio que reconociese un salario digno, la jornada de 35 horas, la bajada de ratios y algo tan básico como el 100% de la baja en caso de accidente o enfermedad laboral.
La pandemia impidió que el convenio pudiese ser nuevamente negociado para renovarlo. Pese a todo, se demostró que las mejoras logradas no eran suficientes para tener un trabajo digno ni para que las residencias funcionasen con la calidad necesaria. Como ocurrió en Madrid, en Bizkaia se vio que la privatización del sector sólo sirvió para empeorar las cosas al tiempo que las empresas amasaban beneficios.
Ante esta situación, las trabajadoras exigieron retomar la negociación del convenio y proponer mejoras. Entre ellas, pedía derechos básicos y fundamentales: fijeza para los trabajadores, que se pagase la nocturnidad, los domingos trabajados y la antigüedad, además de que se aplicasen mecanismos para garantizar que las empresas cumplían con el convenio. También han pedido la equiparación entre las trabajadoras de residencias privadas y públicas y un aumento salarial acorde con el IPC, una subida necesaria si consideramos que la inflación está alcanzando cotas que dificultan llegar a fin de mes.
Esta negociación se inició en 2021, pero las empresas cortaron rápidamente por lo sano al tiempo que la Diputación se desentendió. Así, en diciembre de 2021 iniciaron las primeras jornadas de huelga, seguidas por otra oleada en febrero y en mayo. En todos estos casos, ELA confirmó un gran seguimiento pese a los servicios mínimos abusivos y que seguirían en pie de guerra hasta que la precariedad en las residencias se remitiera. Su portavoz, Ander Akarregui, advertía que el sector tenía unas condiciones «inasumibles» y, apuntaba, que no sólo se debía a la voracidad de las empresas que habían parasitado el sector, sino que la Diputación tampoco había intervenido para defender lo público y a las trabajadoras.
No obstante, otros agentes que han favorecido la horrible situación en las residencias, no sólo de Bizkaia sino de todo Euskadi, han sido CCOO y UGT. Ya en el pasado, estos sindicatos se sentaron en las mesas de negociación sin pretensión de luchar por los derechos de las trabajadoras. Apenas rascaban migajas se desentendían de las huelgas y siempre mostraban un talante conciliador. Sirva de ejemplo la claudicación de UGT en Gipuzkoa en 2018, cuando abandonó las movilizaciones y firmó un convenio a medida de la patronal. En esta nueva convocatoria, CCOO y UGT se han descolgado como ya hicieran en mayo de este año, cuando convocaron manifestaciones paralelas a las de ELA, una maniobra de división en toda regla.
“La vida es lucha”, el libro de las huelguistas de las residencias de Bizkaia
Sin embargo, en 2016 las trabajadoras de las residencias ya sostuvieron (y vencieron) 378 días de huelga en los que, asumiendo el riesgo de que el cansancio desgastara sus fuerzas, contrariamente las ha fortalecido dando a conocer en todo el Estado una realidad que no sólo ocurre en Bizkaia: la de los trabajos de cuidados, altamente feminizados, vergonzosamente pagados y precarizados y atravesados por casos de abuso y maltrato patronal.
Esta movilización es parte de todo un tsunami de huelgas que recorre el Estado Español, pero muy especialmente Euskadi (pensemos en las limpiadoras del Guggenheim, la huelga de Tubacex o de Mercedes en Vitoria-Gasteiz, todas ellas con un seguimiento masivo que forzaron a las empresas a negociar con los trabajadores). Contra la conciliación de las burocracias sindicales, una vez más la clase obrera demuestra que sus métodos, la organización y la lucha, son los únicos que pueden someter a los grandes capitalistas y conquistar derechos. Es esta una lucha que no sólo tiene que darse en los lugares de trabajo para conseguir victorias parciales, sino que son cruciales para enfrentar la recesión que se aproxima y la inflación que las empresas, amparadas por el Gobierno de PSOE-UP y de los gobiernos autonómicos, van a cargar sobre los hombros de la clase trabajadora.