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Red Internacional
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ANIVERSARIO CONSTITUCIÓN. 40 años de un candado que la juventud quiere romper

La Constitución cumple 40 en medio de una crisis de régimen que no cierra. Unidos Podemos participa de los actos con una propuesta de reforma constitucional muy lejos del clima antimonárquico y en favor de procesos constituyentes que crece en sectores de la juventud.

Santiago Lupe

Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN

Jueves 6 de diciembre de 2018

Foto: sus Señorías, incluídos los y las diputadas de Unidos Podemos, en pie apara recibir a Sus Majestades los Reyes.

Foto: sus Señorías, incluídos los y las diputadas de Unidos Podemos, en pie apara recibir a Sus Majestades los Reyes.

"Click". Hoy hace 40 años que el “compromiso histórico” alcanzado entre los restos de la Dictadura, la Monarquía, las direcciones obreras reformistas -en especial el PCE, el PSOE y las cúpulas de CCOO y UGT- y las direcciones políticas del catalanismo conservador "echaron el candado". Se lograba la aprobación de la Constitución del 78, un texto todavía presidido por el “aguilucho” de la Dictadura y que consagró en Ley Suprema el “atado y bien atado” que en su día entonara Franco en su crepúsculo.

La Jefatura del Estado recaería en la Casa Real, restaurado el trono en el heredero del Caudillo desde 1975. El título sobre la unidad de España, que niega toda posibilidad de ejercicio del derecho a la autodeterminación y consagra velar por ello al Ejército, fue redactado por un puñado de generales excombatientes de la guerra civil. Otras leyes fundamentales ya habían sido aprobadas y refrendadas en Cortes, como la de Amnistía que garantizaba la impunidad de los crímenes franquistas, o la electoral que aseguraba un modelo mayoritario y no proporcional.

Así echaba a andar un nuevo régimen basado en una democracia representativa, que mantendría en la recámara un poder arbitrario como es el Rey para momentos de crisis -véase su último papel el 3-O- y sobre todo una continuidad directa en el aparato judicial, policial, militar y del alto funcionariado. Franco había muerto, pero el franquismo podía estar tranquilo. Y sobre todo podían estar tranquilas la banca, las grandes empresas y fortunas. Igual que la dictadura, la naciente democracia iba a serlo de su clase.

De hecho su acto inaugural sería el mayor ajuste contra la clase trabajadora llevado adelante desde el final de la guerra civil. El desempleo subió en los años siguientes por encima del 20%, a comienzos de los 80 comenzaron las contrarreformas laborales -la mayoría obra del gobierno de Felipe González- y los apartados constitucionales de derechos sociales o las promesas de desarrollo del Estado del Bienestar de los Pactos de la Moncloa se irían entregando a goteo y siempre vinculadas a que los capitalistas estuvieran haciendo grandes negocios. Por eso cuando dejaron de hacerlos, lo que se dió con la mano izquierda a lo largo de 20 años, se quitó on la derecha y de una sola tacada por Zapatero y Rajoy de 2010 en adelante.

El 6 de diciembre de 1978 culminó en gran medida el intento de evitar que la caída de la Dictadura, que no concluyó el 20 de noviembre de 1975, se produjera por la vía de la movilización obrera y popular que se desató con inusitada fuerza desde enero de 1976. Las direcciones reformistas trabajaron para bloquear y boicotear toda dinámica en ese sentido, erigiéndose como enemigas de la autoorganización y hasta de cualquier movilización que “desestabilizase”, en especial a partir de 1977. Si esto sucedía no solo se podría haber llevado adelante el programa de “ruptura democrática”, sino también imponer un programa para resolver los grandes problemas sociales sobre los privilegios de los capitalistas.

Por su parte el Franquismo y la Monarquía, por medio de su hombre, Adolfo Suárez, aceptaron integrar a la mesa a los líderes de la oposición. Muchos de ellos acabarían en menos de una década engrosando las filas de la “beautifull people” de la época de González, otros en retiros laureados y dorados como Santiago Carrillo. Al mismo tiempo aceptaron someter a elecciones y plebiscito su reforma de la “ley a la ley”, eso sí, siempre contando con que ganaban, ya fuera con la ayuda de los grises, TVE, la ley electoral, el ruido de sables o los petrodólares saudíes para la campaña de la UCD.

Nacía así el llamado consenso del 78. Un consenso edificado sobre la traición y el desvío de la lucha de miles de obreros, estudiantes, mujeres... del antifranquismo. Sobre el desempleo de masas, la reconversión industrial que arruinó regiones enteras, sobre la plaga de la heroína en la juventud. Sobre la represión estatal a todo el que se salía del consenso, montajes policiales como el caso Scala en Barcelona, terrorismo de Estado contra la izquierda abertzale y el mantenimiento de la tortura y los malos tratos. Sobre la negación del derecho de autodeterminación, la inviolabilidad del rey y la impunidad absoluta de los crímenes de la dictadura.

Un consenso que más bien se asemejaba al concepto de la "pax romana", y que, definitivamente, se dió por muerto hace ya casi una década. Con la eclosión de la crisis capitalista se comenzó a gestar una profunda crisis de régimen que sigue completamente vigente. El 15M y la crisis de representación del “no nos representan”, fue su primera gran manifestación, el movimiento democrático catalán y el 1-O el momento más crítico, y hoy parece haber llegado ya hasta el profundo cuestionamiento de la casta judicial y la misma Monarquía, como expresan las manifestaciones contra el Supremo, las sentencias de la manada o el movimiento de los referéndum sobre la monarquía.

En ese marco de "barco haciendo aguas" se ha querido conmemorar esta semana en el Palacio del Pardo -curiosamente antigua residencia de Franco- y el Congreso tan distinguida efeméride. La Casa Real ha querido hasta aprovechar la ocasión para rehabilitar al Rey emérito, que ha hecho un hueco en su agenda repleta de saraos y encuentros casuales con “demócratas de toda la vida” como el príncipe saudí, Mohamed Bin Salman, alias el “descuartizador”.

Propuestas de salida para esta crisis las hay para todos los gustos. Primero Felipe VI, junto al bloque monárquico y la Judicatura, propusieron la receta 155: aprovechar la ocasión que presentaba la represión al movimiento catalán para redefinir en clave represiva y centralizadora el Régimen del 78. Se las prometían felices y exitosos, con miles de balcones engalanados de rojo y gualda para bendecir la operación. Pero de repente, se toparon con un 8M histórico, en el que la huelga de mujeres, junto a las mareas de pensionistas o nuevas manifestaciones en Catalunya, demostraron que el malestar social y político no tragaba con sus ruedas de molino.

El PSOE y Unidos Podemos propusieron entonces una regeneración con barniz progre, el proyecto de la moción de censura. Pero este tampoco ha salido. Ni el PSOE quiere desandar lo andado con la receta anterior de la que fue parte, el 155, en especial en Catalunya. Ni cuenta con la venia de Su Majestad y la Judicatura, que insisten en volver al plan que se presentó en sociedad en el discurso del 3-O y que este mismo 6D Felipe VI ha vuelto a defender en su apuesta por que se hagan cumplir las leyes.

Como ala más consecuente de la restauración conservadora, emerge Vox, que a la vez que compite electoralmente con el PP y Cs, puede ser un espaldarazo para que su proyecto se acabe cristalizando en algún gobierno bonapartista de derechas como los que ya pueblan varios países de Europa, América Latina y el mismo EEUU.

¿Y entre tanto en qué está Podemos e IU? Sorprendentemente hoy se han sumado a los actos de conmemoración del 40 aniversario. En el caso de IU vuelve a este evento después de una larga ausencia de 7 años. Lo han hecho desde una posición crítica al estilo de las “leales oposiciones a Su Majestad”, incluido el recibir en pie, como todo leal súbdito, a SS. MM. los Reyes en su entada en el hemiciclo. Gestos acordes con el eje de sus discursos hoy. En todo momento han reconocido los éxitos de aquel consenso y su apuesta por reconstruirlo o modernizarlo. Es decir, cambio sí, pero “sin sacar los pies del plato”.

Pablo Iglesias en una video-entrevista para El País ha señalado tres grandes asuntos a tratar en una posible reforma constitucional. Por un lado convertir al Senado en una cámara territorial, una reforma que ya fue propuesta esta misma semana por el mismo Felipe González como contrapartida a no aceptarse “jamás” el derecho a decidir. Por el otro una reforma de la ley electoral que amplíe la circunscripción de la provincia a la comunidad autónoma. Y por último, abrir el debate sobre la utilidad de la Monarquía, algo que ya adelantó en un artículo reciente y que deja la puerta abierta a que Felipe VI pueda demostrarnos su “utilidad”, como ya expliqué en este artículo.

Además de lo limitado de la crítica y propuesta del neorreformismo, es de resaltar que en ningún caso se habla de promover un proceso constituyente, ya no totalmente libre y soberano -es decir sin límite de agenda ni de poderes tutelares-, sino ni siquiera como el del 77-78. La propuesta es una mera reforma, de agenda previamente pactada y en la que el pueblo soberano, como el 6D de 1978, solo será convidado a refrendarla o no.

Una propuesta que es perfectamente coherente con su reivindicación del consenso del 78 y el modelo de Suárez y Juan Carlos I, totalmente aceptado por González y Carrillo, de ir de la “ley a la ley” y desactivando toda movilización por abajo, en especial de la clase trabajadora.

El “cambio” de la “izquierda del cambio” cuesta cada vez más poder distinguirse. Algo que explica también que como expresión electoral de la desafección al régimen de vastas capas, y en especial los más jóvenes, vuelve a ser la abstención la forma más extendida, como se acaba de evidenciar en las andaluzas. Como discurso, el de Podemos e IU ha dejado hace mucho de osar impugnar al Régimen del 78.

Contrasta sin embargo con otros fenómenos que empiezan a desarrollarse por abajo, como el movimiento de las consultas sobre la monarquía que ya se extiende a 33 universidades. Estos jóvenes de 18, 19 o 20 años, están planteando que quieren ser consultados sobre la forma de Estado, pero también exigen poder cuestionar la propia Constitución, su origen mítico en una Transición cuya relato oficial no se creen y, en el caso de varias universidades, ligan estas demandas a la lucha por abrir procesos constituyentes totales, libres y soberanos, donde no solo debatir que hacer con el Senado o la Ley Electoral, sino reconocer el derecho de autodeterminación, decidir si se paga o no la deuda, como acabar con la precariedad, con la especulación urbanística o si hay que nacionalizar la banca y las empresas estratégicas.

Mientras Iglesias y Garzón hacían este discurso en el Congreso y se levantaban al paso de Su Majestad, a sus puertas se celebraba una manifestación contra la Corona y la Constitución del 78, en la que por primera vez un nutrido cortejo de universitarios hacía acto de presencia encarnando este cuestionamiento.

Como planteábamos en la última declaración de la CRT, nosotros “luchamos por terminar con la monarquía y el corrupto régimen heredero del franquismo para conquistar una democracia muy superior a la más democrática de las repúblicas burguesas. En un estado plurinacional como el español, luchamos por una federación de repúblicas basadas en consejos obreros elegidos democráticamente”. Aún así “somos conscientes que aún somos una minoría quienes defendemos esta perspectiva, mientras que la mayoría del pueblo trabajador aún tiene ilusiones en los mecanismos del sufragio universal como vía para lograr una democracia más generosa”.

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Es por eso que “defendemos la lucha junto a la clase trabajadora, al movimiento estudiantil, de mujeres, los sindicatos y organizaciones del movimiento de masas, por imponer la institución más democrática concebible dentro de la democracia representativa: asambleas constituyentes libres y soberanas en todo el Estado”.

Una demanda que empieza a ser tomada por sectores de la juventud y de movimientos democráticos, como el catalán, y que hay que transformar en un gran movimiento que empalme con otros como el de las mujeres e impacte en la clase trabajadora. Despertar esa gran fuerza social para pelear por esta perspectiva es la única manera de poder desbaratar todas las recetas de restauración o regeneración de este régimen, incluídas las que el salen por su extremo derecho, y aspirar a dar una salida a las grandes aspiraciones democráticas y sociales pendientes.


Santiago Lupe

Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.

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