Los grandes medios de comunicación han instalado en el sentido común de la gente tergiversaciones de lo que defendemos los socialistas. Acá te respondemos cinco mitos que escuchamos cotidianamente.
Los socialistas tenemos que lidiar muchas veces con estereotipos, clichés y argumentos repetidos por los grandes medios de comunicación que dan una explicación errónea de lo que es el sistema que defendemos. Muchas veces esos argumentos los repiten gente, incluso de nuestra propia familia, que no comparten nuestra política y con quienes debatir suele ser emocionalmente agotador, a la vez que ven ese tipo de discusiones como una fuente de entretenimiento para ellos.
Pero también es verdad que discutir sobre la complejidad del materialismo dialéctico no es lo más fácil de hacer con la tía pro-vida católica de la familia, por lo que aquí presentamos una guía fácil para responder a esos estereotipos que escuchamos constantemente en nuesra vida cotidiana.
#1 “Los socialistas quieren quitarte tus cosas”
Este es un argumento no solamente falso, sino que es uno de los que más se han repetido en los últimos años. Emana de un miedo frustrantemente común producto de la falta de comprensión de lo que es el concepto de la propiedad privada.
Los socialistas nos oponemos a la propiedad privada y queremos poseerla para el bien común. Sin embargo, no nos oponemos a la propiedad personal. Queremos abolir la propiedad privada de los medios de producción, es decir, aquello que produce los bienes que usamos; por el contrario, defendemos el acceso al consumo de las amplias mayorías. Es decir, no tenemos nada en contra de la propiedad personal de los medios de consumo.
Esta última se refiere a aquello que se tiene para uso personal: un cepillo de dientes, libros, ropa, el automóvil, la casa, el celular, la televisión, etc. Básicamente, todo el mundo tiene alguna forma de propiedad personal. Por el contrario, la propiedad privada se refiere a ser dueño de un medio de producción; es aquella propiedad que permite la explotación de trabajadores y volverse rico a costa de su trabajo. Esta es la gente a la que queremos expropiar: a los grandes empresarios y terratenientes. Muy poca gente de hecho posee algún tipo de propiedad privada; incluso los pequeños propietarios con unos cuantos empleados o la familia que renta un cuarto extra en su casa pueden ser aliados de la clase obrera.
A menos que poseas un gran negocio o seas un poderoso terrateniente, tu propiedad no será tomada, así que puedes dormir tranquilo. De hecho, para la mayoría de la gente expropiar a los capitalistas solo significa que ahora nosotros decidimos democráticamente sobre la producción, y esas decisiones no se basan en la ganancia, sino en lo que más le conviene al consumidor y al productor. Significa más control, no menos. Tu celular, tus videojuegos y tu playera de Abercrombie van a seguir siendo tuyos.
#2 “La gente es fundamentalmente floja, por lo que en el socialismo muchos trabajaremos mientras otros no hacen nada”
Este mito surge de la idea de que en el socialismo algunos van a realizar todo el trabajo mientras otros (generalmente los funcionarios del Estado) harán muy poco y se quedarán con lo producido. Este estereotipo hace enfadar a varios porque el escenario descrito no sería “justo”.
Pero así no funciona el socialismo. Por el contrario, el que funciona así es el capitalismo.
Bajo el sistema actual, vamos a trabajar todos los días y a gastar nuestras vidas mientras algunos hombres trajeados se sientan en salas de juntas cómodamente y se enriquecen a través de nuestro trabajo. La ganancia es algo que nosotros, como trabajadores, generamos, mientras ellos, los patrones, nos lo quitan.
El mundo descrito en el cual el trabajador labora para enriquecer al flojo es el mismo en el que actualmente vivimos. Muchos obreros tienen que tener varios trabajos para llegar a fin de mes. Además, lo que usualmente se llama “flojera” es justamente lo que podríamos llamar el rechazo cotidiano al trabajo bajo el capitalismo: tomar tiempo para hablar con los compañeros de trabajo en medio de un empleo que es aburrido o deshumanizador, usando todo el tiempo libre o incluso quejarse del día. La “flojera” es una reacción a sentir que el trabajo no tiene sentido y no algo que sea inherente al trabajo en sí.
Pero esto no tiene que ser así. Podríamos involucrarnos en planear nuestro trabajo, entender el proceso y el objetivo. En el socialismo, organizaríamos la producción de manera diferente: trabajaríamos menos horas en un trabajo que disfrutaríamos, no nos tendríamos que preocupar por el dinero y nos podríamos sentir involucrados en el trabajo que hacemos.
La separación entre trabajo manual e intelectual se diluiría y todo el trabajo que se pide podría proveer un beneficio material a la sociedad. Y lo más importante: podríamos pasar más tiempo sin trabajar. ¿Por qué tenemos que hiper-concentrarnos en la productividad? Después de todo, la tecnología podría permitirnos trabajar significativamente menos.
Incluso en países no socialistas como Alemania, Suecia y los Países Bajos, vemos que los trabajadores laboran por menos tiempo y aún así son más productivos. En el comunismo no tendríamos por qué trabajar por tantas horas e incluso podríamos tener de todas maneras sistemas de producción más eficientes que nos permitirían tener más tiempo libre para usarlo en el ocio creativo de la ciencia, el arte, la cultura y lo que querramos.
#3 “No puedes decirte anticapitalista y al mismo tiempo tener celular y usar redes sociales porque son inventos del capitalismo”
Tan extendido está este argumento que ya hay varios memes burlándose de él. Y a pesar de ello sigue siendo un contra-argumento muy extendido basándose en dos suposiciones: la primera, que todos aquellos que viven en un sistema capitalista son capitalistas y que por lo tanto es hipócrita criticar el orden actualmente existente; y segundo, que solamente el capitalismo genera innovación.
El primer argumento es el más fácil de desmentir, ya que es prácticamente imposible no participar en un sistema capitalista, más aún cuando este sistema ya se encuentra dominando a todo el mundo (salvo un puñado de estados obreros aislados). En virtud de vivir en este mundo, tenemos que participar de una u otra manera en él: tenemos que pagar por comida, ropa, vivienda y, sí, también por tener teléfonos para que materialmente podamos arreglárnoslas en la vida. Eso no nos vuelve capitalistas ni nos hace cómplices del sistema.
Los capitalistas son quienes poseen los medios de producción y obtienen una ganancia explotando el trabajo de las amplias mayorías que no tienen nada que vender excepto su fuerza de trabajo. Los capitalistas no son quienes están luchando por ganarse la vida en un sistema en el que no escogimos nacer y luchamos día a día para sobrevivir. Este argumento convierte a las víctimas del capitalismo (la clase obrera) en ser responsables del sistema en vez de que sean los burgueses, quienes sí son responsables de mantener el sistema.
El segundo argumento, que supuestamente sólo el capitalismo puede traer innovaciones, muestra una profunda ignorancia en cómo sería una sociedad socialista y cómo el sistema actual realmente funciona. La innovación capitalista se basa en la premisa de que dicha idea sea rentable. Esto significa que el tiempo y los recursos sólo se usan para aquello que pueda generar dinero (por lo general en el corto plazo). Por lo tanto, cosas como las energías renovables no se investigan porque no se piensa que sean rentables.
La innovación en el capitalismo sólo ocurre cuando un potencial claramente rentable pueda ser visto. Además, por el enfoque en la competencia, la investigación no es compartida y por lo tanto el proceso de innovar se ve constreñido por la información a la que la compañía que financia la investigación tiene acceso. Aunque el capitalismo ha traído varias innovaciones, —muchas de las cuales son muy buenas y tienen el potencial de mejorar la vida— la búsqueda de ganancia no es sólo un obstáculo para el desarrollo que necesitamos, sino que también está destruyendo el planeta.
En el socialismo, la necesidad de volver todo una ganancia se eliminaría, por lo que necesitaríamos desarrollar nuevas tecnologías e inventos para mejorar la vida de la gente. Este sería el objetivo primordial. Las investigaciones serían colectivas, la información libremente compartida y el desarrollo sería de manera cooperativa en vez de competitiva, buscando el mayor interés en las necesidades de la gente y las innovaciones que requieren en sus vidas.
Esto también significa que no habría obsolescencia planeada: las nuevas tecnologías durarían más y tendrían menos fallas. Seguiríamos teniendo smartphones en el socialismo, sólo que no serían fabricados para descomponerse en poco tiempo por trabajadores mal pagados en fábricas insalubres. Seguiría habiendo restaurantes de McDonald’s y refrescos de Coca Cola, sólo que producirían bajo nuestras reglas, las de los trabajadores y la economía planificada, y no las de los capitalistas y su mercado anárquico que busca la ganancia para unos cuántos.
#4 “Los socialistas nos volverán miserables, como pasó en la URSS y como sucede hoy en Venezuela”
Este es uno de los argumentos más complejos que usan contra el socialismo, resumiendo muchas experiencias y contextos en una caricatura. En primera instancia, habría que sugerir mayor lectura de qué ocurrió en cada contexto para tener un panorama más claro.
Empezando con Venezuela, a pesar de lo que los medios de comunicación y corrientes políticas como el propio chavismo afirman, la realidad es que Venezuela no es y jamás fue socialista. En el país sigue existiendo la propiedad privada de los medios de producción (que son, de hecho, la mayoría) y su constitución defiende dicho orden social.
Si bien es cierto que hay una burocracia gubernamental que vive en mejores condiciones que el resto de la población, y cuyo gobierno ha sofocado la disidencia mediante medidas represivas y autoritarias, y a pesar de que Chávez puso en marcha medidas progresivas como ciertas expropiaciones y el uso de retórica de izquierda y antiimperialista, eso no es socialismo. La crisis económica en Venezuela no se debe a un supuesto fracaso del socialismo, sino que es resultado de la intervención del imperialismo estadounidense.
Esto se debe a una combinación entre la caída de los precios del petróleo y las presiones del imperialismo, incluyendo varios intentos de golpe de estado y sanciones económicas. Actualmente hay un bloqueo en Venezuela, el cual exacerba la pobreza existente. En ese sentido, mucha de la miseria en Venezuela, como cualquier país semicolonial del mundo, es resultado directo del imperialismo, ya sea mediante sanciones, golpes de estado, intentos de desestabilización o la hiper-explotación del sur global por las trasnacionales y las organizaciones al servicio de los intereses de Estados Unidos.
El de Rusia es un caso distinto porque por un tiempo fue lo que los marxistas denominamos un Estado obrero. Es decir, en éste sí se llegó a expropiar a la clase capitalista mediante una revolución triunfante de la clase obrera, creando el primer Estado al servicio de los intereses de los trabajadores. En él, se tomaron medidas increíblemente progresivas incluso para su época, como el derecho al aborto o la legalización del matrimonio igualitario.
En la Rusia soviética los obreros controlaban sus centros de trabajo y las herramientas opresivas del Estado se reorientaron para defender a la clase trabajadora de los capitalistas. Sin embargo, la mayoría de los aspectos revolucionarios de la Unión Soviética se eliminaron una vez que Iosif Stalin llegó al poder, transformando al Estado obrero revolucionario en una dictadura contrarrevolucionaria que poco tenía que ver con las demandas que le dieron origen. De ahí que se reinstaurara la persecución a la comunidad sexodiversa o se prohibiera el aborto.
Una vez dicho esto, el argumento mayor que se esconde aquí es que supuestamente el socialismo siempre lleva a una dictadura opresora. Quienes sostienen esto señalan a los dos ejemplos ya mencionados (y más frecuentemente al régimen de Stalin) como prueba de que el socialismo “funciona bien en teoría pero fracasa en la práctica”. Este estereotipo además carece de un análisis materialista de cada situación donde el socialismo ha “fracasado”; ¿realmente el socialismo está destinado a fallar de antemano o hay maneras de hacer que tenga éxito?
Tomando como ejemplo a la Unión Soviética, ésta se encontraba en una situación económica específica en la que la población se enfrentaba al hambre y la miseria mucho antes incluso de la revolución. En un país que no estaba muy industrializado y bajo el ataque de decenas de ejércitos imperialistas de todo el mundo, un aparato especial —en este caso, la burocracia estatal— tuvo que emerger para distribuir la escasez de recursos. Fueron estas condiciones las que llevaron al ascenso de Stalin y no un problema inherente al sistema en sí.
Aunado a eso, cabe resaltar que “no todos los casos terminaron en desmoronamientos como la URSS (los cuales fueron el resultado de la acción de las burocracias restauracionistas y predichos por Trotsky más de 50 años antes), sino en represiones sangrientas donde lo económico no fue la causa de que el socialismo no predominara. Los críticos del socialismo tienden a simplificar procesos políticos complejos y los sucesos que acontecieron en todo un siglo, borrando de un plumazo años de historia y negando experiencias importantes de la clase obrera, con revoluciones socialistas y antiestalinistas. Una y otra vez, los explotados y los esclavos insurrectos lucharon por derribar el capitalismo, protagonizaron decenas de revoluciones, pusieron en pie organismos que mostraron qué estado podía construirse —uno democrático sobre la base de la autoorganización obrera y popular—, y si no pudieron triunfar fue porque, en los momentos decisivos, la burguesía y sus fuerzas armadas lo ahogaron en sangre con la complicidad de las direcciones reformistas”. [1]
Las condiciones materiales a las que se enfrentaron los bolcheviques hoy no están presentes en Estados Unidos. Los avances tecnológicos han permitido que hoy no haya la misma escasez ni el nivel de atraso de hace un siglo, y por lo tanto pone trabas objetivas que impedirían una traición tan monumental como la que se dio en Rusia. En vez de que no haya suficiente para sobrevivir, al contrario, tenemos más de lo que necesitamos.
Asegurar que todos tengan comida y recursos y al mismo tiempo apoyar revoluciones obreras alrededor del mundo sería comparativamente simple a diferencia de países económicamente menos desarrollados como la Rusia de 1917; además, Estados Unidos es hoy la principal fuerza contrarrevolucionaria en el mundo. Cuando haya una revolución en Estados Unidos, no es difícil imaginar al resto del mundo siguiendo el ejemplo, asegurando que el socialismo no se restrinja a un solo país. Precisamente el acto de abolir las fronteras y generar una economía planificada a escala global sería lo que traería el comunismo.
#5 “Que el estado tome medidas es socialismo”
Este es uno de los mitos que más se han esparcido sobre el socialismo. En especial el cineasta Michael Moore ha sido uno de los que más ha contribuido a este fenómeno asegurando que la plataforma del Partido Demócrata en los años 40 era socialista.
Esta noción de que todo lo que haga el gobierno es socialista ignora casi todos los elementos del marxismo. Para empezar, y en el nivel más básico, el socialismo implica la expropiación de toda la clase capitalista y el control obrero de los medios de producción. Los bomberos, bibliotecarios, carteros, y definitivamente los soldados no controlan los medios de producción en sus centros de trabajo. No hay comités obreros de bibliotecarios que decidan independientemente cómo administrar una biblioteca, como tampoco los hay de los trabajadores de las tiendas de abasto, los supermercados, las refinerías, los hospitales, las escuelas, etc.
Decir que el gobierno adopte medidas de proveer servicios básicos equivale a socialismo borra la línea entre reformas progresivas hacia un Estado de bienestar con un Estado obrero y socialista. El sistema de salud, por ejemplo, es una reforma progresiva que mejora las condiciones de muchos trabajadores, pero no es socialista.
Decretar reformas no va a traer mágicamente un Estado socialista, ni siquiera la nacionalización de algunas ramas de la industria. Eso no significa que los socialistas no apoyemos estas medidas —de hecho es todo lo contrario: creemos que luchar por esas reformas puede coadyuvar a forjar el poder obrero y desarrollar la solidaridad necesaria para llevar a cabo la revolución. Pero tampoco podemos reformar al Estado hasta desaparecerlo porque el Estado en sí no es un ente neutral.
Aunque existen personas —incluso muchas que se autoproclaman socialistas— que creen que por medio de elecciones y nuevas leyes podemos convertir al Estado capitalista en uno socialista o que vele por los intereses de las mayorías trabajadoras, desafortunadamente así no es como funciona el Estado. Esta es la perspectiva que defienden, por ejemplo, el chavismo, el kirchnerismo y demás corrientes de izquierda burguesa.
El Estado existe y fue creado para defender los intereses de la burguesía. Es un mecanismo de violencia armada que, con la policía, las cárceles y el ejército, actúa en nombre de la clase capitalista. Si intentáramos realmente de llevar adelante el socialismo por medio de la toma de los lugares de trabajo y la expropiación a los capitalistas, el Estado no se quedaría de brazos cruzados. Por el contrario, cada vez que se ha intentado esa estrategia, han enviado a la policía y al ejército para reprimir a las masas insurrectas. Los eventos en España y Chile son la corroboración de lo que afirmamos en estas líneas.
Implementar el socialismo por medio de reformas es como —parafraseando a Rosa Luxemburgo [2]— verter limonada al océano y esperar que éste se convierta en un mar de limonada. Quizá el agua sepa un poco más dulce, pero no habremos cambiado nada sustancial de lo que es el océano. Mientras los trabajadores no controlen el Estado y sus centros de trabajo, no tendremos socialismo (por más reformas progresivas que se instauren).
El socialismo se está convirtiendo rápidamente en una palabra repetida en varios lugares y en conversaciones de la vida cotidiana. En consecuencia, los socialistas tendremos que estar atentos a defender nuestras posiciones políticas y nuestra forma de ver el mundo. Esperamos que este artículo haya sido útil para salir armados a enfrentar esos estereotipos con los que lidiamos todos los días y defender la posibilidad de construir un mundo mejor sin recurrir a organizar un seminario sobre el Manifiesto Comunista. Buena suerte, camaradas.
Este artículo es una adaptación de uno publicado originalmente en nuestro sitio hermano en inglés Left Voice
Traducción: Óscar Fernández
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