Se cumplen siete décadas desde la publicación de la novela distópica de George Orwell.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Jueves 13 de junio de 2019
Eric Arthur Blair nació en India en 1903. Su madre era de ascendencia francesa y su padre trabajaba en el ministerio de opio del Raj, lo cual le permitió a la familia trasladarse a Inglaterra para recibir educación. Hacia fines de los años 20 se consideraba a sí mismo un anarquista y simpatizaba con las ideas de izquierda.
En 1933, Blair adoptó el nombre de George Orwell para evitar problemas laborales y familiares y afirmar su identidad inglesa: George en honor a San Jorge, el santo patrono de Inglaterra, y Orwell en referencia al río Orwell. Hacia esos años él se consideraba socialista.
Una de sus primeras obras fue Sin Blanca en París y Londres, detallando las dificultades de sobrevivir en Europa con poco dinero. Posteriormente escribió El Camino a Wigan Pier, donde describía las condiciones de la clase obrera inglesa, observando las viviendas proletarias como reportero social.
Escribió esa obra en 1936 y al poco tiempo se trasladó a España a pelear en la guerra civil. Aunque formalmente era simpatizante, logró acceder a España por medio de una carta del Partido Laborista Independiente (ILP), organización centrista y sección inglesa del Centro Marxista Revolucionario Internacional, cuyo partido hermano era el POUM español de Andreu Nin y en cuyas milicias peleó.
En España Orwell fue testigo de la lucha de la República contra el fascismo, pero también de las pugnas entre la izquierda burguesa y pro-imperialista, las organizaciones oportunistas como el PCE que adherían acríticamente a este bando, así como también la izquierda anarquista y trotskista que criticaba duramente esta orientación. En medio de la guerra, Orwell recibió un tiro en el cuello (probablemente debido a su elevada estatura) y tuvo que ser evacuado.
Una vez fuera del frente, Orwell estuvo en Barcelona recuperándose, donde fue testigo de las Jornadas de Mayo del 37, en las cuales el POUM, la CNT, así como sus escisiones por izquierda —la Fracción Bolchevique-Leninista y Los Amigos de Durruti respectivamente— pelearon codo con codo en las barricadas contra la Guardia Civil encabezada por el gobierno del Frente Popular y las brigadas del PSUC-PCE.
Al poco tiempo el POUM fue declarada una organización ilegal por supuestamente haberse aliado con Franco. Orwell estuvo escondido y atestiguó no sólo la traición del estalinismo y la persecución a aquellos que, como él, no estaban de acuerdo con el gobierno burgués de la República, sino que fue de los primeros en denunciar la desaparición y asesinato de Andreu Nin.
Su condición lo llevó a ser perseguido por el estalinismo. Dichos esfuerzos lo llevaron a que un agente de la GPU, según lo describe su biógrafo Gordon Bowker, lo mantuviera vigilado (y en caso de ser una amenaza, asesinarlo). Este agente, llamado David Crook, había además recibido entrenamiento nada menos que de Ramón Mercader, el futuro asesino de Trotsky.
La experiencia de Orwell fue la base de su obra Homenaje a Cataluña, misma que fue adaptada más tarde a la pantalla grande por Ken Loach con su filme Tierra y Libertad (1993). No se pueden entender sus obras si no se contempla lo que él vivió en España; en sus propias palabras:
«La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo».
A su regreso a Inglaterra, Orwell se afilió al ILP pero estuvo un tiempo en Marruecos recuperándose de una tuberculosis de la cual nunca se recuperó del todo. Durante la Segunda Guerra Mundial, quedó enlistado en la Home Guard y estuvo redactando textos para la BBC, pero en 1943 comenzó a trabajar en el semanario izquierdista Tribune.
Finalmente en 1945 se publicó una de sus obras más conocidas: Rebelión en la Granja, una alegoría de lo que fue la Revolución Rusa. Sin embargo, el clima posterior de la Guerra Fría ha logrado distorsionar la intención de Orwell. Sobre esto volveremos más adelante.
1984 y la hipocresía estalinista
En 1948 Orwell comenzó a escribir su última obra. Invirtiendo los últimos dos dígitos, 1984 se publicó al año siguiente. No se puede comprender el mensaje de la novela si no se contempla la experiencia previa que Orwell tuvo.
A pesar de los vaivenes, Orwell identificó correctamente el peligro que significaba el estalinismo para la izquierda internacional y el socialismo revolucionario. A su modo, su inquietud se basaba en una preocupación sincera acerca de cómo llevar adelante la emancipación de la humanidad cuando una de las corrientes que nominalmente adherían a ese objetivo en los hechos era un obstáculo y se posicionaba del lado del enemigo.
1984 retrata ese mundo artificialmente armado por el estalinismo. Hacia esos años, Stalin ya se había consolidado políticamente en la URSS, pero eso se hizo a costa de someter a la vieja guardia bolchevique a juicios monstruosos, aliándose con la burguesía, disolver la III Internacional y mantener a la población soviética en un clima de vigilancia perpetua en busca de "enemigos internos".
Pero esto no era exclusivo de la URSS estalinista; también en Inglaterra se vivía un ambiente similar. Orwell, como dijimos, era vigilado constantemente y sus escritos eran censurados; prácticamente ya vivía en la distopía que plasma en su libro.
Mencionábamos arriba que la Guerra Fría distorsionó su pensamiento, y es que justamente sus obras fueron editadas después de su muerte para ser útiles como propaganda antisoviética, algo que el autor jamás pretendió hacer. Es el caso, por ejemplo, de la introducción de Rebelión en la Granja, donde Orwell denuncia la edición que el estalinismo inglés hizo de la obra de John Reed, 10 Días que Estremecieron al Mundo, en la cual suprimieron la introducción que hizo Lenin a ese libro y omitieron las múltiples referencias que Reed hace sobre el papel de Trotsky en la Revolución.
1984 es la sátira y exageración de ese clima de vigilancia extrema en la que nada se escapa del Gran Hermano. De hecho, la descripción que Orwell hace de él y de su enemigo, Emmanuel Goldstein, son muy similares a las descripciones físicas de Stalin y Trotsky; ya en Rebelión en la Granja, Orwell había hecho un ejercicio similar al darle razgos de Lenin y Trotsky al personaje de Snowball y razgos de Stalin a Napoleón.
Otro elemento que se discute en 1984 es el concepto del "doblepensar" (doublethink). Este término es la forma en que Orwell describe las contradicciones morales de la izquierda internacional.
Justamente por la consolidación de Stalin vino una crisis de conciencia en varios sectores de militantes de izquierda. En este clima es que Trotsky escribe su obra Su moral y la nuestra para poner blanco sobre negro en la actitud de los revolucionarios contra el oportunismo.
Orwell contribuye a este debate a su manera a través de este concepto, el cual él mismo atestiguó. ¿Por qué se deben de reprobar las acciones de Hitler, el asesinato de disidentes, persecución de opositores, envío de personas a campos de concentración y consolidación del poder político en una persona y no decir nada cuando Stalin hace lo mismo?
Es por eso que el doblepensar es la sátira orwelliana a este fenómeno en el que una situación puede ser positiva y negativa al mismo tiempo. Sin embargo, es menester hacer énfasis en que Orwell, si bien simpatizaba con el trotskismo y adhería a lo que él describía como el "socialismo democrático", no era un militante y se mantuvo alejado de las discusiones teórico-estratégicas importantes de la época, como el debate del Frente Único o la actitud a tomar ante la invasión de los Nazis a la URSS; mucho de esto se debe a la tuberculosis de la cual nunca se recuperó.
Pero por ello es importante estudiar la vida de Orwell y ver sus obras como la continuidad de una preocupación real hacia el estalinismo y cómo actuaba políticamente. Lejos de ser obras de ficción advirtiendo contra el comunismo, Orwell justamente pensaba lo contrario: en construir un socialismo no totalitario, mismo que invariablemente tenía puntos de contacto con el trotskismo, la única corriente que se mantuvo firme en el marxismo y que al mismo tiempo luchó sin cesar contra el monstruo dictatorial de Stalin y su camarilla sin ceder ante la burguesía.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana