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Opinión. A 9 años de la Ley de Identidad de Género ¿y después?

Un recorrido sobre la conquista de la sanción de la Ley de identidad de Género, sus logros, cómo puso en jaque a la Iglesia y los límites a la hora de su implementación durante la segunda ola del coronavirus.

Tomás Máscolo

Tomás Máscolo @PibeTiger

Domingo 9 de mayo de 2021 10:05

Hace 9 años yo estaba atrás de una bacha, trabajaba en un restorante LGTBI, en negro y en Rosario. Mientras lavaba platos ajenos tenía colgado unos auriculares e iba siguiendo el minuto al minuto del Congreso. Por mensaje de texto, me llegaban varios mensajes, uno de ellos decías "estamos a punto de lograr el art 11", era fundamental, era el artículo sanitario. Antes de la medianoche, se me escapó un grito de alegría, se había sancionado. ¿Qué cambios hubo desde aquel día a hasta ahora?

"No es la primera ni la única de nuestras demandas"

La Ley de Identidad ya está sancionada a nivel nacional desde hace más de una década, pero desde su sanción se tardó tres años en implementarse el presupuesto que necesitaba. Para su armado participaron personas trans que no sólo le pusieron el cuerpo sino también los fundamentos. Corresponde reconocer el valor de la misma teniendo en cuenta que “la Ley no es la primera ni la única de nuestras demandas”, como dice el filósofo Blas Radi.

Su sanción produjo cambios en las personas travestis y trans cuyas dimensiones es difícil de medir. Pero también trajo consigo grandes desafíos por los que aún hay que luchar.

¿Qué dice esta Ley 24.743?

Para que esa ley fuera posible fue fundamental el desarrollo de artículos interpretativos que prepararan el camino.

Esta ley fue la primera en el mundo en garantizar a los trans el cambio de nombre en todos los documentos oficiales sin necesidad de someterse a un proceso judicial, ni pasar por una legión de psicólogos que confirmaran lo que estas personas ya tenían claro desde la infancia.

Garantiza el derecho a la identidad autopercibida, a través de una rectificación registral por vía administrativa del DNI. En su 2º artículo dice “se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”.

Es necesario destacar que la identidad es una construcción social, es decir que cada uno va formando su identidad dentro de un contexto económico, político y social. Los roles de género son impuestos desde la Iglesia, el brazo ideológico que pregona como único horizonte la construcción binaria: hombre y mujer. Los mismos que se opusieron a la Ley del Matrimonio Igualitario dos años antes.

¿Y ahora?

Aun no hay estadisticas certeras de las cuestiones estructurales que nos atraviesan a las perosnas travetsis y trans como la salud, educaicón o vivienda. El último informe elaborado por ATTA (Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina) data del 2014, sólo el 18% de travestis y trans tuvieron acceso alguna vez a un trabajo formal. Sí hay números que hacen a la violencia.

El Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra la comunidad Lésbica, Gay, Bisexual y Travesti, y Transexual (LGBTT) -que depende de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, la Defensoría del Pueblo de la Nación y la Federación Argentina LGBT-, publicó un informe con los datos de los crímenes que ocurrieron durante el primer semestre de 2020. Además, publicó su informe anual con los crímenes de odio que ocurrieron durante el 2019.

Según el organismo, se consideran crímenes de odio a los “actos voluntarios y conscientes, realizados con saña (…), cuya intención es causar daños graves o muerte a la víctima, y están basados en el rechazo, desprecio, odio y la discriminación hacia un colectivo de personas históricamente vulneradas”. A partir de esa definición, el Observatorio recopiló datos de casos con estas características ocurridos en todo el país.

“Hubo 69 crímenes de odio en donde la orientación sexual, la identidad y/o la expresión de género de todas las víctimas fueron utilizadas como pretexto discriminatorio”, dice el informe.

Otro informe del Cels arroja que la Policía es la principal institución en perseguir, hostiga y violent. En laprovincia de Buenos Aires, "el 71% de las travestis y trans detenides no tienen condena y, a pesar de esa situación irregular en este contexto de demanda de aislamiento, no acceden a una prisión domiciliaria". La denuncia contra el envalentonamiento policial no sólo se escucha en nuestro país sino que el año pasado se vio reflejada en la consigna #BlackTransLivesMatter.

Como escribió Celeste Murillo en estas páginas "el espíritu igualitario que impulsó el debate, la convicción de haber conquistado un derecho, se volvió a chocar con la desigualdad cotidiana que vive la mayoría de las personas LGBT. Esa realidad solo se agudizó con las crisis económicas, y quedó al desnudo con la pandemia, como muchas otras".

¿Y el ministerio?

En Argentina contamos, también, con un Ministerio de Género, Mujeres y diversidad. Según su descripción institucional trabajan "por los derechos de las mujeres y diversidades, frente a toda forma de desigualdad y violencia, para construir una sociedad más justa con todos, todas y todes". Ahora la pregunta es dónde estaba este ministerio cuando Joe Lemonge, pedía en sus redes sociales un trabajo y antes de lograr su absolución; durante los primeros seis días de la desaparición de Tehuel que la policía del ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, no hizo nada para buscarlo sabiendo que las primeras horas son fundamentales; o dónde está frente a cada desalojo violento de la policía que hace en Once o en Constitución porque no pueden pagar la noche en la habitación.

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La lucha por la sanción de la Ley de Identidad implicó poner el cuerpo, sin embargo la realidad es que aun hoy solo una minoría puede ejercerlos plenamente. La realidad es que la discriminación esta a la orden del día, seguimos exigiendo la implementación del cupo laboral trans y también el acceso a una salud integral y vivienda digna.

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La pelea por una verdadera igualdad sigue más vigente que nunca. Por eso es fundamental exigir la separación de la Iglesia del Estado, enfrentando esas instituciones y confiando en la propia fuerza de las y los LGBTIs en las calles porque sigue siendo el lugar donde nuestra voz y nuestra lucha por la liberación tienen más fuerza. En cada combate por la vivienda digna y sobre todo porque recursos hay, la plata que se va a pagar una deuda externa fraudulenta e ilegítima puede ponerse para invertir en nuestras prioridades: salud, casa y trabajo.

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La lucha fundamental por nuestros derechos se hace más fuerte si está unida a las demandas de todes les oprimides y explotades de la sociedad y tiene por finalidad terminar con este sistema para que nuestra vida valga más que sus ganancias.


Tomás Máscolo

Militante del PTS y activista de la diversidad sexual. Editor de la sección Géneros y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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