Comenzó como el capricho de una pareja de actores, pero los cambios políticos y económicos a lo largo de su vida hicieron que el Teatro se convierta en una de las marcas más indelebles de las tablas argentinas.
Meke Paradela @mekepa
Lunes 5 de septiembre de 2016 16:42
A fines del siglo XIX, el teatro en España y las representaciones de los clásicos del Siglo de Oro estaban en pleno auge, y con ellos sus intérpretes, que gozaban de pleno éxito a fuerza de un trabajo duro y a conciencia de la fama y el estrellato.
Quizás el caso de María Guerrero fue uno de los más paradigmáticos, ya que esta actriz, gracias a los consejos paternos, logró a la edad de 23 años convertirse en primera actriz del Teatro Español, al que posteriormente quiso comprarlo para hacerle reformas y convertirlo en el primer teatro de España.
Los caprichos de la actriz no tuvieron incidencia en su entorno, pero fue más tarde cuando sus sueños empezaron a tomar mejor forma. Fernando Díaz de Mendoza era un aristócrata que un buen día decidió usar su fortuna para probarse como actor, pero los éxitos no le llegaban. Sin embargo, al poco tiempo le llegó una propuesta más que tentadora: ser la pareja actoral, y posteriormente en la vida real, de María Guerrero. Ambos se casaron y en 1887 decidieron viajar junto con su compañía a probar suerte en Buenos Aires, estrenando una obra de Lope de Vega en el Teatro Odeón que se convirtió en un gran éxito y en el inicio de un largo idilio entre la pareja y el escenario porteño.
Sin embargo, las intenciones de la pareja eran otras. Tras dos décadas de éxitos, en 1918 los actores comunicaron su gran sueño: la creación de construir “un gran teatro dotado de un escenario suntuoso y admirable” con la idea de convertirse “no solo (en) una sala de espectáculos sino (en) un monumento de belleza al arte español”. Con esa premisa, se dio inicio a su construcción en el terreno que conformaba la esquina de las calles Libertad y Córdoba, y para ello 700 personas se pusieron a la obra, en la que toda España puso su granito de arena: de Valencia, azulejos y damascos; de Tarragona, las losetas rojas para el piso; de Ronda, las puertas de los palcos copiadas de una vieja sacristía; de Sevilla, las butacas del patio, bargueños, espejos, bancos, rejas, herrajes, azulejos; de Lucena, candiles, lámparas, faroles; de Barcelona, la pintura al fresco para el techo del teatro, de Madrid, los cortinados, tapices y el telón de boca, una verdadera obra de tapicería que representaba el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires bordado en seda y oro. Por fuera, la fachada del edificio se convirtió en la reproducción exacta de la universidad de Alcalá de Henares, de estilo renacentista.
Finalmente, el 5 de septiembre de 1921 toda la burguesía de la época se congregó en el teatro, en donde la pareja representó “La Dama Boba”, de Lope de Vega, siendo la misma obra con la que debutaron en Buenos Aires 24 años antes. De esta manera, comenzó una intensa etapa para la compañía pero las deudas astronómicas que se fueron contrayendo más la escasa habilidad como administrador de Díaz de Mendoza hicieron que el Teatro iniciara el periplo del desfinanciamiento que también se convertiría en su sello.
En 1925 fue sometido a remate y al mismo tiempo que parte de la burguesía intelectual se aprestó a adquirir palcos con la intención de cancelar la deuda, se rumoreó la posibilidad de su posible venta a una empresa que usaría el Teatro como un cabaret. Ante la mera posibilidad de su concreción, Díaz de Mendoza, quizás en un intento de salvaguardar el honor propio y de su niño mimado, recurrió a sus contactos y llegó hasta un autor, Enrique García Velloso, quien lo convenció de convertirlo en sede del teatro oficial. Ocho años después se creó la Comisión Nacional de Cultura y el Teatro Nacional de la Comedia Argentina y así el Cervantes se convirtió en su sede.
A partir de ese momento, los diferentes directores que se sucedieron dieron un lugar protagónico a la dramaturgia local y los buenos años continuaron hasta 1955, año en donde se suspendió la Comisión por decreto del golpe militar autodenominado "Revolución Libertadora". Posteriormente el Cervantes se convertiría en un innovador laboratorio-taller para el perfeccionamiento de sus actores y también víctima de un incendio que devoró sus instalaciones y derivó en una reconstrucción hacia 1961.
En la actualidad, el actor y dramaturgo Alejandro Tantanián asumirá a fin de año la dirección del Teatro. Su gestión, además de informar su inclusión dentro del equipo, tuvo que referirse también a las condiciones edilicias de la fachada, cuyos andamios cumplirán una década el próximo año ante las promesas, plazos, anuncios y decisiones por la mejora de la estructura. Por cuarta vez se haría una nueva licitación y sus obras de mantenimiento se demorarían un año por lo menos.
Mientras tanto, el Cervantes brilla intacto en la memoria y el presente del escenario porteño, con la misma impronta que alguna vez María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza soñaron: la de convertirse en el gran sueño de glamour y esplendor de Buenos Aires en sus Bodas de Platino
Meke Paradela
Nació en Capital Federal en 1985.