Las mujeres en México dedican 78 horas a trabajar, sea con o sin remuneración.
Joss Espinosa @Joss_font
Jueves 29 de octubre de 2020
Históricamente las mujeres hemos sido relegadas al ámbito privado y las tareas domésticas; la entrada masiva de la mano de obra femenina al ámbito productivo no se dio de la mano de la disminución del tiempo dedicado al trabajo reproductivo, una situación que además de agrava con la pandemia.
Para visualizar que alcance ha tenido el ingreso de las mujeres al mundo productivo, pensemos en las cifras que presenta el INEGI en torno a la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT). Según esta encuesta realizada hace un año, en promedio las mujeres en México dedican 37.9 horas semanales al trabajo productivo (esto sin contemplar el tiempo que se dedica al trabajo “por fuera” de la jornada laboral).
Sumado a esto, las mujeres dedican en promedio 39.7 horas a la semana a labores domésticas, un trabajo que no es remunerado, pero que vemos que equivale al tiempo que se dedica al trabajo en el ámbito público. Cifra que contrasta con las 15.2 horas semanales que los hombres dedican a las tareas domésticas.
Esto, es decir el tiempo que se dedican a esos trabajos que suman 78 horas semanales, es lo que denunciamos como dobles jornadas laborales que recaen en las mujeres.
Si sumamos esta cifra a las 8 horas que en promedio debería dormir una persona, tenemos como resultado que las mujeres solo disponen en promedio poco más de 4 horas diarias “libres”. Según el mismo estudio del INEGI, expresa que las mujeres solo dedican 3.8 horas semanales a descansar y 5.2 al cuidado de la salud y personal.
Ni pensar en que mujeres puedan mantener este ritmo de vida mientras intentan continuar con sus estudios, aquellas que son madres solteras, aquellas que no tienen derechos laborales ni prestaciones.
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¿Cómo abona esta doble jornada en la brecha salarial?
El tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico, no solo resulta en el enorme cansancio de las mujeres, sino que abona a su precarización laboral.
Estudios de género han arrojado que las mujeres después de los 25 años (edad en la que según los designios patriarcales de la sociedad se estima que inicia la maternidad) descienden las posibilidades de un aumento salarial o de un ascenso. Esto responde a que producto del tiempo dedicado al trabajo reproductivo, objetivamente se tiene menos tiempo para trabajar, sumado a los prejuicios patriarcales que son usados por las patronales para esto. ¿Cuántas veces no hemos escuchado que se justifica no darle mejores oportunidades laborales a mujeres que son madres, justificar pagar menos alegando que los hombres son “los proveedores familiares” o decir que su trabajo en un hobbie?
Sumado a ello, aunque está legislado que no se despida a mujeres por estar embarazadas, las patronales (sobre todo de contrataciones ilegales) lo siguen haciendo para no hacerse cargo de las licencias de maternidad, algo que dificulta la reinserción laboral de las mujeres.
Otro ejemplo son los bonos de “productividad” en sus diversas modalidades, mismos que son negados cuando hay alguna falta, se llega tarde, etc. Algo que obvia el tiempo de cuidados que dedican las mujeres: ir a citas médicas si uno de sus hijes o integrantes de la familia, asistir a juntas escolares, cuidar a les hijes y enfermos en medio de la pandemia, aquellas que improvisadamente se volvieron maestras para ayudar en las tareas escolares de cara a las clases en línea. Sin contemplar el cansancio y estrés acumulado debido a que después de la jornada laboral pagada, el trabajo se extiende a tareas en el hogar: limpiar, lavar, cocinar, planchar y un largo etcétera.
Esto se suma a otras condiciones que generan la brecha salarial: gremios feminizados en los que prima la precarización, mejor pago por hora promedio para mujeres con respecto a los hombres, mejor pago por igual trabajo. Situación que se vuelve cada vez más terrible en el marco de la pandemia, mientras sectores del feminismo institucional dicen que al paso que vamos podemos aspirar a la equidad salarial en unos 50 años
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Cansadas de esperar y la lucha por no perder la vida trabajando
Con lo antes descrito, es claro que lejos estamos de conquistar la emancipación de las mujeres. Ni aun en el terreno “formal” conquistamos tener una independencia económica. Pocas son las mujeres que pueden sostenerse de forma independiente por las condiciones de explotación y opresión que acabamos de mencionar.
Visibilizar las dobles jornadas laborales que vivimos las mujeres es muy importante. Dicha denuncia, muestra la opresión y la explotación a la que están sometidas millones de mujeres en todo el mundo. Una realidad que al ser estructural es difícil pensar en salidas individuales.
Cada vez queda más corta la idea del feminismo liberal que afirma que las mujeres hemos “conquistado todo” y por ende la emancipación o el empoderamiento femenino es una tarea individual. ¿Cómo vamos a poder “emanciparnos” si las condiciones estructurales no nos permiten ni siquiera ser independientes económicamente, y en la mujeres recae centralmente el trabajo reproductivo? Y que vale la pena mencionar que en muchas ocasiones la dependencia económica es una de las condiciones objetivas que, entre otras, impide que las mujeres se liberen de la violencia en el ámbito doméstico.
La opresión hacia las mujeres, bajo ningún punto de vista puede resolverse en el terreno individual, no queremos que “haya un reparto equitativo” en las tareas domésticas, queremos que dejen de existir en el ámbito privado. Socializar el trabajo reproductivo, con lavanderías, comedores, guarderías comunitarias; solo así podremos garantizar que ninguna mujer tenga que realizarlo de forma silenciosa y en el ámbito privado. Pero pensando en el beneficio que el sistema tiene de nuestro trabajo es utópico pensar que va a conceder estas medidas.
Tampoco nos conformamos simplemente con conseguir la igualdad salarial con los varones. Aunque es una lucha esencial y una exigencia inmediata, no queremos tener igualdad de condiciones de explotación, (contemplando que ni siquiera el salario de los varones alcanza para la canasta básica, y la precarización laboral en general va en aumento).
Llevar la lucha contra las dobles jornadas laborales, nos pone un horizonte para pensar en la emancipación de las mujeres, ni esclavas domesticas ni esclavas en el ámbito público, queremos volar por los aires este sistema que se basa en nuestras vidas y nuestro trabajo, para dejar de vivir cansadas, para conquistar un mundo sin opresión ni explotación.
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