Charlamos con el prestigioso autor, docente, actor y director sobre actualidad, perspectiva y desafíos en el arte y la cultura.
Lunes 26 de julio de 2021 10:40
Durante más de un año estuvieron las salas cerradas y en ese contexto estrenaste “Proyecto.Zip” en el que vimos ampliarse los límites creativos del género. ¿Cómo concebiste este proyecto experimental y cómo imaginaste su adaptación a la virtualidad?
Lo lanzamos a principios de este año en el marco del FIBA, luego siguió su curso y sigue funcionando en alternativa teatral. De alguna manera fue una forma de adaptar esta producción artística a los tiempos pandémicos dejando bien en claro que no estábamos haciendo nada parecido a lo que la presencialidad permite. Me parece que eso también era necesario decirlo. El streaming, los videos... son actividades más protésicas, como una prótesis del teatro y no el teatro en sí que necesita de la comunión, de la presencialidad, de la unión del espectador y quienes hacemos. Eso es lo que se denomina teatro. Si existiera una nueva forma tendría otro nombre. No estoy en contra de las nuevas formas ni mucho menos, pero no sería teatro. Tendría que llamarse de otra manera.
Pese a las restricciones estuviste dando el taller de escritura teatral y el seminario “Los Imprescindibles” sobre la obra musical de Bertolt Brecht, además de continuar con tu labor docente. El rol de les docentes se vio gravemente afectado y desnudó las falencias de un sistema educativo desfinanciado y obligado a sostener, a costa de la salud y las vidas de miles de trabajadorxs, la productividad que demandan los mercados y gobiernos. ¿Qué conclusiones sacaste de tu experiencia y cómo transitaste junto a tus alumnes este período?
Lo que intenté fue armar mi año de actividades. Tenía trabajos que fueron pospuestos y algunos cancelados definitivamente así que, las clases, para mí, fueron en principio un lugar necesario para la subsistencia mental, sobre todo; para estar activo y en complicidad con otres. Fue un período (sigue siendo porque continúo dando clases de manera virtual) de una actividad que rescato mucho. Creo que hay un compromiso y una necesidad, de parte de quienes deciden hacer estos cursos, de estar activos, de defender un vínculo fuerte, estrecho con la actividad. Eso también entusiasma y se crean redes. De otro orden porque, obviamente, la presencialidad es muy diferente, pero también la virtualidad tiene estas posibilidades. Gente que, por ahí, no puede estar en un curso presencial porque vive en otro lugar que no es la capital o en otro país que no es la Argentina o en otra provincia, puede acceder a los cursos, por lo cual eso es un aspecto positivo. En algún punto se democratiza un poco o se federaliza en el caso de la Argentina. Así que fue, y sigue siendo, un período muy fructífero en términos de vínculo entre los alumnos y yo.
El arte y la cultura han sido de los sectores más golpeados por las restricciones y las respuestas de los gobiernos han sido pocas e insuficientes. El cierre de muchísimos espacios del circuito independiente y la falta de políticas que sostengan a las producciones del circuito “oficial” han llevado a les artistas y trabajadorxs de la cultura a una crisis sin precedente. ¿Qué pensás respecto al vaciamiento que está padeciendo la cultura y qué medidas crees que se podrían tomar para que artistas y trabajadorxs escénicos puedan subsistir y desarrollarse?
El teatro Colón es uno de los que permaneció cerrado durante este año y gran parte del anterior. Allí se estrena, junto a la orquesta estable del teatro, una versión dramatúrgica con dirección tuya de “Theodora”. Händel narra, a través de la historia de Theodora, (quien fuera violada, torturada y asesinada por sus creencias) la persecución del imperio romano a los cristianos y es también una obra que describe con notable crudeza y sensibilidad aquellos tiempos oscuros. ¿Cuánto influenció este presente pandémico a tu versión? y ¿cuál es el potencial del arte para expresar la tragedia sin perder su fuerza transformadora?
Las plataformas audiovisuales se han transformado en divulgadoras masivas de contenido e ideología y en ellas, como en la literatura, podemos apreciar una tendencia recurrente y comercialmente efectiva por narrar historias distópicas, futuros apocalípticos. Aunque estas propuestas ficcionales tienen una base real de la cual partir ante la barbarie que nos presenta y proyecta el capitalismo, no aparece una corriente o movimiento artístico que plantee una visión superadora o de futuros que merezcan la pena ser vividos. ¿Por qué crees que no surgen nuevas vanguardias artísticas que cuestionen lo establecido o al menos destaquen la belleza, la tragedia, el humor y el drama de ser humanos por encima de estas proféticas condenas? ¿Qué otra forma de arte y de mundos posibles (o imposibles) imaginas que no estén siendo representados por la cultura dominante?
Muchas actividades y proyectos artísticos se vieron obligados a adaptarse a la virtualidad. En muchos casos han surgido nuevas formas creativas que llegaron para quedarse más allá de un eventual retorno a la presencialidad y seguirán su camino por streaming, youtube, redes, apps y otros formatos digitales. ¿Cómo pensás que será la nueva “normalidad” del teatro y su convivencia con estas novedosas formas que surgieron de la necesidad de expresarse ante el encierro de los cuerpos?
Sobre las nuevas formas: nada pareciera estar cambiando. Cuando el teatro está volviendo, está volviendo a la vieja normalidad; y nombrábamos normalidad a eso que nos trajo a este horror, por lo cual de normalidad no tenía nada. Hay también una necesidad de volver a eso; un primer acostumbramiento. Igualmente, creo que la marca en los cuerpos de esta pandemia va a durar mucho tiempo. Más allá de que uno olvide o intente olvidar, eso va a estar en la memoria de todes nosotros. Hemos perdido gente cercana, hemos estado y seguimos rodeados de un paisaje horrible y de muerte. Entonces, esas formas, todavía no las vislumbro. Pero bueno, siempre atento a ver qué formas asume el futuro o el presente.