El artículo tiene por objetivo dar una mirada marxista sobre la producción y circulación de animación japonesa como parte de la industria cultural, problematizando en la singularidad de su estética, a partir de las relaciones de producción existentes y en la que convergen diversos artistas y trabajadores a fines, en un régimen de explotación alienante y sumamente fragmentado.
“Como una fábrica”, así definió al estudio Mappa, Mushiyo, uno de los reconocidos animadores de Shingeki no Kyojin, luego de renunciar a la empresa, denunciando las condiciones de explotación a la que son sometidos constantemente los trabajadores vinculados a la industria del anime [1], que durante los últimos años ha extendido su mercado, como nunca antes a nivel mundial.
Una denuncia que no es para nada nueva, si es que tomamos en cuenta lo frecuente que es conocer noticias que manifiestan el alto nivel de exigencia hacia artistas del comic o la animación, sobre todo en Japón, en que la formidable calidad de sus producciones pareciera también estar ligada al alienante sistema de producción y régimen laboral en el que se producen. Basta tan sólo recordar, el reciente fallecimiento del connotado mangaka de Berserk, Kentaro Miura a los 54 años de edad, producto de una insuficiencia cardiaca, pero que de acuerdo a algunas notas dejadas por el artista, también parecieran mostrar el deterioro de su salud, a propósito del proceso mismo de creación. [2]
Es en el marco de esta tensión, que el artículo tiene por objetivo evidenciar el carácter contradictorio de un tipo de producción artístico cultural que se presenta como trabajo alienado, en los contornos de una sociedad capitalista, cuya industria se caracteriza por la cada vez más vertiginosa división internacional del trabajo, y la degradación del arte en su mercantilización.
Circulación de las obras y el ocultamiento de las relaciones de producción
En uno de sus famosos trabajos “El Concepto de Ideología en Marx”, el sociólogo chileno Jorge Larraín, se refiere a ciertos elementos planteados por el filósofo alemán, que darían cuenta de una cierta formulación de ideología. Una conceptualización vinculada al proceso de ocultamiento de las relaciones de producción -y por tanto de la explotación del trabajador quien vende su fuerza de trabajo al capitalista- pero visualizándose como una mera apariencia de la mercancía dentro de la esfera de la circulación, a su vez trastocada como un tipo de inversión mental. [3]
Tal componente resulta tremendamente útil, si es que queremos adentrarnos en las profundidades de los fundamentos de la animación, históricamente vapuleada y disminuida como una suerte de expresión menor y pueril del “séptimo arte”, pero que hasta hoy, en su calidad de obra y formando parte del cine, se ha resistido a subordinarse a la condición realista proveniente de la fotografía, y por el contrario mantiene abiertas las puertas de la experimentación, como heredera de la pintura y las artes pictóricas. Sin duda un aspecto distintivo al momento de su origen, vinculado a lo que Bendazzi llama “efecto especial” [4]compuesta por una sucesión de dibujos concatenados, sonidos, música, etc, que bajo los preceptos de la percepción reconoce e interactúa a través de los símbolos, ideas y emociones dirigidas hacia el espectador. Prestando atención a las cualidades técnicas y narrativas de la obra, y no así al terreno de la producción, donde se juegan los días sin dormir, la pérdida del sentido del trabajo, la falta de presupuesto, y un calendario que disciplina y fragmenta la vida del trabajador de la animación japonesa [5]. En definitiva, el fetichismo de la mercancía planteado por Marx, extrapolado a la esfera de la cultura.
Estética, división del trabajo, y tarea intelectual
Si bien son bastantes los estudios culturales a los que se ha dirigido la investigación sobre el manga y el anime, aún resultan escasos los trabajos enfocados al campo estético desde la economía y el audiovisual como una industria. Principalmente por una hegemonía en el área de las artes visuales, provenientes de corrientes post-estructuralistas o directamente posmodernas que acusan al marxismo de reduccionista y economicista, frente a las transformaciones vividas por el cine, no dando una aparente respuesta a sus singularidades [6].
Sin embargo a diferencia de lo que piensan estas corrientes, la situación de crisis global en la que nos encontramos actualmente, muestra todo lo contrario, y las ideas marxistas sobre todo, tienen mucho que decir de los fenómenos relacionados a los cambios tecnológicos de nuestra época. Transformaciones que han trastocado el conjunto de nuestras relaciones sociales con la naturaleza, el trabajo, y la vida cotidiana, siendo la fragmentación del trabajo y la proliferación del mercado de las comunicaciones, una cuestión fundamental de analizar, en lo que refiere a la industria de la cultura.
Estudios como los de Seiji Hanzawa y Kenta Yamamoto sobre la concentración de trabajadores vinculados a la industria del anime en el orbe japonesa, muestran que la animación más allá de pertenecer a una industria de la cultura, sigue patrones similares a la de las grandes cadenas de la tecnología [7] A su vez el boom de producciones animadas en mercados internacionales en distintos continentes, también advierten de la cada vez más creciente especialización de las funciones y tareas implicadas, como también de la división del trabajo, que desprende al trabajador de la obra producida, y donde la diferenciación entre trabajo intelectual y concreto se vuelve más difícil de dilucidar, derivado de lo que Antunés ha denominado como la “nueva morfología del trabajo” [8].
Cabe mencionar que la producción animada sólo cobra su total valor, al momento de estar ensamblada y puesta en circulación para las audiencias, por lo que la interdependencia de los trabajadores a un ritmo de trabajo y tiempos cada vez más acotados a un calendario impuesto por los estudios, se vuelve una odisea interminable semana tras semana, bombeados por el agobio periódico de los inversores dueños del capital.
Arte, salario y subcontrato
Si analizamos las distintas funciones que se requieren al momento de realizar una producción animada, nos encontraremos que existen algunas tareas que concentran un nivel de atención y responsabilidad distintiva, durante el proceso de producción de la obra.
En este cuadro elaborado por Yamamoto se muestran las distintas etapas, como también las operaciones que se realizan para llevarla a cabo. Pero dado que el estudio en profundidad del conjunto de la cadena desde la pre-producción hasta la post-producción da para mucho material que entregar y sobre el cual reflexionar, nos referiremos específicamente a la esfera intermedia. [9]
Aquí podemos encontrar cuestiones como la elaboración de fondos, la voz y efectos de sonido, los dibujos clave, los dibujos animados, y el coloreado, que si bien actualmente en la gran mayoría de los estudios prefieren realizar estos procesos por medio de la computadora de manera digital, resultaba una realidad bastante distinta hace 20 o 25 años, en que los dibujos se traspasaban a celuloides, para posteriormente colorearse, como queda bastante claro en el cuadro comparativo de Hanzawa entre animación analógica y animación digital. [10]
Y si es que nos vamos aún más en el detalle de las tareas, y siguiendo los estudios realizados por Yamamoto, encontraremos que las últimas tres funciones mencionadas del proceso de producción: dibujos clave, dibujos animados, y coloración, concentran el aspecto más complejo en lo que refiere a la característica vital de las obras, en que una tarea tan ligada al proceso artesanal, como es el dibujo y la pintura, se realizan bajo un esquema de trabajo propio del desarrollo fabril, herederos de la ingeniería del trabajo [11]. Y es esta sin duda la principal contradicción que trajo consigo Osamu Tezuka a comienzos de los años 60’s, que por cierto cambiaría para siempre la industria oriental, volviéndose un tipo de animación que racionaliza de tal manera el contenido de su proceso creativo, que debe analizar detenidamente cada momento que por su relevancia -generalmente argumental o simplemente estética- debe diferenciarse de los otros tantos que se presentan. Lo que Thomas Lamarre llama “Full limited animation”. [12]
Pero si es que se plantea esta cuestión como contradicción, es porque este tipo de sistema productivo en el marco de un tipo de arte alienado en un tipo de sociedad capitalista, llevado a la mercancía, y cuyo propósito es la acumulación de capital de los inversores y empresas, sólo es posible incrementando la división del trabajo y expandiendo el mercado a nivel internacional, concentrándose en las funciones mencionadas anteriormente.
Si vemos el cuadro realizado por Yamamoto a partir de una encuesta efectuada a 1.391 trabajadores freelancers (subcontratados) y 898 trabajadores regulares [13], queda explícitamente demostrado que en lo que refiere al dibujo y el coloreado, son las funciones en que sus artistas trabajan principalmente como trabajadores externos. Y que a su vez también son las funciones que son solicitadas a estudios de otros países del sudeste asiático, como es el caso de China, Corea del Sur, Filipinas y Taiwán entre otros, debido a su “mano de obra” -si es que se le puede llamar así- que es mucho más barata. De hecho desde ya hace bastantes años que producciones animadas norteamericanas también han hecho uso de las funciones animadas de estudios pertenecientes al sudeste asiático.
Tal escenario también de cuenta de una característica muy particular de la animación en su conjunto, donde por la creciente división del trabajo, la especialización de los artistas, y la reducción a nivel de los salarios de los artistas, contratando mano de obra externa proveniente de distintos países, los estilos de animación aún conservan ciertas características, pero también se transforman dependiendo de la apropiación cultural, por parte de nuevos dibujantes y artistas de otros países.
A modo de conclusiones
Cómo hemos podido dar cuenta a través del artículo, la problematización que surge al interior de la industria de animación japonesa, con producciones artísticas a nivel de masas que significan a su vez condiciones laborales de alta exigencia, es un punto de conflicto que se encuentra lejos de estar resuelto. Por el contrario, se vuelve cada vez más notorio el rechazo por parte de trabajadoras y trabajadores de la industria, que ven como su creatividad, talento y expectativas como artistas, se esfuman ante el ánimo de lucro y el incremento del capital a costa de la homogenización de las historias, calendarios de producción terribles, y una precariedad crónica de sus trabajadores.
De la división del trabajo característica de la sociedad capitalista, a operaciones cada vez más específicas y acotadas, se advierte este tipo de trabajo que si bien, pareciera excepcional al clásico trabajo productivo a nivel de una fábrica, la expansión en nuevos mercados internacionales y transformaciones en las relaciones de producción a escala global, dirige a los artistas cada vez más, a un tipo de régimen fabril.
Trabajos como los de Yamamoto y Hanzawa dan cuenta del desarrollo que ha tenido la industria, que sólo es explicable por una transformación en la tecnología invertida en los procesos productivos de la animación, pero que ha sido dirigida a elevar la presión laboral a la que se someten principalmente los animadores, con metas productivas cada vez más exigentes, al simplificarse ciertas tareas que incrementan el ritmo de trabajo al interior de los estudios.
El trabajo freelance que el capitalismo no ha cesado de mostrar con el velo de la flexibilidad laboral y la libertad del trabajador, es la más evidente expresión de una industria que recaudando enormes ganancias, obliga a cientos de trabajadoras y trabajadores a someterse a condiciones laborales totalmente indignantes, en que las muertes por sobrecarga laboral y el deterioro de la salud, son pan de cada día.
Es por tanto necesario más allá de las formidables historias y una estética audiovisual que hoy atrapa a millones de seguidores en todo el mundo, deslindar aquella apariencia idílica con la que se nos muestran las producciones de animación japonesa, teniendo en cuenta que aquellas imágenes, secuencias, y momentos presentes en las obras, no brotan de la nada, ni se generan de manera espontánea. Es el trabajo y dedicación de artistas que ante una industria muchas veces hostil e ingrata, colocan su creatividad al servicio de entregarnos nuevos mundos que nos hacen reflexionar, emocionarnos y que muchas veces también nos marcan.
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