“El problema del Estado adquiere, en la actualidad, particular importancia, tanto en lo referente a la teoría como a la política práctica”, esta frase con la que Lenin comienza el prólogo a la primera edición de “El Estado y la revolución” no deja de ser vigente hoy en una situación marcada por el retorno de la lucha de clases, en la cual pensar una estrategia para vencer pasa por el análisis científico de lo concreto, comprender desde la teoría, a qué fuerza es a la que nos enfrentamos, ya que un milímetro de diferencia en la teoría se transforma en kilómetros de distancia en la política.
El carácter de clase del Estado: su imposibilidad de jugar un rol neutral y regulador
A más de 50 días de iniciada la revuelta y de enfrentar en las calles la brutal represión policial, nos encontramos con la aprobación en la cámara de un conjunto de leyes que vienen a fortalecer el autoritarismo presidencial y las facultades policiales y militares, esto, con la venia del FA y la abstención del PC. Pero la represión y el giro a una agenda represiva que cuenta con la aprobación de la “oposición” parlamentaria no es propia sólo de un gobierno de derecha, quienes vivimos la revolución pingüina del 2006, podemos recordar una respuesta similar desde el gobierno concertacionista de Bachelet: un gobierno de centro izquierda burguesa; la represión que se enfrentó en las calles y la organización de grupos para-legales por parte de las alcaldías para reventar las tomas fueron parte de la tónica y por la vía legal la respuesta fue la aprobación de la ley penal juvenil, que dejó planteada entre otras cuestiones, la judicialización de las escuelas proceso que se fortaleció con la aprobación de la ley aula segura, esto luego de que vivido el proceso del 2011 en la juventud en general y el movimiento estudiantil en particular representaran el "enemigo interno" que ha significado el talón de aquiles para mantener la gobernabilidad.
Esta es la respuesta ante la apertura a procesos más álgidos en la lucha de clases, cuando lo que se pone en cuestión son los pilares del modelo capitalista neoliberal, en 2006 y 2011 cuestionando el neoliberalismo en la educación y hoy ante el hastío con las herencias de la dictadura más en general, independiente del color del gobierno de turno.
En este punto podemos comprender cuando Lenin escribe “una vez que el capital logra dominar esta envoltura óptima (democrática) instaura su poder, con tanta firmeza, que ningún cambio de personas, de personas, de instituciones o partidos en la república democrática burguesa puede conmoverlo”. La transición pactada fue la salida institucional a la dictadura cívico militar,que acordaron los partidos de la derecha y ex Concertación, en momentos en que las jornadas de protesta de la década de 1980, con la rearticulación del movimiento estudiantil como opositor en las calles, estaba significando un desequilibrio en la correlación de fuerzas al poner en cuestión el carácter dictatorial del régimen político, la restricción de las libertades democráticas y comenzaba a poner en cuestión al modelo instaurado por la constitución de Jaime Guzmán, es decir, el manto con que se cubría el Estado, no era el más conveniente para mantener las bases del sistema. Así “La república democrática es la mejor envoltura posible para el capitalismo”.
En este punto podemos comprender que independiente del gobierno y del régimen político, a los que nos enfrentamos es a un órgano de dominación de clase, que impone, por medio de la fuerza armada y de sus instituciones legislativas y judiciales los intereses de un puñado de capitalistas por sobre los intereses de las mayorías.
¿Es posible, entonces, que en un contexto como el actual, en que las contradicciones de clase se hacen evidentes, el estado juegue un rol de conciliación? Concluimos, en base al análisis anterior la imposibilidad práctica de esta concepción, el Estado surge de la necesidad de asegurar la dictadura del capital y para ello cuenta con con la fuerza pública e instituciones coercitivas. El Estado “es la creación del “orden” que legaliza y consolida esa opresión, apaciguando los conflictos entre las clases”.
Revolución, contrarrevolución y Estado
Podemos preguntarnos también si acaso es posible liberarnos del yugo del capital y lograr la liberación de la humanidad, eludiendo las respuestas violentas de la clase dominante y la preparación de la autodefensa de los trabajadores, y sin la destrucción del aparato del poder estatal de la burguesía y su reemplazo por un gobierno de trabajadores. Para responder esta interrogante que sectores se plantean honestamente al ver el carácter de clase del Estado, es importante el balance histórico del período de la UP y poner a la luz los resultados de la política de la oposición en estas jornadas.
La "vía chilena" (o pacífica) al socialismo, estrategia de la UP -que sectores de izquierda del FA, el PC, y en general los grupos de izquierda ven como referente- suponía que mediante las instituciones del estado burgués, con reformas graduales, se llegaría al socialismo. Creía posible evitar las respuestas contrarrevolucionarias violentas de la clase dominante a las medidas que toquen sus intereses y creía posible eludir la necesidad de que trabajadoras, trabajadores y sectores populares organicen la autodefensa.
Pero para que ello fuera posible se necesitaría magia, porque lo concreto es que una vez Allende llegado al poder vía elecciones populares (régimen democrático) la derecha en alianza con la burguesía nacional y el imperialismo comenzó a preparar el golpe, a preparar la contrarrevolución. Ante el cuestionamiento de su orden, ante el miedo que les generaba que las expectativas de la masas, por los cielos en ese entonces, se realizaran a partir de su autoorganización. Pero sin ver esto y confiando en la estabilidad del Estado, la organización de la clase obrera en sindicatos y su integración al régimen, la UP planteó un proyecto que llevó a la clase obrera y los sectores populares a la derrota.
Luego del atentado contra Shneider, la UP busca una alianza con la DC, partido burgués para legitimar la elección de Allende en el parlamento (ya que su triunfo había sido con la primera minoría, 36%), mientras que la DC entra en este acuerdo para moderar las tendencia a un alza en la lucha de clases producto de un sentimiento democrático extendido por esta impugnación y atentado, lo que da como resultado, vía acuerdo programático, a la aceptación por parte de la UP al orden liberal: la ley de control de armas y el respeto a la propiedad privada.
Si bien las tomas de terrenos y organización en las fábricas combinado con un crecimiento económico industrial presionaron y dieron capacidad al estado para otorgar cuestiones como reforma agraria, aumento de los salarios, entre otras concesiones que crisparon a la derecha y burguesía, se hace vía institucional, pactando con la DC y el PR (alianza con la burguesía), era imposible llevar adelante el programa de conjunto por esta vía ya que esos partidos no defendían los intereses de la clase obrera, el programa de la UP era contrario a sus propios intereses, requería cambios constitucionales que no estaban dispuestos a conceder.
La derecha responde con un primer intento de golpe, bloqueo económico, cierre de empresas y todo el arsenal político del que el estado burgués provee, ante esto se organiza la resistencia en los cordones industriales, como embriones de poder obrero con la posibilidad de desplegarse como organismos de autoorganización de masas y la UP por el gabinete cívico militar que sirviera de árbitro entre las dos fuerzas en disputa, apelando a la neutralidad de la FF.AA, las que no son más que destacamentos de hombres armados del estado burgués, es lógico entonces comprender que el resultado de esta política, un arbitraje en favor de los intereses de un puñado de capitalistas. La traducción práctica de esto es la devolución al estado de fábricas ocupadas y como las FF.AA tenían, por la ley de control de armas, el monopolio de las mismas, los principales organismos nacidos de la organización de la clase obrera, quedaron desprovistos de fuego y debilitados. Lo que aseguró el triunfo del golpe contrarrevolucionario.
A la luz de este balance, se desecha la posibilidad de que la clase dominante responda pacíficamente cuando sus intereses son cuestionados. Por ello es necesaria una ruptura con el Estado burgués y desarrollar las experiencias de autoorganización. Tal estrategia, por el contrario, si bien puede permitir ciertas concesiones a las y los explotados y oprimidos, permite también el fortalecimiento de la maquinaria estatal para defender los intereses de la clase a la cual sirve. Confiar en una estrategia de conciliación de clases y que el camino de reforma tras reforma, en los marcos institucionales, nos llevará a la liberación, no hace más que embellecer la democracia burguesa en la que reina la esclavitud asalariada y permite el fortalecimiento del Estado.
Ya en los dos primeros capítulos de "El Estado y la Revolución", Lenin realiza una lectura sumamente lúcida de los textos de Marx y Engels sobre el Estado. Llama la atención la definición presente en el "Manifiesto Comunista" del poder estatal que surgirá de la revolución: el proletariado organizado en clase dominante. Lenin que está viendo frente a sus ojos el desarrollo de los soviets, verdaderos consejos de trabajadores que ya en 1905 habían cumplido un papel como órganos de poder contrapuesto al Estado zarista, no puede conformarse con las teorías socialdemócratas de su tiempo para las cuales había que "tomar" el Estado existente. La clase trabajadora tiene la posibilidad de construir una democracia superior.
El rol de la clase obrera y el gobierno de las y los trabajadores
Una salida favorable para hacer realidad el alza de las expectativas de las masas, para llevar adelante nuestro clamor por el fin a sistema de AFP, para conquistar la nacionalización de los recursos estratégicos para avanzar en el camino de acabar con la depredación voraz al medio ambiente, el aumento salarial a $500.000, el paso a planta, la reducción de jornada laboral, entre otras; necesariamente nos lleva a enfrentar la herencia de la dictadura, a la dictadura del capital, a su régimen y su Estado, garante de su orden.
Pensar una estrategia para vencer implica, por tanto, plantearse la necesidad de oponer a la fuerza pública, -la que no coincide con la población armadas, sino que son destacamentos especiales de hombres armados, situados por sobre la sociedad y divorciados de ella, que corresponden a las policías y FF.AA- la fuerza del pueblo organizado en armas; es necesario fortalecer la autoorganización de la clase trabajadora, sus propias confianzas, fuerza y poder. Implica que la clase que es la antípoda de la burguesía, tome el poder haciendo primar su voluntad a través de sus organismos de autodeterminación -ya vimos la imposibilidad de hacer eso a través de un consenso- y cambie las formas de relación productiva y económicas que dividen a la sociedad en clases. Es decir se hace necesario un gobierno de las y los trabajadores en ruptura con el capitalismo.
Los “anticapitalistas” del FA, que renuncian a esta perspectiva, en pos de “reformar” este régimen, y piden perdón por votar a favor de la idea de legislar la agenda represiva con la excusa de que de ese modo ganarían a sectores de parlamentarios (¡de la burguesía!) para votar en contra las leyes anti protesta y sólo legislar contra los saqueos, ya no son siquiera anti-neoliberales, sino que son quienes abrieron las puertas a la criminalización de la vanguardia y a la clase obrera, impidiendo que pueda organizarse con sus métodos propios de lucha.
Leyes como esa o el actuar de carabineros, el estado de excepción que vivimos recientemente y el actuar del Ejército, nos recuerdan una vez más que el Estado sí es un "destacamento de hombres armados" que tiene a su disposición dependencias físicas como cárceles o tribunales, para gestionar el poder de la clase dominante.
Desde el PTR, luchamos por un gobierno de las y los trabajadores, que pueda llevar efectivamente adelante la voluntad popular imponiéndose a los capitalistas, apoyándose en consejos de trabajadores y trabajadoras y en el armamento del pueblo. Siendo el reemplazo del Estado capitalista a uno de las y los trabajadores, con la democracia más amplia jamás conocida, que planifique racionalmente la economía y emprenda una serie de transformaciones radicales en todos los aspectos de la vida social.
Para nosotros la conquista del poder por parte de las y los trabajadores no es un fin en sí mismo, sino un medio para avanzar hacia una sociedad sin explotación ni opresión, una sociedad donde pasemos del reino de la necesidad del cual se basa este sistema, para que millones se vean empujados a vender por míseros sueldos su fuerza de trabajo, a una sociedad que sea el reino de la libertad. Porque sin emancipación económica es una utopía pensar en una libertad real, como hacen creer los demócratas burgueses. Nuestro fin es el comunismo.
Como se enuncia en un principio, es fundamental la teoría para el desarrollo de una política correcta, es por ello que esta semana invitamos a todos y todas, quienes quieran discutir cómo continuar, a quienes se preguntan qué estrategia necesitamos para vencer -a la luz actual situación política- a los talleres de la vigencia de “El estado y la revolución” a realizarse el día jueves a las 18.30 hrs., para más información contáctanos por [email protected]
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