En los últimos años se ha venido hablando de Bad Bunny como el nuevo fenómeno musical y sociológico. Este año Apple Music le dio el reconocimiento de Artista del año 2022, siendo el primer latino que lo consigue, y la plataforma Spotify lo nombró por tercer año consecutivo el artista más escuchado.
Leah Muñoz @leahdanmunoz
Viernes 2 de diciembre de 2022
Además este año ha hecho historia al convertirse en el primer artista que sin cantar en inglés obtiene un galardón al mejor artista del año en los premios Video Music Awards de la cadena MTV. En los Premios Billboard de la Música Latina 2022, fue ganador al Top Latin Album, y recientemente en los Latin Grammys ha sido premiado en cinco categorías, una de ellas por motivo de Mejor Álbum de Música Urbana. Por si esto fuera poco, hace unos meses se anunció que la Universidad de San Diego, California impartirá una materia sobre la figura de Bad Bunny.
Lo anterior ha generado que varias personas se pregunten ¿Cómo es que un reggaetonero se ha vuelto tal fenómeno musical que es escuchado a nivel mundial? Personas cercanas a mi, generalmente de generaciones mayores, me han comentado que no entienden a qué responde la fiebre juvenil por Bad Bunny. Para algunos sociólogos Bad Bunny debe su éxito a que supuestamente empata con el hiperindividualismo de nuestra época y es la representación de la “rebelión juvenil” del siglo XXI. Para psicólogos, en cambio, es un contagio juvenil que surge de la necesidad de “idolatrar” a un modelo aspiracional. Otros, en cambio, hablan de un gran marketing.
Mi intención con este breve texto no es dar una respuesta a la pregunta sobre el porqué el joven puertoriqueño de 28 años es hoy el fenómeno que es. En primera porque desconozco mucho sobre la historia del reggaetón, y en segunda porque me excede todo lo que implica tal figura artística. Solo soy una joven feminista de 28 años que, a diferencia de otros años, este 2022 ha escuchado mucho más su música. Es por esto que en consonancia con mis intereses en el feminismo mi intención solamente es decir que el fenómeno de Bad Bunny no puede ser comprendido sin prestar atención al feminismo y a los cambios en la subjetividad que el movimiento de mujeres y disidencias sexuales ha generado en los últimos ocho años.
¿Por qué sostengo esto? Pues bien, por muy sorpresivo que parezca a ojos de muchxs, en particular a lxs detractores del reggaetón que constantemente se han empeñado en rechazarlo por considerarlo vulgar y misógino, el fenómeno Bad Bunny es la expresión musical de una nueva subjetividad juvenil surgida a raíz de que a mediados de la década pasada en todo el mundo, y en particular en Latinoamerica, el movimiento feminista tuviera un resurgimiento y masividad en las calles al salir a protestar en contra de la violencia sexual, los feminicidios, el derecho al aborto, el reconocimiento de las identidades de género, los techos de cristal, y la doble jornada laboral de las mujeres.
No me malinterpreten, no quiero decir que Bad Bunny sea un militante feminista, un abanderado de la lucha de las mujeres y la diversidad sexual, o que su intención sea ser enmarcado dentro del feminismo. Para nada creo que la complejidad de su figura se reduzca a la política feminista de nuestra época. Sin lugar a dudas que el fenómeno Bad Bunny se debe al auge del propio reggaetón que viene desde hace años, y también a las particularidades musicales de sus canciones. Sin embargo, más allá de la idea de comprenderlo como un “mero gusto musical”, sí creo que mucho de lo que ha sido llamativo y transgresor en él como artista no puede ser comprendido fuera del marco de lectura feminista y del hecho de que Benito es parte de esa generación de jóvenes que ha crecido a la par que el discurso feminista se ha popularizado. Esa generación que hoy critica el machismo y denuncia la violencia de género, que se burla de las masculinidades tradicionales, y que busca transgredir la heteronormatividad y las normas de género. Solo esto podría explicar toda la excentricidad que le rodea que, más que ser una casualidad, es ya parte de lo que lo caracteriza. Dicho de otra manera, no habría un Bad Bunny si no fuera porque desde la década pasada el movimiento feminista tuvo un resurgimiento en América Latina.
Dice la investigadora feminista Silvia Díaz Fernández que la música de Bad Bunny transgrede y subvierte la masculinidad hegemónica patriarcal, la cual consistiría en colocar a las mujeres, la feminidad, y los hombres no heterosexuales como inferiores y dominados. Esto se nota por la manera en que su música y su figura pone en cuestión de múltiples maneras no sólo la estética de género masculina tradicional sino también la homofobia, la transfobia, el heterosexismo, y la misoginia.
Las relaciones entre personas del mismo género, la fluidez del género y la sexualidad, una estética queer y una sexualidad no cisheteronormativa como característica de Bad Bunny, así como la construcción de la mujer como un sujeto empoderado con agencia sobre su cuerpo y su sexualidad serían algunos de los valores transmitidos en varias de las canciones del joven artista. Esto, de acuerdo con Díaz, subvierte y transgrede los códigos de género que han caracterizado históricamente al reggaetón en donde la masculinidad se afianza no sólo a partir de ciertos estereotipos en la estética de género sino también por la relación que los hombres guardan con las mujeres en donde constantemente son reducidas a ser un objeto sexual o dependientes de los hombres. Bad Bunny se distancia de esta masculinidad hegemónica al cuestionar las normatividades y límites del género, celebrar la diversidad corporal y la libertad de las mujeres y las sexualidades, a la par que critica las actitudes machistas que los hombres tienen con las mujeres en nuestra sociedad.
Bad Bunny usando faldas, uñas pintadas, aretes o completamente travestido; mujeres con vellos en las axilas con estéticas fuera de la feminidad hegemónica; mujeres que se plantan ante la violencia de género y rehacen su vida, que son retratadas como guerreras, que se divierten sin necesidad de los hombres, o que participan con pañuelos verdes en protestas por el derecho al aborto; personas del mismo género besándose, o Bad Bunny siendo besado por otros hombres; banderas LGBT+, cuerpos diversos como el de una drag queen, personas trans, mujeres de edad mayor o con Síndrome de Down; el amor como expresión sin referencia a la genitalidad. Todas estas son imágenes que circulan en los vídeos y canciones de Bad Bunny.
“Mataron a Alexa, no a un hombre con falda”
Incluso la asociación de Bad Bunny con estos valores ha llevado a que muchas mujeres se sientan identificadas con algunas de sus letras, al grado de que incluso la canción de Andrea causó revuelo en Puerto Rico porque a nivel nacional se le relacionó con Andrea Ruíz Costa quien fue víctima de feminicidio a manos de su pareja en el 2021. La canción de Andrea retrata a una mujer que no encaja en esta sociedad que constantemente la critica, juzga y violenta por su forma de vivir y de buscar el amor. Aunque Bad Bunny desmintió los rumores de que la canción hablara de Andrea Ruíz, igualmente dijo que la Andrea de su canción puede referir a muchas mujeres, entre ellas a la Andrea víctima de feminicidio.
Sin embargo, esta no sería la primera vez que Bad Bunny haría referencia a la violencia de género fuera de las letras de sus canciones. En el 2019 se volvió polémico un tuit que fue considerado una respuesta a un comentario homofóbico del reggaetonero Don Omar. Bad Bunny escribía “¿Homofobia a estas alturas? Qué vergüenza, loco”. Y en el 2020 luego del transfeminicidio de Alexa Ruiz y de que el informe policiaco y los medios de comunicación hablaran de “un hombre con falda”, Bad Bunny aprovechó su presentación en el programa de Jimmy Fallon días después para portar una camisa que decía “Mataron a Alexa, no a un hombre con falda”. Con esto Bad Bunny, al igual que el movimiento en twitter #SeLlamaAlexa, mandaba el mensaje de que Alexa era una mujer trans a la que había que respetarle su identidad de género.
Sin embargo, a pesar de lo transgresor y subversivo que es Bad Bunny con la masculinidad hegemónica patriarcal, Silvia Díaz también señala que su música no termina de dejar de reproducir valores machistas y masculinistas, propios de la masculinidad patriarcal. Esto sería el caso de canciones en las que la mujer no es un sujeto sino que es reducida a un objeto sexualizado sin agencia, humillada y para el consumo masculino. Además, habría que decir que, a pesar de que Bad Bunny abre la puerta a la diversidad de los cuerpos femeninos al mismo tiempo en el centro de la representación siguen estando los cuerpos femeninos que más se acercan al ideal normativo de belleza femenina. Estas contradicciones y tensiones en Bad Bunny, dice Díaz, tienen que comprenderse como parte de un momento histórico particular, que ella señala de postfeminista, en el que los valores progresistas del feminismo que se han ido normalizando cohabitan de manera compleja con los valores machistas de nuestra época.
Otro de los límites a las transgresiones de Bad Bunny, apunta Díaz, está en que si bien representa a la mujer como empoderada, al mismo tiempo reproduciría un empoderamiento neoliberal que no termina por identificar las causas sociales que generan esa violencia más allá de los hombres particulares que las cometen.
Una figura llena de tensiones.... moviliza tensiones que recorren al propio feminismo
En todo caso el ser una figura llena de tensiones es lo que hace a Bad Bunny un artista interesante para el pensamiento feminista, ya que en muchos casos moviliza tensiones que recorren al propio feminismo. Los feminismos tienen toda una larga historia discutiendo la manera en que el sexo y la sexualidad están embebidos en relaciones de poder. Esto ha permitido ver de qué manera la sexualidad y el cuerpo de la mujer funcionan como una manera de mantener un orden social generizado en el que los hombres son los que se favorecen. Para las feministas habría situaciones donde es claro que el poder y las interacciones sexuales quedan empalmados para oprimir a las mujeres, como en el acoso y la violación sexual. Sin embargo, hay todo un abanico de interacciones sexuales- como la pornografía, el trabajo sexual, el BDSM- que tensan a los feminismos por la pregunta que se abre respecto a si eso empodera a las mujeres o está promoviendo el poder y dominio de los hombres. Muchas veces esta controversia se plantea en términos de feminismos prosexo y antisexo. El reggaetón y el perreo mismo en muchos casos ha sido rechazado por un sector del feminismo por promover la sexualización de la mujer.
En mi perspectiva la sexualización puede tanto empoderar a los cuerpos que históricamente se les ha negado su sexualidad, como también puede ser una manera de promover el control y opresión de grupos. Teniendo esto mente no pretendo decir que Bad Bunny resuelve la tensión entre sexo y poder, porque en muchos casos no lo hace. Sin embargo creo que su atractivo para muchas feministas y mujeres está en que él promueve un discurso que no abdica del sexo y la sexualización, e igualmente plantea que el sexo no está peleado con señalar el machismo y reivindicar a la mujer. Esto de una u otra manera se separa del reggaetón que históricamente ha hablado de sexo en colusión con el machismo, y también se distancia de las tendencias antisexo que han ganado terreno en el feminismo en los últimos años.
Una tensión más que tendría la figura de Bad Bunny con el discurso hegemónico feminista está en el identitarismo que ha plagado al movimiento de mujeres, y en general a todos los movimiento sociales, en los últimos 6 años. Este identitarismo ha mantenido en un impasse al movimiento ya que anula la posibilidad que la violencia sea cuestionada desde posiciones de sujeto que no sean las de aquellas que viven ciertas violencias. A pesar de que un sector del feminismo ha insistido en lo poco estratégica que es esta posición política, porque aisla la lucha feminista e incluso no permite que los hombres puedan tener un rol activo, el identitarismo aún hoy es hegemónico en el activismo. Que Bad Bunny ponga a circular posiciones que van contra la violencia machista, feminicida, transfeminicida y homofóbica rompe con la idea de que los hombres deben mantenerse pasivos sin poder tomar posición contra la violencia que viven las mujeres y las personas de la diversidad sexual. Pasividad que, dicho sea de paso, en muchos casos termina convirtiéndose en indiferencia y complicidad con la violencia.
Una inminente “feminización de hombres” y un agrietamiento de la masculinidad tradicional normativa
Toda esta complejidad en lo que representa Bad Bunny ha generado múltiples recepciones de su figura en la sociedad en general, y en particular en los círculos feministas y LGBT+. Para sectores conservadores hay una especie de temor ante lo que ven como una inminente “feminización de hombres” y un agrietamiento de la masculinidad tradicional normativa. Por otro lado, al interior de los círculos LGBT+ algunas opiniones se han mostrado críticas ante lo que ven como una apropiación de la cultura queer al servicio del marketing. Para algunas feministas él representa un caballo de Troya en el feminismo que promueve la cosificación de la mujer, la “ideología de género” y el “transactivismo”- estos últimos términos usados para excluir a las personas trans por sectores de derecha y del feminismo.
Para otras voces LGBT+ la crítica no ha sido en particular a Bad Bunny sino a la hipocresía social que mientras celebra a algunos hombres heterosexuales famosos feminizándose, la feminidad de hombres gays, bisexuales, personas no binarias o mujeres trans muchas veces sigue siendo motivo de burla en medios de comunicación y de discriminación en la cotidianidad de sus vidas. De hecho lo que hace Bad Bunny es aplaudido ya que es visto como un distanciamiento de la masculinidad hegemónica patriarcal, y una visibilidad y acercamiento a expresiones de género diversas, queer y trans. Incluso hay quienes han señalado que esto está generando que cada vez más hombres en latinoamérica tengan masculinidades menos herméticas, las cuales han sido características del hombre latinoamericano, y se sientan más cómodos con la feminidad.
De forma similar a lo anterior la politóloga mexicana Bárbara Gómez López ha señalado que Bad Bunny puede tener cierta utilidad para la lucha feminista en la medida que “cuestiona y plantea otras formas de masculinidad, y porque fija posturas claras a favor de la causa”. Es de hecho la proyección masiva de este cuestionamiento a la masculinidad tradicional lo que lo hace una figura estratégica, ya que su alcance tiene un efecto no trivial en el terreno de las formas de masculinidad que queremos cuestionar sobre todo en nuestros contextos de violencia latinoamericana. A pesar de las contradicciones de Bad Bunny esto no le quita peso a sus mensajes considerados positivos, ya que ella sostiene que el valor de un mensaje no tiene que ser medido por la coherencia moral de quien lo emite. Incluso la propia Silvia Díaz señala que lo transgresor y subversivo de Bad Bunny, a pesar de sus contradicciones y limitaciones, puede abrir paso a que el mismo reggaetón se transforme en las ideas que moviliza respecto a la mujer y la masculinidad.
Un quiebre entre el viejo reggaetón y el nuevo reggaetón
En todo caso, si bien esto es lo que ha hecho a Bad Bunny un artista muy llamativo no solo en términos musicales sino sociológicos, habría que decir que no es algo que sea exclusivo de él ya que actualmente se suele decir que el reggaetón está viviendo los efectos del feminismo con la llegada de cada vez más voces femeninas como Karol G y Becky G, las cuales ponen en cuestión el ambiente masculinizado del reggaetón. Aunque es cierto que el hecho de que sea un hombre cisgénero en parte haya favorecido su escalada en la industria musical, hoy cada vez otras identidades, como personas trans, comienzan a abrirse paso. Tal es el caso de la puertorriqueña Villano Antillano quien es una mujer trans, que de hecho ha compartido el escenario con Bad Bunny, y que en reiteradas veces ha hablado del machismo en el reggaetón y de la realidad de las mujeres trans.
Según Díaz, esto está marcando un quiebre entre el viejo reggaetón y el nuevo reggaetón, el cual cada vez aparece más politizado. Esto no sólo por un cuestionamiento a la misoginia y el machismo sino también porque otras cuestiones sociales están rodeando a este género musical. Y es por esto que la figura de Bad Bunny no puede ser reducida completamente a la política feminista, ya que su popularidad también se debe a que su música ha empalmado no solo con la protesta feminista sino también con la protesta social que denuncia la privatización de servicios y el desplazamiento de personas por la gentrificación en Puerto Rico. No hay que olvidar que Bad Bunny junto con otros cantantes como Residente y Ricky Martín se sumaron en 2019 a las protestas que terminaron derrocando al gobernador homofóbico Ricardo Rosselló. Ahora en su último disco la canción y vídeo de El Apagón al canto de "Que se vayan ellos" denuncia los desplazamientos y los problemas de electricidad en el país luego de que la distribución de energía quedó privatizada a cargo de una empresa estadounidense y canadiense.
A la par de esto, como distintos medios han dado cuenta, Bad Bunny también empalma con una reafirmación de Latinoamérica y lo latino como forma de resistir al dominio cultural de los Estados Unidos. Esto se nota en la resistencia que Bad Bunny ha tenido a abrirse paso en la industria musical haciendo música en inglés, como sí lo hicieron otros artistas latinoamericanos como Ricky Martín y Shakira, pero también en sus declaraciones “Made in America, los latinos hacen América” o “Hay que romper eso de que los gringos son dioses”. El avance en la escena internacional y en la industria estadounidense de su música completamente en español, además de que ha generado que miles personas de otros idiomas se interesen por el fenómeno que él representa, también participa en darle identidad a un sector de la juventud latinoamericana y latina que lo encuentra como un referente político-musical y se identifica con todo lo que su música moviliza.
Todo lo anterior resulta llamativo dado que mucha gente ha criticado al reggaetón y a Bad Bunny de no ser político sino individualista o expresión de la ignorancia y decadencia capitalista de nuestro tiempo. Mucha gente no hubiera esperado que el reggaetón fuera lo que hoy es. Quizá ni los propios reggaetoneros anticipaban que su género se volvería pop y que hablara de machismo siendo históricamente machista. Seguro tampoco la gente clasista, que muchas veces ha rechazado al reggaetón por considerarlo misógino y de "ignorantes", anticipaba que ese género urbano latinoamericano que nació en las calles y en las clases precarizadas ahora ponga a mover muchos culxs de clase media a lo largo del mundo.
No creo que Bad Bunny sea un héroe ni un caudillo del siglo XXI, y tampoco que todas las personas que lo escuchan se reivindiquen feministas. Sin embargo, sí creo que está siendo una figura relevante para comprender la sensibilidad política de la juventud del momento, ya que amplifica a nivel internacional muchos de los valores políticos de los últimos años. Quizá después de todo, para quienes se han preguntado lo que representa, es el síntoma de nuestra época. Es la expresión musical de cambios históricos generacionales que han gestado una nueva subjetividad latinoamericana politizada dispuesta a la protesta y a llidiar desde nuevas posiciones con muchos de los retos nuevos y heredados: la violencia machista, la misoginia, la LGBTfobia, el reconocimiento y normalización de la diversidad sexo-genérica, las privatizaciones sociales, los desplazamientos, el dominio estadounidense y otros problemas más del capitalismo neoliberal