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COVID y capitalismo: la mentira de los gobiernos ante la pandemia

Mario Caballero

Foto: Cuartoscuro

COVID y capitalismo: la mentira de los gobiernos ante la pandemia

Mario Caballero

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La pandemia ha devastado no solamente la economía mundial (con efectos que se asemejan a la depresión de 1929), sino a la humanidad misma. Son ya más de 4 millones de contagios y 273 mil muertos en el planeta, esto, en una dinámica ascendente que aun cuando se estabilice, enfrenta serias advertencias de posibles rebotes del virus, incluso una vez pasada la crisis.

Como en las guerras, la propaganda desempeña un rol importante. En el escenario catastrófico provocado por la crisis sanitaria del COVID-19, la información está planificada para un “control de masas”.

Así, Donald Trump ha levantado una política negacionista que no solamente intenta evitar un escenario catastrófico de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de este año, sino que junto con otras potencias imperialistas europeas trata de mantener el equilibrio inestable del orden mundial impuesto con el neoliberalismo en las últimas décadas.

Por otro lado, el gobierno de China quiso ocultar el surgimiento del virus en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei. Por ello, fue hasta el 11 de marzo de 2020 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció esta crisis como una pandemia global.

Incluso Trump seguía soslayando la magnitud de esta pandemia, justo cuando en un solo día (el 16 de abril) se registraron 4 mil 500 muertes en los Estados Unidos, según informa el diario independiente Democracy Now.

Y una vez extendida la pandemia a otros países, los gobiernos pretendieron ocultar su importancia —es decir, su capacidad destructiva—, para no interrumpir las cadenas de valor en el mundo. Otros anunciaron engañosas medidas para aparecer como autoridades responsables.

Hubo gobernantes que, no sólo minimizaron los alcances de la crisis sanitaria, sino que se negaron a distanciarse de la gente en los encuentros públicos. Incluso se muestran sin cubre bocas o alguna otra protección para no causar “alarmismo”, alentando la vuelta a la normalidad bajo la lógica política de no afectar la producción industrial, la banca y las inversiones.

En esta política criminal, la vida de las y los trabajadores pasó a ser abiertamente prescindible en aras de conservar la ganancia y la reproducción del capital. Así, las agencias informativas oficiales han cumplido un rol de Ministerio de Propaganda, mintiendo diariamente para desinformar a la población, ofreciendo datos opuestos a los de los científicos especialistas preocupados por la gravedad de la crisis endémica.

De esta “propaganda de guerra” se hicieron parte también gobiernos capitalistas dependientes (con rasgos semicoloniales) como los América Latina, principalmente en Brasil con el neofascista Jair Bolsonaro. Sin embargo, las principales potencias económicas del mundo y sus socios capitalistas en la periferia no pudieron evitar crisis orgánicas que muestran cómo ese orden mundial está cada vez más en desequilibrio.

Si bien el adormecimiento de la conciencia de las masas por la clase dominante es una empresa que se logra tanto por el consenso como por una combinación de dicho consenso y la coerción, la propaganda (ya sea a través de los partidos, de la educación, la religión y las costumbres), desempeña un rol fundamental en esa tarea.

Los actuales gobernantes en esa etapa de crisis del capitalismo, aprendieron de las técnicas y estrategias de comunicación de hechos históricos reconocidos, mismos que impactaron en el sentido común de las masas (la opinión pública), para justificar decisiones económicas y políticas de la clase dominante.

Las verdades (históricas) de la clase dominante: ideología contra las masas

Ya desde la guerra de los Balcanes de 1912-1913, Trotsky, como corresponsal de guerra del periódico Kievskaia Mysl (“El Pensamiento de Kiev”), da cuenta de los prefabricados partes oficiales periodísticos que tendían a disfrazar la realidad de esa guerra. Es decir, no solamente se ocultaban las bajas humanas y las contradicciones de todo tipo que presentaba dicha guerra, sino también los objetivos de rapiña de la Liga Balcánica (Bulgaria, Grecia, Montenegro y Serbia) contra el imperio otomano.

La de Trotsky fue, como revolucionario, una batalla contra la mentira de Estado que los gobernantes y generales de esa guerra imponían a sus propios pueblos y también al resto del mundo.

Tampoco podemos olvidar la mentira oficial de la justicia de los Estados Unidos para acusar injustamente a los anarquistas Sacco y Vanzetti de haber asesinado a dos empleados de un banco, y ajusticiarlos en 1927, pese a la campaña internacional por la liberación de estos famosos luchadores contra el sistema. De esta manera, la que se preparaba para despegar como la primera potencia imperialista, utilizó la mentira de la clase dominante en contra de dos enemigos del Estado, en el contexto de los años de surgimiento del primer Estado obrero en lo que era la Rusia en 1917, y de las perspectivas de lucha abiertas para los trabajadores del mundo.

Otro ejemplo del papel de la mentira estatal, fue el incendio del Reichstahg (el Parlamento alemán) en 1933, provocado por el Canciller Hitler para culpar y perseguir al Partido Comunista de Alemania (KPD), fortaleciendo así el surgimiento del fascismo en Alemania.

En México, durante el gobierno de criminal gobierno del priísta Enrique Peña Nieto, el ardid estatal más escandaloso de los últimos años fue la llamada “verdad histórica” esgrimida por el entonces Procurador General de la República, José Murillo Karam, pretendiendo ocultar la participación del ejército en la desaparición de los 43 estudiantes de la normal Ayotzinapa en el 2014. Aquí, este intento de desinformación institucional, se volvió en contra de un gobierno que cavó su tumba bajo la consigna popular “¡fue el estado”!

Es decir, que en situaciones de crisis económicas, políticas y sociales, los gobiernos capitalistas inventan escenarios, alteran los hechos y desinforman con el objetivo de mantener el control de la situación. En el caso de la pandemia mundial, el objetivo es no alarmar a la población para justificar la continuidad de actividad industrial, la bancaria y mercantil. Esto, pese a las pérdidas humanas que esas medidas implican, mostrando que para los capitalistas, sus ganancias están por encima de todo. Con esta política criminal, donde la vida de las y los trabajadores pasó a ser abiertamente (descaradamente) prescindible en aras de conservar la ganancia y la reproducción del capital.

Si alguna crisis en el capitalismo muestra el nivel de barbarie señalado por la revolucionaria comunista Rosa Luxemburgo (además de las guerras, la sobreexplotación, la miseria, los feminicidios y crímenes contra la diversidad sexual), es el manejo informativo y político de la pandemia que recorre el mundo.

Pero ninguna política informativa oficial, puede cubrir las repercusiones sociales y económicas a nivel mundial, que abren una nueva etapa histórica en la relación entre las clases.

Trotsky señalaba cuando advertía que el engaño el más antiguo que la sociedad de clases: “En ninguna parte se miente políticamente tanto como en las democracias burguesas. Esta ya no es la “mentira” objetiva de la mitología, siendo el engaño organizado y consciente al pueblo con ayuda de medios combinados de esta extraordinaria complejidad”. (Teoría y práctica de la revolución permanente).

Por ello, contra las medidas de los capitalistas, los trabajadores y los pueblos debe levantar un programa para enfrentar la pandemia y los ataques de los gobiernos que buscan precarizar más el trabajo y la pauperización de las masas

México: el cuestionado el manejo de la crisis y la política formativa

Si bien, el gobierno de Andrés López Obrador no comparte todas las características de los ejemplos arriba mencionados sobre el uso de la mentira oficial, la política informativa difundida diariamente a través de las conferencias de prensa, tiende a ser exitistas y a ocultar la verdad con consecuencias fatales para la población.

Este “optimismo” —en medio de la crítica situación provocada por la pandemia— y su “respeto” por los intereses de los capitalistas le impide al gobierno tomar medidas más efectivas y elementales contra la propagación de los contagios (por ejemplo, se niega a las necesarias pruebas masivas), aumentando así el riesgo de mortandad en la población.

Baste como ejemplo la reunión realizada el 30 de marzo en Palacio Nacional entre el gabinete y el Consejo de Salubridad General, donde el presidente inicialmente se negaba a aceptar el planteamiento de Hugo López Gatell (subsecretario de Salubridad) de declarar la emergencia sanitaria. Donde López Obrador se preocupó más sobre impacto económico que tendría declarar dicha emergencia, aunque finalmente tuvo que aceptar una especie de emergencia con medidas asistenciales que no van al fondo del problema.

Si el país estaba al borde de la incertidumbre, ésta ya se instaló en la mayoría de la población que no sabe qué pasará con sus familiares enfermos. A esto se suma una cuarentena que, aunque no sea declarada obligatoria (ya varias partes del país están militarizadas para evitar el tránsito en las calles), no resuelve la subsistencia (y la seguridad) de aquellos que tiene que salir a trabajar.

Y es que mientras el gobierno anuncia que hay camas suficientes para atender los contagios, la realidad es muy distinta. En los principales hospitales del IMSS y el ISSSTE, la saturación de los mismos se expresa en los carteles pegados por las autoridades en las puertas que dicen que ya no hay lugar; es decir que no hay esperanza para aquellos que se debaten entre la vida y la muerte. Como un sólo ejemplo, basta señalar que la Secretaría de Salubridad y Asistencia informa que no hay disponibilidad de camas en 33 de los hospitales COVID-19 el valle de México (la región del país que más contagios y muertes muestra), según nota de La Jornada, del 9 de mayo del 2020.

Pese al cambio de estrategia de López Obrador (del “no pasa nada” y el rezo “Detente”, al “quédate en casa”), el anunció del presidente de que la mayor fase de contagio en la Ciudad de México puede durar hasta el 20 de mayo, y que se observan las medidas que el gobierno, el país volverá a la normalidad por etapas, es una política informativa que busca no alarmar a la población y preparar las condiciones para una vuelta a la normalidad de la industria y el comercio. Esta declaración va en contra de la tendencia a un aumento de la mortandad, pues al momento de escribir este artículo son ya 3mil 160 muertos y 31 mil 522 contagios; esto cuando según el gobierno estamos todavía a menos la mitad del fin del ciclo pandémico.

Ya académicos del CIDE y de la Universidad de Stanford de Estados Unidos que participan en el modelo de investigación S-C COSMO, están alertando que el pico más difícil de la pandemia será dentro de dos meses después de la fecha fijada por el gobierno mexicano, es decir, el 21 de junio. La importancia del mensaje gubernamental (una decisión política) tiene repercusiones en las medidas que deben tomar la población, o las que dejaría de tomar al confiar en la propaganda oficial.

Así, en las conferencias informativas de Palacio Nacional se aseguraba que se tenía el control los casos de COVID-19 el interior del país, dando por sentado que no pueden existir brotes locales o comunitarios no detectados. Una falsa afirmación, pues producto de la política negacionista no hubo —cuando se supo del avance de la pandemia —ningún tipo de vigilancia epidemiológica y en los aeropuertos ni en ciudades que colindan con los Estados Unidos Tijuana, Matamoros, Baja California y Ciudad Juárez, entre otras.

Incluso, cuando existe la probabilidad anunciada por científicos que han identificado una nueva cepa del coronavirus que se ha vuelto dominante en todo el mundo y parece ser más contagiosa que la primera que se propagó en los primeros días de la pandemia de COVID-19, según un nuevo estudio dirigido por científicos del reconocido Laboratorio Nacional de Los Álamos de la Universidad de California, en los Estados Unidos.

Por lo tanto, no es extraño entonces el número considerable de muertes en esos estados (sobre todo en Baja California y Cd. Juárez), localidades donde aumentaron los contagios y muertes en las empresas maquiladoras fronterizas.

El reportaje del New York Times del 8 de mayo de este año señalando que, dados los fallecimientos no declarados por causa del coronavirus, la metodología oficial de medición del nivel de mortandad (aunado a la evidente saturación de los hospitales, la falta de camas y respiradores y la no realización de pruebas masivas), el número de muertes en el país sería tres veces mayor al declarado por las cifras oficiales. Por lo que, sin pretender ser alarmistas o fatalistas —ni mucho menos darle base a la política de los sectores de derecha anti gobierno—, siendo realistas, tenemos que decir que la política del gobierno para enfrentar la crisis es, cuando menos, impotente.

Esos señalamientos, son al margen de la polarización fomentada por las cámaras empresariales y los partidos tradicionales derrotados en las elecciones del 2018 que pretenden, por un lado, debilitar la Cuarta Transformación para quitarle la minoría simple en las elecciones al Congreso del próximo año, al mismo tiempo que intentan que el Estado subvencione las pérdidas (por distintas vías) de los grandes capitalistas.

Sin embargo, pese a la fortaleza que aún conserva el gobierno (aunque hayan bajado algo sus niveles de aceptación), de escalar el nivel de la mortandad por el COVID-19, es probable que veamos un importante momento en la pérdida de credibilidad del proyecto de la 4-T.

Y es que para los miles que son obligados a cerrar sus pequeños comercios, es inaceptable que López Obrador permita que las grandes empresas sigan enriqueciéndose, aun a costa de la vida de sus trabajadores, tal como está pasando en las maquiladoras del norte, o en las tiendas de su amigo Salinas Pliego. Un gobierno que se autonombra “antineoliberal”, no tendría por qué, en plena pandemia, defender las ganancias de los capitalistas por encima de la vida y los derechos de la clase trabajadora.

Solamente la movilización de la clase trabajadora (que empieza a mostrarse en varias partes del mundo y también en México), puede cambiar la política del gobierno y evitar que el número de muertes siga creciendo de manera alarmante. Es necesario que los sectores de trabajadores (muchos de ellos votaron por López Obrador) se organicen y unan sus fuerzas, y sigan el ejemplo de los conflictos y huelgas que están descubriendo la verdadera cara de la Cuarta Tranformación.


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Mario Caballero

Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.