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Red Internacional
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ESPIONAJE PERONISTA. Carlos Soria, la SIDE y la Masacre de Avellaneda

En la sesión de Diputados del miércoles la kirchnerista María Soria acusó de mentiroso al diputado del PTS/FIT Nicolás del Caño, quien minutos antes había hecho un prontuario criminal de la SIDE. La mujer defendió a su padre, el fallecido Carlos Soria, que en 2002 dirigió la agencia de Inteligencia que jugó un rol destacado en el asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillán. Del Caño no mintió. ¿Quién fue Carlos Soria?

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Sábado 28 de febrero de 2015

  • Carlos Soria junto a Nçastor Kirchner, Miguel Pichetto y Florencio Randazzo

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Foto: Miguel Pichetto, Néstor Kirchner, Carlos Soria y Florencio Randazzo

Ya era la madrugada del jueves, y la sesión que había arrancado la tarde del miércoles todavía iba por la mitad. Inmediatamente después de que Del Caño hiciera uso de la palabra para fundamentar su voto en contra de la nueva Ley de Inteligencia, la diputada del Frente Para la Victoria María Emilia Soria planteó una cuestión de privilegio. Fue para acusar de calumniador, mentiroso e irresponsable al diputado del PTS/FIT porque éste acusó a la SIDE de realizar infinidad de actos criminales, entre ellos los informes que sirvieron en 2002 para asesinar a Maxi y Darío en el Puente Pueyrredón.

La reacción de la diputada rionegrina se debió a que en 2002 la SIDE estaba dirigida por su padre, Carlos Soria. Por eso con tono acongojado (el hombre fue asesinado hace tres años por su esposa) la legisladora acusó a Del Caño de mancillar el honor de su familia. Pero vale preguntarse, ¿Del Caño mintió? ¿Qué honor trató de defender la hija de Carlos Soria?

Inteligencia criminal

Cuando Eduardo Duhalde fue nombrado presidente el 1° de enero de 2002 puso al frente de la SIDE a dos hombres de estrechísima confianza, Carlos Soria como secretario y Oscar Rodríguez como subsecretario. Nada de lo que se hacía o deshacía desde la SIDE podía ser ajeno ni a ellos ni a Duhalde, mucho menos en lo referente al espionaje sobre las organizaciones populares y muchísimo menos a apenas seis meses de las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre.

La responsabilidad de Carlos Soria en el asesinato de Kosteki y Santillán en junio de 2002 es innegable. Y los hechos documentados lo demuestran.

Una investigación minuciosa que el MTD Aníbal Verón transformó en un libro titulado “Darío y Maxi, dignidad piquetera”, demuestra el nivel de involucramiento de Soria, Rodríguez y la SIDE en la preparación del plan criminal. Veamos algunos párrafos.

“Espías de Oscar Rodríguez, pagados por el Estado, infiltraron encuentro públicos y organizaciones populares. (…) Los agentes que Oscar Rodríguez había incorporado al plantel de espías de la SIDE cuando asumió su cargo como vicejefe de Inteligencia en enero, produjeron días antes del 26 un nuevo documento reservado. Eran las desgrabaciones de los discursos pronunciados en la Asamblea Nacional Piquetera realizada los días 22 y 23 de junio en el Estadio Gatica de Villa Domínico.”

Sobre lo realizado el día de la masacre, la investigación denuncia que “el subsecretario de inteligencia y amigo personal del Presidente, Oscar Rodríguez, fue el nexo entre la Casa Rosada y la maldita policía. (…) Fanchiotti estuvo en contacto directo con un área secreta del Poder Ejecutivo Nacional durante la jornada en que comandó la operación represiva que terminó con las vidas de Maxi y Darío (…) La base de operaciones Billinghurst de la SIDE está al mando del vicejefe de la Secretaría, Oscar Rodríguez, a quien en la jerga de inteligencia denominan ‘Señor 8’. El programa Periodistas denunció que desde allí se hace inteligencia sobre organizaciones populares: se pinchan teléfonos, se filman protestas y se acumulan archivos con los antecedentes de los manifestantes.”

La defensa encarnizada que la diputada Soria hizo del “honor” de su padre es, cuanto menos, endeble. Quien luego fuera gobernador kirchnerista no sólo fue responsable directo de la masacre del Puente Pueyrredón, sino que ya tenía antecedentes complicados. En febrero de 2002 había difundido unos supuestos informes producidos por el general Juan Carlos Mugnolo y el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas sobre la presunta infiltración de las FARC de Colombia entre las asambleas populares y piqueteros. Lo que se dice, todo un servidor.

Foto: Carlos Soria junto a Eduardo Duhalde

Más que una cuestión de “honor”

Pero no por endeble esa defensa es ilógica. María Emilia Soria necesita defender lo indefendible porque en las próximas elecciones espera acceder a la vicegobernación de Río Negro, acompañando la candidatura de Miguel Ángel Pichetto, el jefe de los Senadores del Frente Para la Victoria que defendió la política kirchnerista durante casi una década. Pichetto es el mismo que logró la alianza entre Los Kirchner y Soria, que le permitiría a éste último postularse dos veces para la gobernación de la provincia, en 2007 y 2011, logrando esta última el triunfo con el que el peronismo desplazó al radicalismo que llevaba décadas en el poder. Aunque, como ya se dijo, 21 días después de asumir terminaría asesinado por su esposa y el cargo quedaría en manos del ex frepasista Alberto Weretilneck.

Seguramente para muchos kirchneristas que se llenan la boca hablando de los derechos humanos la figura de Carlos Soria les dará dolor de cabeza. Pero a esta altura lo que piensan ellos no importa. El punto es cómo Néstor y Cristina sostuvieron, alentaron y hasta ayudaron a uno de los responsables de la Masacre de Avellaneda a convertirse en el impune mandamás de Río Negro hasta el día de su muerte.

Ironías de la historia

La fusión política entre Carlos Soria y el kirchnerismo llegó incluso a querer borrar parte del pasado, cuando eran enemigos y se batían a duelo.

En julio de 2002, un mes después de la Masacre de Avellaneda y cuando ni siquiera imaginaba ser algún día presidente de la nación, la entonces senadora Cristina Fernández denunció a Carlos Soria de hacer espionaje ilegal y perseguir desde la SIDE a ella y a su marido, Néstor Kirchner.

De aquel conflicto que los enfrentó duramente, sobresalen dos datos que hoy pueden hasta sonar cómicos. El primero es que en aquel momento Cristina acusaba a Soria de dar expresas instrucciones a agentes de Inteligencia para que vigilen al matrimonio hasta en los detalles más mínimos. Y que lo hacía a través de una orden escrita a la que ella pudo acceder y que terminó siendo presentarla junto a la denuncia. Algo llamativo, ya que semejantes directivas de la SIDE no suelen escribirse y mucho menos filtrarse fácilmente.

Y el segundo elemento curioso es que quien salió públicamente a desmentir a Cristina y a defender a Soria fue nada menos que Aníbal Fernández. Casi riéndose de su futura jefa, el entonces secretario general de la Presidencia de Duhalde dijo a los medios que si le daban “diez minutos, un papel A4 y una impresora” hacía un escrito “más lindo” que el que la senadora por Santa Cruz había presentado ante la Justicia.

A casi trece años de esa denuncia, Aníbal Fernández es el flamante Jefe de Gabinete de Cristina y la hija del fallecido Soria una rabiosa diputada del Frente Para la Victoria. En un pacto que parece durable, todos están de acuerdo en que una parte importante de sus pasados peronistas bien puede quedar en el olvido. O, al menos, en el cajón.

A todo lo anterior se suma un dato tétrico. Carlos Soria cosechó muchas amistades. Entre ellas, la de un tenebroso personaje. Se llamaba Erich Priebke, había nacido en Alemania en 1913 y fue uno de los jerarcas nazis más crueles, responsable de la masacre de las fosas Ardeatinas durante la ocupación alemana de Italia. Hasta poco antes de ser extraditado a Roma para ser juzgado y condenado, Priebke solía cenar a los pies de la Cordillera con su amigo Carlos Soria. Una joyita.

Foto: Carlos Soria junto a Erich Priebke

Soria ya no podrá ser investigado y juzgado por su accionar en la Masacre de Avellaneda, como sí podrían serlo Duhalde, Ruckauf, Aníbal Fernández, Juajno Álvarez y otros ex funcionarios si en algún momento avanzara la causa que el año pasado logró ser desarchivada gracias a la lucha de los familiares y compañeros de Maxi y Darío. La causa por las responsabilidades intelectuales y políticas de aquella masacre que aún siguen impunes.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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