A horas del balotaje, el kirchnerismo sacó la artillería pesada. Un documento firmado por sus intelectuales busca interpelar a la izquierda y centroizquierda para votar Scioli-Zannini.
Viernes 20 de noviembre de 2015
Según la Agencia DyN, el documento emitido por los intelectuales afines al kirchnerismo señala que “no nos es desconocido el argumento de que todos son lo mismo; pero también debemos pensar que una diferencia, por pequeña que sea, abre fisuras en el rumbo histórico”. El documento contiene la firma de 228 intelectuales afines al oficialismo y afirma además que “la segunda vuelta no es una elección sino una opción crucial en esta etapa de Argentina y Latinoamérica. En el cuarto oscuro, sin abandonar ninguna de nuestras banderas: Scioli-Zannini”.
Lo de “sin abandonar ninguna de nuestras banderas” resulta casi risible. En mayo de este año, Eduardo Jozami, referente de Carta Abierta, afirmaba que si “el gobernador de la provincia de Buenos Aires se consagra como candidato, no tardarán en acercarse muchos de los peronistas disidentes y el movimiento de Perón olvidará los arrebatos izquierdistas de Néstor y Cristina”.
Por esas mismas fechas, los intelectuales “críticos” aplaudían a rabiar la ocurrencia del ministro Randazzo sobre un proyecto que “se podía quedar manco” si el gobernador de Buenos Aires resultaba ser el candidato presidencial del proyecto.
La algarabía dejó paso a la desazón y la tristeza. Votamos a Scioli con “cara larga” y con “desgarramiento” ilustró hace poco menos de un mes Horacio González. Como si un siglo hubiera pasado entre las dos afirmaciones, cuando solo había ocurrido el simple paso del (largo) invierno.
Ahora esos mismos intelectuales llaman a votar a Scioli, a pesar de que no corresponda, con “estricta pureza” a su programa. Si eso es “sostener las banderas”, no queremos imaginar cómo sería arriarlas.
El mismo documento afirma que “muchas veces empleamos el concepto de objetividad de la historia para señalar que había un rumbo de transformaciones que, sin embargo, no era representado por ideas y personas que con estricta pureza respondieran a nuestros programas” y agrega que “en esas ocasiones supimos ver, cualquiera fuese la fuerza partidaria en la que estábamos inscriptos, que no eran iguales las alternativas que se presentaban ante millones de personas con la apariencia de no tener diferencias entre sí”.
El documento señala además, siempre según la agencia DyN, que “en muchas oportunidades definimos que nuestra conducta revolucionaria debía ser de indiferencia o de condena a las opciones que se presentaban al cuerpo electoral de la Nación. Pero luego percibimos que si, con nuestro caudal, hubiéramos apoyado al que objetivamente abría un terreno nuevo o impedía, en razón de las fuerzas populares que congregaba, el avance de las derechas revestidas con todo tipo de vestimentas conocidas o prefabricadas, las causas populares habrían adquirido nuevos espacios de manifestación política y espesura social”.
Dejando de lado, el dudoso “caudal electoral” que puedan aportar los intelectuales de Carta Abierta, las piruetas verbales son un verdadero descalabro intentando acomodar viejas y nuevas definiciones, en pos de votar a quien, el –alguna vez llamado- “núcleo duro”, ubicó como heredero de los años 90’.
La intelectualidad agrupada en Carta Abierta nació en el ya lejano 2008, como parte del combate contra la “restauración”. Menos de una década después, apoya al “menos malo” de los productos de esa misma restauración. Naufragio sin ambages.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.