En el recientemente publicado ¿Para qué sirvió el peronismo? [1], Hernán Brienza define: “Si el peronismo está en algún lugar, es en la tensión siempre candente entre doctrina y pragmatismo”. El método admite una conclusión lapidaria: “No hay diferentes peronismos a lo largo de su historia, sino que hay un solo peronismo aplicado a los desafíos de las diferentes etapas históricas y que hay determinadas estrategias en función de nuevos obstáculos y oportunidades”.
Oportunismo total de las circunstancias, la concepción habilita justificar casi cualquier cosa. Por ejemplo, las negociaciones que, de manera abierta o confidencial, se despliegan entre el peronismo y La Libertad Avanza. Destrozando el valor de sus palabras, el kirchnerismo teje acuerdos a espaldas de las mayorías con la fuerza que, hasta hace un minuto, era exageradamente calificada de “fascista”.
El “pacto no escrito” –como lo definió la periodista Laura Serra– hizo eclosión a cielo abierto el jueves pasado, en la fallida sesión por la proscriptiva ley de Ficha Limpia. Las ocho ausencias mileístas, sumadas a las de múltiples aliados del oficialismo, impidieron la sesión. Impotente, la oposición “republicana” disparó una ráfaga furiosa de improperios contra La Libertad Avanza. El Frente de Izquierda, que denunció siempre el carácter proscriptivo de la norma, tampoco sumó al quórum [2].
La negociación entre Gobierno y peronismo sí adquirió carácter público alrededor de las postulaciones para la Corte Suprema. En cuestión de días, el kirchnerismo destrozó todos sus discursos acerca del “lawfare”. Lucía Corpacci, senadora nacional y vicepresidenta del PJ cristinista, afirmó que había que elegir entre Ariel Lijo y “otros peores”. Ese malmenorismo judicial elude que el magistrado de Comodoro Py viene apadrinado por Ricardo Lorenzetti, emblemático aliado de Sergio Moro y del fallecido Claudio Bonadio, figuras centrales en la persecución judicial a Lula y a CFK.
Los acuerdos se tejen, también, alrededor de la antidemocrática reforma electoral que impulsa el Gobierno. Lo confirmó, a su manera, un nervioso Germán Martínez (Unión por la Patria). Fue en la noche del miércoles, respondiendo los cuestionamientos de Nicolás del Caño (PTS-FITU). Publicitada solo como “eliminación de las PASO”, el conjunto del proyecto apunta más allá, hacia delinear un nuevo sistema de partidos, borrando de las elecciones a la izquierda y a otras fuerzas. La cuestión no reside solo en la cantidad de organizaciones; atiende asimismo a los intereses sociales que esas fuerzas expresan. Facilitando la financiación privada a gran escala, empuja a una privatización de las campañas. Aportando toneladas de dinero, el gran empresariado podría respaldar a los espacios que le responden abiertamente. Esto implica, lógicamente, un ataque al Frente de Izquierda y a otras fuerzas de izquierda, que no reciben ni recibirán esa “ayuda” financiera.
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De aprobarse, la reforma impulsada por Milei aportará a una democracia capitalista aún más ceñida a los intereses de Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Marcos Galperín y el conjunto de su clase social. Imposible avalarla desde una mirada mínimamente progresista. Por el contrario, es urgente una gran campaña democrática de pronunciamientos y rechazos a este intento antidemocrático.
La crisis y la colaboración
Antonio Gramsci recomendaba metodológicamente separar los fenómenos de coyuntura de aquellos más profundos, de carácter orgánico. La crisis del sistema de partidos local discurre por ambos andariveles. Las esquirlas de esta semana se originan en una explosión que precede el debate parlamentario. La fragmentación política condensa una crisis de representación de carácter estructural, que atraviesa al peronismo, al macrismo y a la UCR.
El PRO parece asistir a su propio velorio. Golpeado por las internas, sufre la erosión de su base electoral que, en gran medida, drena hacia La Libertad Avanza. Ese proceso está plagado de tensiones. El boicot oficial a la sesión por Ficha Limpia afectó desfavorablemente al oficialismo. Resulta lógico: una fracción de quienes lo avalaron en el balotaje eligió un “mal menor” frente al kirchnerismo. Ese malestar explica la decisión presidencial de presentar “un proyecto propio” sobre el tema.
Herramienta política del poder económico en sus orígenes [3], hoy el PRO también ve ese vínculo en crisis. La Libertad Avanza, que asume descarnadamente la agenda del gran empresariado, se propone como la formación tendencialmente más orgánica a la clase dominante. Sin embargo, esa relación tampoco se presenta lineal. Lo evidencian las resonantes críticas de grandes cámaras patronales –como la AmCham y la AEA– y grandes medios de la derecha al comportamiento oficial frente a Ficha Limpia.
El peronismo, por su parte, atraviesa un mar de divisiones: gobernadores, intendentes, dirigentes burocráticos sindicales y fracciones parlamentarias actúan corporativamente sus propias demandas e intereses.
El kirchnerismo navega el mar de su propio fracaso: fue Cristina Kirchner quien elevó a Alberto Fernández a la presidencia de la nación. El peso de ese estigma impide administrar el peronismo acorde a sus deseos. Las negociaciones por las PASO y por Ficha Limpia persiguen un objetivo: delinear un escenario político restringido, que favorezca la recuperación de un peronismo dañado. En ese marco, la exvicepresidenta requiere la posibilidad de competir electoralmente. Podría apostar a que un resultado aceptable en Provincia de Buenos Aires –como ocurrió en 2017– le devuelva influencia y cierto manejo de la “lapicera”.
Los gobernadores atraviesan hoy el desierto de la negociación presupuestaria, ofreciendo apoyos parlamentarios a cambio de recursos que no parecen nunca llegar. Las sucesivas capitulaciones de ese peronismo provincial ante la gestión nacional (Ley Bases, vetos en jubilaciones y financiamiento universitario) aportaron más a la gobernabilidad mileísta que a la población de esos distritos. El tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil aparecen como emblemas de ese peronismo peluca.
Gramsci también calibraba el peso que –en tiempos de crisis orgánica y de representación– adquieren las diversas burocracias que habitan la sociedad [4]. Desde hace meses, la inmensa mayoría de la CGT y el mundo sindical burocrático se ofrecen como sostén de la gobernabilidad presidencial. Lo hacen “cuidando” los lazos establecidos a través de Julio Cordero, ese ex CEO del Grupo Techint que reviste como secretario de Trabajo [5]. Esa colaboración resultó esencial: cumpliendo una “función preventiva” [6] desde el punto de vista de la lucha de clases, se impidió la extensión de la resistencia al ajuste que mostraron los dos paros nacionales, las masivas marchas universitarias e infinidad de conflictos y reclamos que cruzaron el país. Actuando como corporación gremial, la burocracia sindical peronista deslindó responsabilidad frente a un ataque político que daña al conjunto del pueblo trabajador.
Más allá del “veranito”
La realidad económica nacional no se agota en los indicadores de un “veranito” financiero que es todo menos sólido. La confrontación discursiva con la Unión Industrial Argentina (UIA) dejó traslucir las tensiones de un “modelo” que ralentiza la inflación a costa de la recesión feroz y el empobrecimiento popular. Lejos del discurso oficial, el salario sigue debajo de los ya alicaídos umbrales que presentaba en el último período de 2023 [7].
Ese malestar con los sectores capitalistas industriales encontrará razones para recrudecer. Esta semana las malas noticias llegaron en portugués. La depreciación del real –además de provocar una estampida turística hacia Brasil que afecta las siempre acotadas reservas– podría limitar las exportaciones a ese país e incrementar las importaciones desde allí. El resultado, amén de impactar en la balanza comercial, profundizaría el momento recesivo [8].
Además, a pesar de las ilusiones mileístas, la nueva gestión republicana en EE. UU. también puede agudizar las contradicciones económicas locales. Aun antes de haber ingresado al Salón Oval, Trump ya empuja crisis diversas por su programa proteccionista. Argentina, país dependiente y subordinado en la economía internacional, solo puede sufrir golpes con el incremento de las tensiones geopolíticas.
Economía y política se alimentan mutuamente. La ventaja mileísta radica, hasta ahora, en el desprestigio de la casta política con la que tensiona mientras negocia. La perdurabilidad de ese estado de cosas está en discusión. Esta semana, en un artículo destinado a contraponer el “globalismo” del presidente argentino con el proteccionismo trumpista, The Economist advirtió que
...los éxitos de Milei se ciernen sobre grandes riesgos. Uno de ellos es político. Se ha beneficiado de un descontento entre la oposición que no durará para siempre, como tampoco lo hará la tolerancia del público ante el débil crecimiento, el alto desempleo y la pobreza (…) esa expectativa es más difícil de manejar, especialmente si los argentinos no sienten esa euforia en sus billeteras.
Al proyecto refundacional de La Libertad Avanza todavía le faltan raíces sólidas en la economía. El futuro anuncia nuevas crisis si las expectativas sociales se desinflan como el salario y el poder adquisitivo.
El peronismo y sus crisis
Golpeado por la derrota electoral, el peronismo transitó el primer año de la gestión Milei ramificado entre quienes garantizaban gobernabilidad abiertamente y quienes ofrecían un discurso confrontativo que, no obstante, no bajaba a las calles a resistir. La actual coyuntura refleja un cambio: las negociaciones con La Libertad Avanza parecen transcurrir bajo la atenta mirada de Cristina Kirchner.
Las consecuencias políticas son visibles. Una reciente encuesta de la consultora Tendencias grafica el malestar: el 54,5 % de los votantes de Massa está disconforme con el rol que el peronismo cumple en la oposición. En la presentación del estudio, Fernando Rosso reseña una “polarización asimétrica” donde
... el bloque opositor es más intenso por abajo (...) entre los “opositores de a pie”, pero los referentes que los representan no tienen para nada claro el rumbo y están en internas “de casta” (peronismo) o negociaciones “de casta” (CGT). De ahí, tanto la marcada disconformidad de los votantes de Sergio Massa en el balotaje con respecto al rol del peronismo en la oposición y que continúe el crecimiento de figuras que se ubican claramente en el otro polo de Milei, como Myriam Bregman que ya superael 35 % de imagen positiva [9].
Incapaz de proponer un proyecto de país sustancialmente diferente al que plantea Milei, el partido de Cristina Kirchner y Axel Kicillof convoca la decepción creciente. La agenda programática de este peronismo propone respetar el régimen de subordinación al FMI, además de tomar como propias partes de las demandas del gran capital: reforma laboral y equilibrio fiscal, entre otras. Esta orientación global le impide estructuralmente ofrecer una salida favorable a las grandes mayorías trabajadoras.
La izquierda en la escena política
De imponerse, la reforma política antidemocrática proscribiría al Frente de Izquierda, entre otras fuerzas. Este espacio ha sido un claro opositor al programa de Milei, el FMI y el gran capital. En el Congreso fueron sus diputadas y diputados quienes denunciaron tajantemente y enfrentaron la Ley Bases y el RIGI; el Protocolo antipiquetes de Bullrich y los diversos DNU del Gobierno. Gran parte del arco opositor actuó de manera contraria: avaló parlamentariamente esas herramientas de gestión política que le dieron más poder al, valga la redundancia, Poder Ejecutivo.
La izquierda también ha sido y es un actor de la resistencia que se desplegó en las calles. Allí nuestro partido, el PTS-Frente de Izquierda, apostó al desarrollo de la coordinación y autoorganización, buscando unir aquello que las diversas burocracias (sindicales, sociales y estudiantiles), vinculadas al peronismo o la UCR, dividían o fragmentaban.
Esa orientación estuvo y está al servicio de potenciar la capacidad de lucha de las mayorías trabajadoras. De esa rebeldía que –cada tantos años– irrumpe violenta y masivamente en la escena nacional, reorientando los caminos del país. Esa “Argentina contenciosa” no es un recuerdo del pasado; es un futuro latente, preparado a emerger cuando las condiciones políticas y sociales lo habiliten. La crisis de representación que azota a las grandes coaliciones políticas es un fundamento más para redoblar una tarea fundamental: pelear por construir una nueva fuerza política de la clase trabajadora que, con una orientación revolucionaria y socialista, sea capaz de intervenir en esos grandes eventos, buscando impedir que terminen en la impotencia.
Para las decenas o cientos de miles de personas que hoy ven decepcionadas la orientación conservadora y negociadora del kirchnerismo, es preciso asumir un debate: qué nueva fuerza política construir, con qué programa y para qué salida. Lo contrario es condenarse a sufrir la repetición de la estrategia del pragmatismo malmenorista que parió tantos fracasos y, según Brienza, hace a la esencia del peronismo.
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