Viernes 15 de enero de 2021
El rey preside en la RAE la apertura del curso de las Reales Academias del Instituto de España. 7 de octubre de 2020
Santiago de Nueva Exremadura, a catorce de enero de dos mil veinte y uno.
Sr. Andrés Morales
Miembro de la Academia Chilena de la Lengua
Presente:
Excelentísimo señor:
Espero colega, que en su calidad de representante de su Majestad el Rey de España para los efectos de la regulación de la lengua hablada por nosotros los chilenos pueda explicarme el significado de la alocución con la que se dirigió a mi persona el día de ayer en una reunión de trabajo sostenida vía zoom: “Recién llegada”, me dijo, aunque no sabría exactamente dónde empezar y dónde terminar las comillas.
“Eres una recién llegada”- me dijo usted- precisamente, con lo que no estoy segura a qué se refiere. Descarto de plano la posibilidad de que quisiera decir que yo había llegado atrasada a dicha reunión de trabajo que íbamos a sostener para redactar un documento acerca del lugar que queremos darle a la creación literaria en la Universidad de Chile. No se refería a eso, puesto que usted llegó después que yo a la reunión.
“Tú eres una recién llegada aquí”, creo que fueron las palabras que usó, no me dijo “hija” como otras veces lo había hecho y estoy tan apenada de habérselo permitido. Es un gran misterio “recién llegada”, porque se lo he repetido a varias amigas y amigos míos que no entienden lo que quiere decir, o más bien, no entienden por qué yo me sentí tan ofendida con esto, porque debo confesar que me sentí muy ofendida. En la rueda de cueca cuando alguien se enoja -y usted estaba furioso conmigo ayer, aunque tampoco entiendo muy bien el motivo- usamos otro tipo de insultos. En los extramuros de la Universidad no es tan clara la expresión. ¿Cómo explicar esta ofensa?
Podría especular, aunque desde luego la autoridad en la materia es usted, que desde el punto de vista de la lingüística pragmática este sintagma cumpliría la función de un insulto en el caso de que esa hubiera sido su intención. Dado que las palabras, los signos, no solo ‘significan’, sino que también ‘connotan’ y sobre todo explotan. Hacer cosas con palabras es la dimensión ilocutiva del lenguaje, estimado profesor.
Pero yo no puedo enseñarle nada. Usted es un hombre mayor, yo soy una joven mujer de 51 años a penas (el tiempo es relativo, sobre todo en la Academia) y quizás a esto se refería con ‘recién llegada’. Yo llegue hace 15 años y usted está desde hace más de 30 años en el honorable claustro académico del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
Que llevaba 30 años aquí, eso fue lo que usted me contó de manera tan amigable en la reunión de la semana pasada, esa donde estuvimos los dos solos en una cálida camaradería virtual cuando hablamos de Lastarria y emprendimos juntos la tarea de explorar el sitio “Memoria chilena” de la Biblioteca Nacional. Por ese momento mágico, yo le guardo a usted cariño, aunque no lo crea, estimado colega.
Sin embargo, no estoy segura de que usted me considere una colega. Porque cuando usted me dijo “recién llegada” yo sentí que mi opinión sobre el trabajo que realizábamos no valía tanto como la suya, pues yo había ‘llegado recién’, como muchas mujeres que venimos llegando ‘recién’ a la literatura detrasito de Teresa de Ávila (1515-1582) por esta cuestión de la relatividad del tiempo moderno.
Con todo, yo quisiera ser rigurosa y no dármelas de adivina, entonces prefiero preguntarle a usted, qué es lo que esto significa, cómo usted definiría esta expresión en un diccionario de expresiones. Para emular los antiguos diccionarios de chilenismos, refranes y otras cosas pintorescas llevadas a cabo por la academia acerca de nuestra peculiar forma de expresarnos, tal vez usted pudiera definir metalingüísticamente sus propios dichos.
En un marco sociolingüístico o en un análisis etimológico e histórico quizás pudiéramos llegar a la raíz de una expresión que pareciera tener mucho sentido en un país de migrantes: “recién llegado”. Los colonos, o mejor dicho, los migrantes españoles llegados a nuestro territorio afirmaban de esta manera su autoridad y supremacía, manifestando su desprecio a los nuevos que llegaban pretendiendo hacerse un lugar en la sociedad criolla. Pero en esto el experto es usted.
Solo me atrevo a decir que al intentar escribirle la cueca de la ‘recién llegada’ acudieron a mi imaginación, únicamente, los sentidos más hermosos de esas palabras, me vinieron imágenes de frescura: lo que llega recién, como los tomates de Limache en la feria; me imaginé llegando de un viaje, con toda esa energía de lo nuevo; me imaginé recién nacida en un mundo donde ni la Iglesia Católica, ni la Real Academia Española, ni el Banco Santander, tienen poder sobre nuestras vidas.