La Izquierda Diario habló con el autor de Sabattinismo y peronismo. El historiador afirmó que “no hay un voto de identidad sino de opinión, más pragmático”.
Domingo 26 de noviembre de 2017 16:48
Luego de las elecciones legislativas se desarrollaron a nivel nacional diversas discusiones acerca de la naturaleza del “fenómeno Cambiemos” y sus posibilidades de generar una nueva identidad o incluso un proyecto hegemónico. Córdoba fue una de las provincias donde Cambiemos obtuvo la mayor cantidad de votos, superando en 18 puntos al peronismo local, que gobierna desde hace casi veinte años la provincia. En este marco, La Izquierda Diario consultó al historiador César Tcach, sobre algunas de estas hipótesis.
Tcach es Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (España) y doctor en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). En su condición de profesor titular, es director de la Maestría en Partidos Políticos y del Programa de Investigación de Historia de Córdoba del Centro de Estudios Avanzados de la UNC. Es investigador del CONICET y autor de numerosos artículos y libros, entre los que destacan Clandestinidad y exilio. Reorganización del sindicato socialista (1986), Sabattinismo y peronismo (1991), Amadeo Sabattini. Entre la nación y la isla (1999), Arturo Illia: un sueño breve (2006). También coordinó, entre otros, La política en consignas (2003), La invención del peronismo en el interior del país (2003) y Córdoba bicentenaria. Claves de su historia contemporánea (2010).
En el libro De la revolución libertadora al cordobazo. Córdoba, el rostro anticipado del país (2012), Tcach retoma una de las identidades de Córdoba como “ciudad de frontera”, como la definió José Aricó. Allí da cuenta de que en 1955 se reveló el peso de la Córdoba conservadora, con la gran masividad del apoyo al golpe contra Perón por parte de amplias franjas de la población cordobesa, incluidos sectores del movimiento obrero. Esto tuvo también su expresión política en la gran participación de las clases medias en los comandos civiles y de gran parte de los partidos políticos locales, jugando la UCR un rol destacado.
Para el autor, “el golpe cívico militar clerical de septiembre de 1955 no fue solo el producto de una mentalidad colectiva de carácter conservador. Fue también una reacción de amplios sectores de la población que -en clave liberal republicana- rechazaban la posibilidad -en rigor cierta- que Perón consolidase un sistema autoritario de partido hegemónico al estilo del PRI en México, con la consiguiente asfixia de la disidencia política y de las libertades públicas”. Tcach opina que, en relación con aquel pasado, se podría decir que los resultados electorales de 2015 y 2017 “ponen de manifiesto, no un voto de identidad ideológico o de clase, sino un voto de opinión, más pragmático, reacio a la vocación hegemónica cuya retorica más elocuente fue: ’vamos por todo’”.
Pero también existe en Córdoba otras metáforas políticas, como la “Córdoba isla”, que habla de una provincia con una fuerte cultura política que supo contratendenciar lo que sucedía en el país. Esta identidad fue muy explotada por Unión por Córdoba y De La Sota en particular, como base de la idea del “cordobesismo”. Desde el punto de vista de Tcach, esta metáfora sigue siendo objeto de uso político, al igual que la de Córdoba como rostro anticipado del país. “Por ejemplo en la última campaña electoral la propaganda difundida por el gobernador Schiaretti señalaba: ’Córdoba es la que empuja, la que va adelante, la que hace todo sin la ayuda de casi nadie, la que hace cosas que luego imitan otras provincias...’. Ahora bien, hablar de identidad significa hablar de sentidos de pertenencia. Creo que hoy las preferencias electorales no se definen por adhesiones identitarias sino por posturas que se toman en función de los temas en discusión en la agenda pública: la inflación, la corrupción, el desempleo, etc.”.
En este punto, la visión de Tcach es similar a la de Gabriel Vommaro, autor de La larga marcha de Cambiemos, quien opina que “todavía falta un poco para hablar de identidad. Identidad como algo más arraigado, con cierta simbología atrás, que uno pueda pensar en que se inserta en alguna tradición, en algún tipo de familia discursiva”.
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Por este “voto de opinión”, Tcach diferencia las elecciones nacionales, provinciales y municipales. En este sentido, no cree que la representación política de sectores tan heterogéneos como los sojeros y los sectores más pobres de las barriadas, pasando por la clase obrera estable, se haya desplazado en Córdoba hacia Cambiemos. “En estos distintos niveles los electores pueden volcarse por opciones distintas sin considerar por ello que actúan de modo incoherente, como te decía antes, tiende a primar un voto de opinión. En la historia argentina, quizá el punto de inflexión fueron las elecciones de 1983 en que Alfonsín gana -incluso en provincia de Buenos Aires- con el respaldo del voto tradicionalmente peronista”.
En cuanto a las distintas metáforas políticas que produjo Córdoba en su historia, Tcach habla de que la provincia “se normalizó” porque carece de esa vieja estructura social que le dio sustento a la “Córdoba de los contrastes”. Con esto se refiere a que hay una “marcada fragmentación laboral (corolario del desarrollo tecnológico y de las fuerzas productivas) así como la disminución del peso efectivo del ’homo faber’ dentro del conjunto de los asalariados. La metamorfosis de los clivajes es insoslayable: hoy afecta más a la ciudad un paro de empleados públicos que uno de obreros industriales”.
Tcach no deja de reconocer que en esta “metamorfosis” también incide la intervención decidida del régimen político, y de Unión por Córdoba en particular, para evitar la emergencia de sectores combativos en el movimiento obrero. Ejemplos de esta intervención han sido todos los casos de despidos o desafueros antisindicales en fábricas como Iveco, Volkswagen, Valeo, Cargo Renault, o recientemente los despidos en la UTA.
En cuanto al desarrollo de Frente de Izquierda, Tcach le reconoce al trotskismo argentino “tres virtudes que le han permitido sobrevivir al resto de las opciones de izquierda marxista de los años setenta: su temprana denuncia a la criminal burocracia stalinista lo puso a salvo de la bancarrota de la URSS, su rechazo a la lucha armada lo eximió de responsabilidades del fracaso de las opciones guerrilleras y militaristas; sus críticas a China impidieron que la nueva senda adoptada -proclive al libre comercio y el capitalismo global- lo afectase. Asimismo, ha sido fiel a su tradición de lucha sindical (recuerdo al petiso Páez, obrero de la FIAT y candidato a vicepresidente de la nación acompañando a Juan Carlos Coral en las elecciones de marzo de 1973). También ha demostrado (retomando la tradición de Agustín Tosco y Rene Salamanca), que se puede hacer política obrera y popular sin caer en la corrupción”.
Paula Schaller
Licenciada en Historia, conductora del programa Giro a la Izquierda de Córdoba y miembro del comité de redacción de Ideas de Izquierda.