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LUCHADORAS. Chicas de armas tomar: la huelga de Woolworth de 1937

Un grupo de trabajadoras sin experiencia sindical se enfrentó a los dueños de la cadena comercial más poderosa de Estados Unidos de la década de 1930. La historia de una victoria inesperada.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Viernes 10 de enero de 2020 08:00

Las huelgas en lugares de trabajo no sindicalizados son hoy mucho más frecuentes de lo que imaginaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los años 1980, cuando asestaron una de las derrotas más grandes a la clase trabajadora. Huelgas en las cadenas de comida rápida por el salario mínimo, huelga en los almacenes de Amazon por derecho a sindicalizarse, huelgas de raiders de Rappi o Glovo por el reconocimiento de su relación laboral, huelgas de trabajadoras textiles en Bangladesh por condiciones laborales dignas, son solamente algunas de las imágenes que recorren las redes sociales y los medios de comunicación.

¿Cómo eran las huelgas de las trabajadoras no sindicalizadas antes de las redes sociales? ¿Cómo se organizaban las que nunca habían dormido fuera de la casa de sus padres o maridos? ¿Cómo se contagió una huelga de obreros automotrices, respaldados por el sindicalismo combativo y las organizaciones de izquierda, a las trabajadoras de comercio de la cadena más poderosa de Estados Unidos?

Pocos empresarios imaginaron (o no quisieron imaginar) que la recuperación de la Gran Depresión que siguió a la crisis económica de 1929 sería el contexto de una oleada de huelgas. El año 1937 había empezado de la peor manera para ellos, los obreros automotrices afiliados al pequeño sindicato combativo UAW habían declarado la guerra a la General Motors. Pero la pesadilla empezó luego del triunfo de esa huelga en la ciudad de Flint (Michigan): una ola de huelgas que imitaban su programa sindical y sus métodos.

1937: El año que vivimos en huelga

En Estados Unidos después del éxito de la huelga contra General Motors de 1936-1937, el método de la huelga de brazos caídos dentro de lugar de trabajo se extendió por todo el país. En los años previos habían triunfado los teamsters en Minneapolis de 1934 (dirigida por la joven Liga Comunista, que después sería el núcleo del SWP) y los trabajadores de Auto-Lite en Toledo. En la huelga contra General Motors, la Brigada Auxiliar de Mujeres puso de en juego además el poder de las mujeres organizadas, ya no solamente para la difusión y todas las tareas de “retaguardia” (indispensables para ganar una huelga), sino para participar directamente de las acciones como los piquetes, los enfrentamientos con la Guardia Nacional y la seguridad.

La AFL (central sindical tradicional y burocrática) era reticente a las acciones combativas, acostumbrada a las negociaciones de escritorio con las empresas. Esto redundaba en fracaso tras fracaso, mientras los piquetes de la CIO (por sus siglas en inglés de Congreso de Organizaciones Industriales) ganaban huelgas y por eso, trabajadores de muchas ramas acudían a los locales de la pequeña central para organizarse. La CIO había sido fundada en 1935 por un grupo de sindicatos provenientes de la central tradicional. Impulsaba la afiliación de los afroamericanos (la AFL solo afiliaba trabajadores blancos) y organizaba acciones combativas, en sus filas había militantes de varias tendencias de izquierda, entre ellas trotskistas. El futuro de la CIO se alejó de esta tradición y en 1955 se unificó con la AFL para formar la central AFL-CIO que existe hasta hoy (pero esa es otra historia).

El país se recuperaba de la peor crisis económica, millones de personas habían perdido su empleo, sufrían las consecuencias de la Depresión, pero la clase trabajadora salió a pelear para recuperar su salario y mejorar sus condiciones laborales. Los obreros automotrices de General Motors mostraron la fuerza de la clase social mayoritaria y que producía todo lo que permitía la recuperación económica y exigieron su parte. Su acción sindical, en ese contexto, fue suficiente para encender la chispa.

En la ciudad de Detroit había una cadena de comercios muy parecida a Wal-Mart, en realidad lo más parecido al precursor de Wal-Mart: los almacenes Woolworth. Esta cadena de venta minorista tenía dos rasgos que la distinguían: bajos salarios y una política de contratación racista, solo empleaba personas blancas, en su mayoría mujeres jóvenes.

Sin experiencia, las trabajadoras que habían visto el triunfo de la huelga de brazos caídos de General Motors decidieron que había llegado su momento. Aunque el trabajo en Woolworth parecía “liviano” al lado de las fábricas textiles, las trabajadoras de los almacenes permanecían de pie durante 10 horas o más, la mayoría tenía várices y problemas de columna. Y a pesar de eso, la empresa exigía siempre “sonrisa de oreja a oreja” al atender al público, incluso después de trabajar 11 horas seguidas.

Dieciséis días después de la victoria en General Motors, el sábado 27 de febrero de 1937 a las 11 de la mañana, las trabajadoras de Woolworth decidieron hacer huelga. En 40 tiendas de Detroit las trabajadoras desalojaron a los clientes, cerraron las puertas y llamaron al gerente de personal para que escuchara las demandas: aumento de salario, horas extra, jornada semanal de 40 horas de trabajo, uniformes pagados por la empresa, pausa de refrigerio, descanso y reconocimiento del sindicato. Ninguna de las mujeres había estado afiliada anteriormente a ningún sindicato.

Ella y nosotras

Las huelguistas de Woolworth cantaban una canción:

“Bárbara Hutton tiene plata, parlez vous.
Sabemos de dónde sale, parlez vous.
Nos esclavizan en Woolworth,
Lo que nos pagan es un crimen.
Hinky dinky parlez vous”

Hinky Dinky era una expresión popular para referirse a alguien que se viste mal. Las trabajadoras lo usaban irónicamente porque Hutton se vestía con ropa cara y elegante y se cubría de joyas. El “parlez vous” era una burla referida a las vacaciones en Francia de la familia Hutton y a la idea de que todo lo que es francés es elegante.

Barbara Hutton era la heredera del imperio Woolworth. Personificaba la codicia y el despilfarro de los empresarios en un país donde la mayoría no tenía trabajo, dependía de los programas estatales o pasaba hambre. Millonaria, engreída y ostentosa, veraneaba en París y se paseaba cubierta de joyas mientras las chicas de Woolworth hacían horas extra para que haya comida en su casa. Además de esta antipatía con “la heredera” (así la llamaban), existía mucho resentimiento con este gigante que aplastaba los pequeños comercios cada vez que se instalaba en una ciudad, aunque muchos compraban en Woolworth por sus precios bajos (más parecido a Wal-Mart no se consigue). Woolworth tenía 2.000 tiendas en Estados Unidos, Canadá y en Cuba, y 800 en Europa. Tenía 65.000 trabajadoras y trabajadores. El pilar de sus ganancias: prohibir los sindicatos para mantener los salarios bajos (más parecido a Wal-Mart no se consigue).

Los diarios cubrieron con curiosidad la huelga de las “chicas Woolworth”. Les decían “chicas” porque eran jóvenes y siempre estaban maquilladas, peinadas y bien vestidas (así lo exigía la empresa), daban el aspecto de chicas de clase media (blanca), la imagen por excelencia de la “chica bien”. Y, por supuesto, porque no las tomaban en serio.

Las huelguistas no eran ingenuas y usaron a su favor esa imagen llena de prejuicios y contradicciones. Todos los diarios resaltaban que no descuidaban su maquillaje y su aspecto durante la huelga, ellas, a cambio, utilizaban esa imagen como un escudo que las protegía de la represión y el desalojo (ninguna autoridad quería una tapa de diario con la policía apaleando a “chicas” y echándolas de las tiendas).

Chicas con experiencia

Las trabajadoras votaron su comité de huelga el mismo 27 de febrero, liderado por Vita Terral y pusieron en pie cuatro comisiones: comida, limpieza, salud y entretenimiento. Se preparaban para sostener una huelga el tiempo que fuera necesario.

Cuando el gerente les dijo que tenían que esperar al lunes para discutir sus demandas, decidieron que se quedaban todo el fin de semana en el almacén. Aunque la mayoría nunca había participado en una huelga sabían que si se retiraban perdían la pulseada. De esa forma, se ponía en funcionamiento la experiencia de clase: no habían hecho huelga antes pero habían visto cómo la ocupación fortalecía la demanda, entonces ocupaban el lugar de trabajo.

Desde que anunciaron la ocupación se empezaron a acercar familiares, amistades, trabajadoras y trabajadores de otros sindicatos. El sindicato de hoteles y restaurantes fue uno de los primeros en apoyar la huelga. El sindicato de cocineros organizó la comida durante la ocupación y el sindicato de músicos de la ciudad les brindó entretenimiento gratis. También apoyó la huelga la UAW (automotrices), el sindicato más poderoso de la CIO, que donó dinero y se acercó con sus principales dirigentes. Hasta el representante local de la central burocrática AFL tuvo que presentarse a prestar su apoyo.

Una de las comisiones que habían organizado era la de entretenimiento, que se encargaba de mantener la moral alta. Puede sonar tonto hoy, pero muchas de las trabajadoras pasaron su primera noche fuera de casa ese sábado (era 1937, las mujeres no dormían fuera de su casa casi nunca) y muchas habían discutido con sus padres, novios y maridos por quedarse en la huelga.

Cuando llegó el lunes, los dueños no quisieron negociar. Lo que más temían era reconocer un sindicato y perder así su ventaja comparativa. El sindicato era sinónimo de convenios, derechos y exigencias. Las trabajadoras respondieron ocupando otro almacén en Detroit y amenazaron con extender la medida a otras ciudades. Empezaron las huelgas de solidaridad, el New York Union of Retail Clerks (sindicato de vendedoras y vendedores) expresó su apoyo, hubo varias acciones.

La competencia, Kresge, más sensata y temerosa que Woolworth, aumentó el salario inmediatamente, y muchas cadenas siguieron su ejemplo con la esperanza de evitar huelgas. Existía un peligro adicional: los sindicatos que agrupaba la CIO contaban en sus filas a militantes de izquierda, trotskistas, socialistas, de tradición combativa, y esto significaba métodos combativos, pero no solo eso, no existía un muro entre la militancia sindical y política. La chispa podía transformarse en un incendio rápidamente.

La huelga terminó el 5 de marzo con un triunfo. Las trabajadoras ganaron todas sus demandas y consiguieron un convenio único para todas las tiendas en la ciudad. Pero el triunfo fue mucho más amplio, durante ese año se organizaron sindicatos en varias cadenas de comercio del país.

Cambiaron muchas cosas desde ese momento, se perdieron muchas conquistas, las luchas actuales a veces parecen elementales. Mirar hacia atrás no es un ejercicio de nostalgia, es encontrar(se) en la historia, una historia que se empeñan en borrar porque traza un recorrido, experiencias y aprendizajes colectivos. Esas “chicas Woolworth” están en todas partes, en las raiders, las cajeras de supermercado, las empleadas de comercio sin domingos y las obreras textiles sin horario. No tienen experiencia sindical, probablemente no tengan sindicato, pero les sobra la disposición a dar pelea, sin nada para perder y todo para ganar.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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