En una fecha decisiva del calendario electoral se confirmaron las alianzas vigentes. El panperonismo y un cambio de nombre que busca disimular un fracaso, mientras se cruzan durísimas acusaciones internas, al igual que en JxC. La crisis inercial de una superestructura política que no termina de morir cuando ya no se corresponde con la evolución del proceso político. El laboratorio jujeño, el anticipo de un nuevo gobierno débil y las brechas para la emergencia de la izquierda y las luchas de los de abajo.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Miércoles 14 de junio de 2023 22:16
El hombre entró veloz, sin detenerse. Llevaba un sobretodo oscuro que le cubría buena parte de la cara. Podía ser por el frío, en estos días de ola polar que azotan Buenos Aires. Aunque también, quizás, buscara discreción. Al fin y al cabo, con su nombre y sus movimientos se especula todos los días, y más por estas horas. No solo por la incertidumbre económica que golpea al país, que se supone está a su cargo. También por su futuro. Sobre eso último justamente estaba llegando a negociar. Lo esperaban adentro del Senado Cristina Kirchner y “Wado” de Pedro.
Faltaban apenas 24 horas para que se conozca el nuevo dato de inflación informado por el Indec, pero el ministro de Economía Sergio Massa estaba más preocupado por otra fecha clave. Antes de la medianoche de este miércoles habría que inscribir las alianzas para las elecciones nacionales de agosto, octubre y, muy probablemente, noviembre. Sobre eso estaba yendo a conversar, sobre todo, con la vicepresidenta. Estarían reunidas dos de las tres patas fundadoras del Frente de Todos. La tercera, que habita la Casa Rosada y la Quinta de Olivos, hace rato que está distanciada. Probablemente estaría telefonéandose al mismo tiempo con Daniel Scioli y Aníbal Fernández.
Finalmente, se confirmó este miércoles que aquella familia ensamblada que es el peronismo, que había estado unida durante el primer menemismo y bajo el gobierno de Néstor, para después divorciarse durante los mandatos de Cristina y volver a unirse en 2019 para formar el Frente de Todos, volverá a presentarse "unida" -si se le puede llamar así- en este 2023, aunque bajo otro nombre: Unión por la Patria. Su primer comunicado electoral repitió fórmulas rituales como aquello del "crecimiento con inclusión social" que nunca cumplen y, sobre todo, confirmó que el eje de campaña va a ser alentar el mal menor contra la derecha. Demasiado trillado después de tanto fracaso.
Resta ver en los próximos diez días el dato crucial de qué candidatos se confirman -hay tiempo hasta el 24- y si esa unidad tendrá el formato de lista única desde el comienzo, o si habrá un capítulo de disputa en las PASO antes de llegar todos con la misma boleta a octubre, como parece lo más probable. Hasta este miércoles seguían los disparos cruzados, con Daniel Osvaldo Scioli como desafiante de la alianza Cristina-Massa y Victoria Tolosa Paz haciéndole la segunda: "Escriban el reglamento que escriban, igual nos vamos a presentar". A última hora de la tarde, se conoció un durísimo comunicado del PJ bonaerense (presidido por Máximo Kirchner) aceptando el reglamento electoral de pisos exigido por el sector de Scioli, pero acusando al ex vicepresidente y ex gobernador de amenazar con acudir al "Partido Judicial" que -según ellos- proscribió a Cristina Kirchner y de pelear con más fuerza por cargos que por recuperar los salarios. Detrás de la dureza de las palabras, se esconde de todos modos una debilidad: el kirchnerismo apuesta todo a conservar la provincia de Buenos Aires y cualquier ruptura -el fantasma de Randazzo- pondría ese objetivo más en riesgo aún de lo que ya está. Empezó tranqui la interna peronista de "unidad".
En el sector mayoritario de la familia, el que está reconciliado, parece ser también que tienen mucha importancia los apodos. Massa hace rato que dejó de ser "traidor" para pasar a ser "Sergio" en el kirchnerismo. De Pedro no es el que se saca fotos con Clarín, Luis Barrionuevo y la Sociedad Rural, sino que es "Wado". Tiempo atrás Durán Barba había orquestado una campaña para que "Macri" pase a ser "Mauricio". Hoy es la centroizquierda kirchnerista la que piensa que los sapos son más digeribles así. Ilusiones posmodernas de la política actual.
El cambio de nombre de la alianza, por supuesto, no es inocente. Ante la soledad política cada vez mayor del profesor de derecho que ocupa la presidencia, que hace rato abandonó ya su ridículo postulado de que iría por la reelección, la facción predominante del panperonismo que competirá este año electoral quiere desprenderse de un mandato que queda para el olvido. Es curioso: quienes estaban reunidos en el Senado este martes orquestando la rosca eran la vicepresidenta, el ministro de Economía y el ministro del Interior del Frente de Todos. Pero, electoralmente, mirarán para otro lado con cara de yo no fui, buscando despegarse de casi cuatro años durante los cuales todas las promesas de 2019 fueron incumplidas. No se llenó la heladera sino que se llenaron las arcas de los bancos y las grandes empresas; no ganaron los jubilados sino los poderosos de siempre; no hay beneficios paras las mayorías sino para el agropower (un “dólar soja” detrás de otro), las automotrices o las mineras; no se rechazó la herencia de Macri sino que se legitimó el ilegal acuerdo con el FMI cuyas recetas de ajuste hoy aplica Sergio Massa, con el apoyo de Cristina Kirchner.
La separación -sea en distintas listas o sea discursiva- respecto de Alberto Fernández y Martín Guzmán -hoy simbolizados en Scioli-, es funcional a presentar en los comicios una alternativa que no se haga cargo de este legado, a pesar de que lo sostuvieron todo este tiempo con funcionarios, legisladores y burócratas de sindicatos y movimientos sociales que garantizaron la paz social mientras los índices de pobreza escalaban al 40 %. A esta gestión, en el peronismo la sostuvieron Todos, más allá de las críticas para la tribuna.
Con semejante balance -que ya sufrió un duro castigo en las urnas en 2021, dando cuenta de que la principal tensión no es entre dirigentes sino con gran parte de su base social por las políticas de ajuste aplicadas- la película de la derrota peronista sería lineal y cantada, si no fuera porque quienes están del otro lado complementan un cuadro perfecto de crisis del régimen político. Juntos por el Cambio, que aparecía hasta hace poco como ganador casi inevitable de la elección, atraviesa una profunda crisis. Sus partidos están partidos: las posibles fórmulas cruzadas darán cuenta de que tanto en el PRO como en la UCR habitan proyectos políticos distintos, que por estos días se simbolizan en el purismo de una Patricia Bullrich apoyada por Macri y el “Grupo Malbec” del radicalismo versus la amplitud de un Horacio Rodríguez Larreta que junto con Gerardo Morales, la Coalición Cívica, Pichetto y Espert emiten una declaración y un comunicado tras otro llamando a una mayor amplitud de alianzas en pos de mejores garantías para la gobernabilidad de los nuevos planes de ajuste a aplicar después del 10 de diciembre. El affaire Schiaretti concentró en toda su dimensión esta disputa, que también tiene un costado puramente electoral: ¿quien gane en agosto conservará los votos de los perdedores de JxC en octubre?
Agazapado espera Javier Milei, soñando con una derrota de Patricia Bullrich en las PASO que le acerque en octubre un nuevo caudal electoral entre los simpatizantes de JxC que no quieran acompañar a Larreta en las generales. Sin embargo, el dirigente liberfacho también está acosado por fantasmas: los titulares de los medios pasaron de hablar del “fenómeno Milei” a consignar un fracaso tras otro de este espacio político en las elecciones provinciales. El último de ellos fue tan solo este último domingo, cuando se hundió en las urnas el facho de Bussi en Tucumán. De yapa, este miércoles Guillermo Britos, que sonaba muy fuerte para ser su candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires, declinó el ofrecimiento. Ninguna de estas conclusiones es trasladable mecánicamente al terreno nacional, pero abonan un factor más de incertidumbre al escenario político que aloja a los comicios más inciertos de los últimos 20 años.
La confirmación de las alianzas políticas vigentes -apenas con un cambio de nombre en el peronismo- expresan a un régimen político que aparenta continuidad cuando la misma ya no es viable en las mismas condiciones de antes: desfasado ya del proceso político real, desgarradas las coaliciones internamente y en crisis con sus propias bases electorales, continúan adelante a pesar de todo. Son la expresión de lo viejo que no termina de morir. Algo ya parece seguro: el próximo Gobierno nacerá débil. Una hipótesis probable es que el próximo presidente o presidenta obtenga alrededor del 25 % de los votos en las PASO (aunque puede ser incluso mucho menos) y de ahí en adelante construya números artificiales en octubre y el balotaje. Esa falta de musculatura adelanta nuevas crisis y convulsiones de una futura gestión que intentará continuar planes de ajuste y sumisión al FMI en la Argentina de la crisis permanente. En realidad, Sergio Massa planea un nuevo viaje a Estados Unidos en los próximos días y prende velas para que le tiren un hueso para evitar que un nuevo salto de la crisis ocurra antes del 10 de diciembre.
Los medios de comunicación son, en su mayoría, parte del desfasaje: sus coberturas políticas, dedicadas en un 99 % a reflejar y analizar las internas del peronismo, de Juntos por el Cambio y la evolución de Milei, no solo están a trasmano de la vida real sino también de los procesos políticos y de la lucha de clases que se filtran por las grietas de un régimen político en crisis. En los últimos días, a fuerza de paros, piquetes y movilizaciones, comenzó a entrar en la agenda nacional, a los empujones y contra la censura, la lucha de clases en Jujuy que impugna la reforma totalitaria del gobernador Gerardo Morales y pone sobre la mesa las demandas por mejores salarios.
Dos conclusiones sobre esto último son importantes al respecto: por un lado, la derechización del escenario electoral, alentada y sobreanalizada desde los medios, no puede hacer perder de vista que sobre un trasfondo de crisis emergen tendencias a la resistencia que pueden estar anticipando nuevos procesos para -posiblemente- después del 10 de diciembre, cuando un nuevo gobierno, de cualquier signo, intente aplicar nuevos planes de ajuste.
Por otro lado, la importancia de la izquierda: con infinita menor cobertura en los medios -y operada hacia abajo en casi todas las encuestas que se publican- este espacio en Jujuy comienza a desplegar su potencialidad y deja enseñanzas para las tareas a nivel nacional. Luego de una elección histórica de casi el 13 % de los votos en mayo, aquel capital político es puesto hoy al servicio de una gran articulación para la impugnación política y la lucha de clases. Los constituyentes y referentes del PTS y el Frente de Izquierda en la provincia, con Alejandro Vilca, Gastón Remy, Natalia Morales y Keila Zequeiros al frente, vienen jugando un rol fundamental para deslegitimar el intento totalitario de Gerardo Morales, y desde ahí ser un factor para coordinar y articular las luchas desde abajo contra la reforma y por el salario. Dicho de otro modo: si no hubiera sido por la izquierda, la reforma de Morales hubiera encontrado mucho menor resistencia. La lucha actual, más allá de su desenlace concreto, debilita un proyecto de mayores ataques contra los trabajadores y el pueblo jujeños. Teléfono también para los gobernadores peronistas que aplican ajuste y represión, como Sáenz, el amigo de Massa en Salta.
Las enseñanzas jujeñas -provisorias en el marco de un proceso que sigue en curso y tiene en estos días batallas decisivas- tienen que ver con la necesidad y la utilidad demostrada de conquistar volumen político por arriba y por abajo, como enorme tarea preparatoria para contar con fuerzas para la lucha de clases, terreno en el que se jugarán los capítulos decisivos de la crisis. Ni la demagogia de Milei, ni los planes de reformas de Juntos por el Cambio, ni el peronismo remaquillado pero sometido al FMI, serán ninguna solución. La tarea de la hora es darle fuerza a las luchas y al PTS en el Frente de Izquierda, que con Myriam Bregman, Nicolás del Caño y referentes de todo el país, junto con Izquierda Socialista, emprende una nueva batalla. El escenario jujeño demuestra para qué nos preparamos.
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Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.