En junio los precios siguieron subiendo y cerraron con un aumento del 10,2% interanual, la tasa más alta desde 1985, por el aumento de los alimentos y combustibles. Mientras los precios se disparan, los beneficios empresariales siguen creciendo sin parar. La CRT propone cinco medidas para enfrentar frenar la inflación y sus consecuencias sobre las mayorías trabajadoras.
Lunes 18 de julio de 2022
La inflación se sitúa ya en el 10,2% y bate un récord de 37 años. Es el mayor nivel desde abril de 1985, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Por su parte, la inflación subyacente, es decir el índice que deja fuera tanto alimentos como energía, ha llegado hasta el 5,5% interanual, la más alta desde agosto de 1993.
Donde más se siente el alza de precios es en los alimentos, lo que impacta con mucha más gravedad en los sectores de menores ingresos. La cesta de la compra se ha encarecido una media del 15% en el último año, con productos básicos como la pasta o el aceite de girasol por encima del 50 y el 100% respectivamente. La Organización de Consumidores (OCU) ha denunciado a los grandes de la alimentación, como Pescanova, Pastas Gallo, Danone, Cola cao, Tulipán y Campofrío, por hacer lo que llaman “reduflación”, una práctica que consiste en poner menos cantidad de producto en los mismos envases, cobrando lo mismo que antes para camuflar subidas de precios y engañar a los consumidores.
Las medidas que ha anunciado el Gobierno de PSOE-UP para intentar paliar la crisis, como el impuesto irrisorio y temporal impuesto a los bancos y compañías las eléctricas, son una burla a las mayorías sociales. Suponen unos ingresos de 1500 y 2000 millones anuales respectivamente, pero sus beneficios solo en 2021 fueron de 21 mil para los 5 mayores bancos y 11 mil para las cuatro principales eléctricas. Es decir, no afectan en nada el poder de las grandes empresas del IBEX y los especuladores, que son los principales responsables de la inflación.
Pero, además, el incremento en el gasto militar ya se va a tragar los 2.500 millones que se esperan recaudar con estos impuestos. Un gasto militar extraordinario que es maquillado como una “inversión en industria” y en “puestos de trabajo”, pero que no es más que parte de la escalada del imperialismo español y europeo para mejorar sus posiciones en la carrera por zonas de influencia, mercados y el expolio de otros pueblos por las multinacionales españolas. Es esta escalada, junto a las sanciones y la guerra en Ucrania, la razón de fondo de esta subida de precios que amenaza las condiciones de vida de millones en todo el planeta.
Mientras tanto, las grandes empresas se siguen llevando la parte del león de los Fondos Europeos, 50 mil millones entre 2021 y 2022. Somos la clase trabajadora y los sectores populares quienes pagamos los costes de la subida de precios. En el Estado español y la UE en forma de una caída brutal de salarios. En otras regiones, como África, en forma de hambrunas ante la que nuestros gobiernos responden con políticas migratorias criminales como la que vimos recientemente en la matanza de Melilla.
Los bancos, las grandes empresas y hasta el Banco de España dicen que frente al aumento de precios no hay que aumentar los salarios, ni mucho menos que estos se actualicen de acuerdo con la inflación, porque esto haría que se “desencadene una realimentación de incrementos y costes”. Una mentira que los poderosos vienen repitiendo hace décadas. El aumento de salarios no genera inflación, sino que recorta una parte de la ganancia que se quiere embolsar el capitalista. Por eso, para mantenerla, los empresarios suben los precios y trasladan ese coste a la clase trabajadora.
Mientras los precios siguen subiendo y el IPC supera el 10%, los salarios apenas han aumentado un 2,45%. Según Carlos Martín, director del Gabinete de Estudios de CCOO, “las empresas están trasladando ya todo el aumento de los costes a los precios, para mantener los beneficios, y eso lo están pagando las familias”. Solo en el primer trimestre de 2022, los beneficios empresariales fueron responsables del 83,4% de la inflación, mientras sus beneficios crecieron exponencialmente.
¿Cómo luchar contra la inflación?
Frente a las medidas del Gobierno, que sigue garantizando los beneficios de la patronal y la banca que rechazan cualquier subida de salarios, hay que decir basta. Lo que estamos viviendo es la mayor pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera en 20 años. Es necesario plantear otra salida: que los costos de esta crisis la paguen los mismos que la han generado, los empresarios. Por eso quienes hacemos Izquierda Diario, la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT), proponemos medidas de otra clase para enfrentar la inflación, preservar el nivel de vida de la mayoría trabajadora y que la crisis la paguen los capitalistas.
1) Subida de emergencia de salarios y pensiones y reajuste automático de acuerdo al IPC
Cuando la inflación es de más del 10%, los salarios pactados por convenio subieron tan solo un 2,45 % de media hasta junio. Y mucho peor es el caso de los trabajadores en negro, que no han tenido aumento alguno. Mientras tanto, las 55 principales empresas españolas ganaron 61.500 millones en 2021, un 88,4% más que antes del COVID. Es necesario un aumento de emergencia inmediato de salarios y pensiones al nivel del IPC. Nadie debería tener una subida menor de lo que indica el IPC real. Esta medida elemental tiene que complementarse con otra igualmente clave: la escala móvil de salarios. Para que la inflación no siga lastrando las condiciones de vida de la mayoría social, hay que imponer cláusulas de revisión salarial automáticas y mensuales en todos los convenios y contratos por fuera de convenio de acuerdo al aumento del IPC.
UGT y CCOO proponen un “pacto de rentas” para negociar subidas salariales entorno al 2,5% y 3% en 2022, algo totalmente insuficiente mientras el salario real es cada vez menor para millones de hogares de clase trabajadora. Los sindicatos mayoritarios tienen que romper su subordinación al Gobierno que permite esta situación, llamando a asambleas en todos los centros de trabajo para preparar una gran huelga general en todo el Estado y un plan de lucha por estas y otras medidas, que enfrente el nuevo ataque a las condiciones de vida de la clase trabajadora.
La izquierda sindical, en particular la CGT, tiene una gran responsabilidad para intentar organizar la lucha y la movilización. La reciente propuesta hecha por el nuevo secretario general de CGT, Miguel Fadrique, en un artículo firmado junto a Víctor de la Fuente de Anticapitalistas, de luchar por la actualización automática de todos los salarios y pensiones en función del IPC, es una gran oportunidad para pasar de las palabras a los hechos. Hay que poner en marcha una gran campaña en todo el Estado que incorpore al conjunto de la clase trabajadora a esta lucha. Pero esta tarea solo puede llevarse a cabo apelando a las bases de CCOO y UGT que quieren luchar, como lo han demostrado los trabajadores del metal en Cádiz, Cantabria y otras regiones. Por ello es necesario romper todo sectarismo y rodear cada lucha de solidaridad activa, la dirija quien la dirija, imponiendo a las burocracias sindicales el frente único desde abajo por estas demandas.
2) Reparto de horas de trabajo para acabar con el paro y trabajar menos
Mientras millones de trabajadores y trabajadoras dejan su vida en el trabajo, incluso literalmente como hemos visto los últimos días con muertes en el lugar de trabajo por la ola de calor y la desidia capitalista, hay millones, especialmente entre la juventud, que ni siquiera tienen el derecho a ser explotados. Concretamente en el Estado español se trabajan 630 millones de horas a la semana y hay 23 millones de trabajadores y trabajadoras entre ocupados y desocupados. Por ello la CRT propone luchar por la reducir la jornada a 6 horas diarias con cinco días laborales a la semana, es decir treinta horas semanales, sin reducción salarial y con un salario mínimo de 1500 euros.
Esta propuesta que apunta a que trabajemos menos y trabajemos todos, garantizando nuestras condiciones de vida a costa de los beneficios de los capitalistas, y enfrentando al mismo tiempo la contrarreforma laboral de Yolanda Díaz y el Gobierno, para terminar definitivamente con la precariedad laboral, los contratos temporales, las externalizaciones y el trabajo en negro.
3) Control de precios y registros contables públicos
Las patronales realizan todo tipo de maniobras para justificar que no pueden subir los salarios o para aumentar sus precios. Para impedir la especulación sobre los precios que hacen grupos empresariales como los grandes supermercados y empresas alimenticias, la hostelería o la vivienda, es necesario imponer el control de precios mediante comités de trabajadores y consumidores sobre todas las cadenas de productos esenciales, desde la producción, distribución hasta la venta en grandes superficies.
Al mismo tiempo, hay que impedir que las grandes empresas camuflen sus costos y sus balances contables para preservar sus beneficios. Si los empresarios no quieren subir los salarios porque dicen que tienen pérdidas, entonces hay que exigir que sus balances contables sean públicos, así se demostrará que es la clase obrera la que está pagando las subidas de precios, mientras los patrones se siguen llenando los bolsillos. Esta es la única manera para conocer sus ganancias reales, así como las maniobras que puedan hacer para presentar números menores a sus verdaderos ingresos.
4) Nacionalización de los bancos, las eléctricas y las empresas de servicios públicos
Los bancos dirigen y controlan realmente toda la economía del país. La gran banca viene recibiendo hace años miles de millones de euros de rescates estatales que utilizan para seguir especulando y aumentando sus ganancias y engrosando la deuda pública. Solo de la crisis de 2008 la factura de estas ayudas asciende a los 60 mil millones. Para poner fin a esta estafa es necesaria la nacionalización del sistema bancario, con la expropiación de los bancos privados y la conformación de un banco público único, bajo gestión de sus trabajadoras y trabajadores. Así, se podría proteger a los pequeños y medianos ahorristas y canalizar el ahorro nacional hacia el crédito que permita desarrollar las actividades para responder a las más urgentes necesidades sociales y orientar la economía hacia el bienestar del conjunto de los trabajadores y el pueblo.
Cada año, cientos de miles de hogares ven interrumpido el servicio de luz, gas o agua. Si esto ya era así hace tiempo, solo puede recrudecer ante la nueva oleada inflacionaria. Y mientras las compañías eléctricas son las campeonas de los cortes de servicios, no paran de aumentar las ganancias en plena crisis. Son estas empresas que cotizan en el IBEX35 y cuyos consejos de administración cobijan a personajes como Felipe González y tantos ex ministros y políticos capitalistas, las que tienen que pagar los costos, no el pueblo trabajador. Por eso es necesario luchar por la nacionalización sin indemnización de las grandes compañías eléctricas y de servicios públicos, bajo control, administración y gestión de trabajadores y control de los usuarios populares. De este modo se podría acceder a tarifas bajas o gratuitas para quienes no pueden pagarlas. Los servicios públicos son un derecho esencial cuya provisión no puede estar guiada por la lógica del lucro capitalista.
5) Detener la maquinaria de guerra: “abajo las armas, arriba los salarios”
La razón de fondo del empobrecimiento acelerado que nos están imponiendo a la clase trabajadora y los pueblos del mundo reside en la escalada imperialista y las perspectivas de más crisis y nuevas guerras, como la que representa la hoja de ruta aprobada en la reciente cumbre de la OTAN en Madrid.
No podemos quedarnos mirando desde la barrera ante esta situación o limitarnos a luchar solo por la preservación de nuestros salarios. Las organizaciones obreras deben ponerse a la cabeza de enfrentar la maquinaria de guerra e impulsar una movilización independiente contra los planes de rearme, los envíos de armas y de tropas a misiones en el extranjero, la guerra económica de las sanciones y las reaccionarias políticas de extranjería. Solo la lucha independiente de la clase trabajadora en todos los países, contra nuestros respectivos gobiernos, podrá detener esta escalada militarista que promete una degradación histórica de nuestras condiciones de vida. Como gritaban hace poco las manifestaciones obreras contra la guerra en Italia: “Abajo las armas, arriba los salarios”.