Perfil del Tano de San Justo, tal como era conocido en el oeste ese guitarrista talentoso y versátil que tocaba canciones de Steve Vai sin imaginar que, décadas más tarde éste lo convocaría para talonearlo en el Luna Park.
Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola
Lunes 5 de junio de 2023 11:00
Todo comenzó en los años 70 en un sótano de San Justo, el corazón de La Matanza. Ahí, Claudio Marciello bajaba después de “mirar por TV a Oscar Alemán y Cacho Tirao, o de pispiarle los dedos de la mano izquierda al guitarrista de alguna banda del barrio”, según recuerda. Y se ponía a probar en una criolla. En el medio, también se entreveraba el rock argentino de la década a través de Pappo’s Blues y Pescado Rabioso. Su curiosidad fue infinita y le permitió no solo desarrollar versatilidad en el instrumento, sino también facilidad para la autodidáctica.
Poco a poco empezó a correr por el oeste del conurbano el nombre de ese pibe que se acercaba a las zapadas y la rompía: un tal Tano de San Justo. En 1978, al final de esa década, consigue una guitarra que le cambiaría la vida: la Ibanez CN250 negra que marcaría su estilo y su sonido. “La pegué cuando entró a Argentina la primera partida de Ibanez. Me decían: ¿’Iba qué? ¿Ibu Evanol?’, jaja. Nadie la conocía”. Con esa grabó una pila de discos legendarios hasta que poco tiempo atrás decidió regalársela para su cumpleaños a Melina, su hija y también baterista de CTM, su proyecto personal.
Antes de la historia gruesa con Almafuerte y como solista, Marciello ya había reportado a varios proyectos de la zona. La mayoría surgidos alrededor de la placita El Cañón de Ramos Mejía, sobre la frontera de San Justo, barro del rock pesado matancero que se remonta a El Reloj, pionero del género en Argentina.
El Tano integró Tronador, con quien llegó a grabar un casete en 1991, y El Expreso, “una banda bastante conocida en la zona, que se llamaba así porque tocábamos de todo: temas de Steve Vai, Santana y algunos míos; éramos nueve músicos y hasta había tumbadoras”. Ya en Almafuerte, zapó fugazmente algunos ensayos con Reino Sangriento, una especie de equipo de las estrellas de metal matancero con Karlos Cuadrado, Willy Caballero y Beto Ceriotti.
Pero su primera grabación fue como jugador franquicia en una leyenda: el tecladista Luis Valenti y el baterista Locomotora Espósito lo convocan en 1989 para una reformación de El Reloj que dejó como registro la canción “Como un animal”, compuesta por Claudio Marciello.
Para todos esos músicos del oeste había otro punto de encuentro: la casa del Loco Boogie en Lomas del Mirador. A Norberto Galvano le habían puesto ese apodo porque arreglaba equipos y era común que todos se cruzaran. “Todo terminaba siendo una especie de tacada en la que nos encontrábamos, charlábamos, nos enterábamos lo que hacía el otro, y así se fue armando todo eso”, recordó el Tano. Ahí es donde conoció, por ejemplo, a Ricardo Iorio.
Sin embargo, la chispa entre ambos se encendió tiempo después, cuando coincidían en radios del conurbano para difundir sus bandas. Era el pleno auge de Hermética y Marciello llevaba el casete de Tronador (“Estallido en la noche”), que Iorio pedía especialmente que pasaran. Incluso Ricardo convence a sus compañeros de la H de convocar a la banda del Tano para que los teloneara en un show, tal como sucedió en Migueletes, partido de San Martín.
“Finalmente, a fines de 1994 me llama por teléfono para juntarnos a tocar”, dijo el Tano. “En ese momento él venía con Hermética, así que pensé que quería que me sumara a ellos, o algo así. Pero me cuenta que se separaron, y entonces quería armar algo nuevo”, recordó. “Cuando nos juntamos a zapar, me muestra muchos temas a los que yo le metía solos y arreglos. La primera canción que compuse para lo que sería Almafuerte fue ‘Zamba de Resurrección’”.
En 1995 salió Mundo guanaco y un año después Del entorno, binomio frenético y picante. Especialmente el segundo, al decir del Tano: “Fue el más ‘sacachispas’ de todos; lo hicimos con mucha gira y mucha locura, limando en las pruebas de sonido los pedazos que iban saliendo con las criollas en los micros”.
Con todas sus formaciones posibles (básicamente el eje Iorio-Marciello más la posterior incorporación de Beto Ceriotti al bajo y la sucesión de los bateristas Claudio Cardaci, Walter Martínez y Bin Valencia), el Tano y Almafuerte grabaron ocho discos de estudio bajo el ala creativa de Almafuerte. El último de ellos fue Trillando la fina, en un ya lejano 2012.
Ricardo llevó al Tano también a proyectos por fuera de Almafuerte, aunque con sus músicos y su misma sonoridad. Como los discos solistas de Iorio. O Peso Argento, empresa liderada por el cantante y Flavio Ciancarulo, aunque apuntalada desde lo musical por Claudio Marciello. “Fue una cosa de embale y de onda. Empecé yo con algunos temas como “Allá en Tilcara” o “De mandinga y remolinos”; después un día Flavio llegó al estudio con ganas de hacer una versión de “Mal bicho” de los Cadillacs… y así se fue armando todo. La experiencia fue buenísima porque exploté una cualidad mía hasta entonces poco usada, que era la de hacer folclore”.
Cuando dice “esto” no se refiere a la etiqueta “heavy metal” que le llegó más por añadidura que por insistencia propia. “Prefiero hablar de ‘rock pesado’”, aclara. “Uno incorpora canciones, sonidos y muchas cosas que luego se ven en la obra. Me siento un tipo inquieto que necesita generar cosas y estar en contacto con músicos. El mío es un mundo de coparticipación constante porque soy un guitarrista que trabaja en función de la música”, reconoce el Tano. Y tiene como ejemplo sus seis discos solistas desde Puesto en marcha, de 2001, hasta Crudamente, de la prepandemia.
“Me gustan las canciones de bandas, no las instrumentales para la guitarra. La muestra es que los solos, que parecieran ser lo más importante, no los premedito. Al contrario: improviso el mismo día de la grabación. Por eso es bastante normal que queden los temas que hice en la primera toma. Así fue como aprendí a tocar la guitarra, no tanto aprendiendo sino espiando. Más de bicho que de otra cosa”.