De acuerdo al resultado dado por el CNE a la medianoche en su primer boletín, el oficialista PSUV de Maduro ganó 20 de las 23 gobernaciones, además de la alcaldía de la capital Caracas, con una alta abstención cercana al 60%. Aún no se han contabilizado la cantidad de alcaldías en todo el país. ¿Cómo es posible que un gobierno vaciado de apoyo popular gane casi todas las gobernaciones y cómo se evidenció la crisis de la oposición? Aquí una primera lectura al filo del anuncio de los resultados.
Lunes 22 de noviembre de 2021 18:39
Fotografía EFE/ RAYNER PEÑA R
Las regionales y municipales del 21 de noviembre fueron las primeras elecciones en 4 años en las que participaron la mayoría de las fuerzas opositoras, que llamaron a no avalar los anteriores comicios. Una elección que contó esta vez con la observación de varios entes internacionales, entre ellos las Naciones Unidas y la Unión Europea, y se produjo después de un acuerdo entre gobierno y oposición en la renovación de los rectores del CNE (tres del chavismo y dos vinculados a la oposición).
Primero la abstención. La participación electoral ha venido siendo baja en Venezuela en los últimos cinco años, o más precisamente, la última que contó con una alta participación fueron las legislativas del 2015. En las presidenciales del 2018, donde Maduro concurrió prácticamente solo o con oponentes difícil de hacerle frente, y con la ausencia del grueso de los partidos de la oposición, la participación fue de un 46%*, pero Maduro recibiendo el 30% del censo electoral. En las elecciones legislativas del 2020, donde también la oposición no se presentó, fue de un 30% la participación, el chavismo obteniendo un aproximado de un 20% del censo, y en estas a gobernadores y municipales fue de un 41.80% obteniendo el chavismo alrededor del 19% del padrón electoral.
En estas elecciones del domingo, de ese 41,80% de participación, que representa alrededor de 8 millones de votantes, el PSUV obtiene de acuerdo al boletín oficial de anoche 3.719.673 votos (45,7%), mientras que todos los que le votaron en contra suman 4.429.137 (54,3%). En otras palabras, el gobierno se proclama ganador y que arrasó con 3 millones setecientos mil votos frente a un padrón electoral de casi 20 millones de personas, es decir, un 19% del padrón electoral, de acuerdo a lo anunciado en el último boletín. Se trata, junto a las últimas legislativas, las ganancias más pírricas del oficialismo en toda su historia, y reflejando ese vacío de apoyo popular. Casi todas las encuestas registran que el 80% de la población rechaza al gobierno de Maduro, quien incluso, a diferencia de las elecciones anteriores no se metió a la campaña, en un cálculo seguro que ahuyentaba los votos de los candidatos del PSUV.
Una abstención de casi el 60% y un 19% de apoyo electoral al gobierno, en los que hay que incluir la miserable coacción que al chavismo gobernante ha naturalizado hacia las trabajadoras y trabajadores del sector estatal de la economía y los sectores populares. Una vez más, grupos de Whastapp y Telegram en ministerios, institutos y empresas públicas, donde coordinadores, supervisores o directamente los jefes pedían a los trabajadores reportarse cuando hubiesen ejercido el voto. Una vez más miembros de los consejos comunales y de los CLAP llamando directamente a la puerta de los vecinos en los sectores populares para recodarles que es importante votar… “por lo de la bolsa del CLAP”. Es difícil cuantificar objetivamente la porción de ese 41,8% de participación –y dentro de eso, del casi 20% de apoyo al gobierno– que es obligada por la miserable coacción con el puesto de trabajo o la bolsa de comida, pero los testimonios abundan, y con toda seguridad suman varias decenas de miles de personas.
Una realidad a la que se le suma las cada vez más dificultades del mecanismo para votar nulo. Desde hace varios años atrás, el Gobierno se encargó de poner más trabas a esta opción, que en determinado momento empezaba a ser usada como alternativa por un incipiente sector del electorado. En esta ocasión, el sistema estuvo diseñado para “entubar” el voto, para dificultar la posibilidad elegir diferentes opciones políticas en los diferentes cargos, y para hacer casi inteligible la manera de ejercer un voto nulo.
También estuvo precedido este evento electoral de las proscripciones de candidatos y la intervención e ilegalización de varias organizaciones, siendo los más afectados por esto organizaciones del chavismo disidentes del gobierno o ubicadas a izquierda de este.
En este contexto general, entra también la crisis de los más importantes partidos de la oposición, o del llamado G-4. Estos mostraron el rostro de su crisis, quienes ya llegaron incluso divididos en unas elecciones en las que había acordado participar, pero no se presentaron unificadamente. Pareciera insólito que ante un gobierno tan repudiado y con una profunda crisis social que se sigue descargando contra el pueblo este sector obtuviera tal resultado. Lo obtenido no lo explica solamente las ventajas con las que juega el gobierno y sus políticas proscriptivas, sino la profunda crisis de la oposición de derecha, el descrédito entre su propio sector que incluso tradicionalmente lo ha venido votando y al fracaso del conjunto de sus políticas que han venido intentando, incluyendo el sacar vía la fuerza con tentativas golpistas como las del año 2019 alentadas por Donald Trump. Siendo que era un sector que apareció como la única otra fuerza en la escena nacional con cierto peso, quedando en una situación de suma crisis, y es lo que se evidenció en este domingo, donde incluso, retrocede en cantidad de gobernaciones.
El gobierno podrá cantar triunfo frente una oposición maltrecha y buscar presentarse con una gran legitimidad, con lo acontecido en estas elecciones. Pero lejos está de ello, situación reflejada en el propio resultado electoral como en lo que ya venían diciendo las encuestas, y que marca que los votos duros del chavismo con los que aún contaba Maduro siguen bajando.
Lo que explica de fondo de todo esto son las calamidades del pueblo trabajador no han hecho más que acentuarse, desde la salud, la educación, la alimentación, los servicios más esenciales como el agua, electricidad, combustible, comunicación, la vivienda, el transporte, la cultura, etc. No hay país del mundo donde el salario mínimo se haya destruido tanto oficialmente, llegando a niveles inexistentes de menos de dos dólares mensuales.
De allí que estos resultados, más allá de que el gobierno se presente ganador con la mayoría de las gobernaciones, estos votos obtenidos tanto por el propio gobierno como por los partidos de la oposición como los del G-4, es la combinación del descrédito de los mismos, con el hecho que los amplios sectores del pueblo trabajador viven en la faena diaria de cómo conseguir su sustento, ante tanta pobreza generaliza e ingresos salariales destruidos. En la mayoría del pueblo no hay hubo ninguna esperanza de que mediante esas elecciones pudieran lograr mejoras en su situación ni incidir en los cambios políticos que aspira.
En la declaración política de la LTS se detalla cómo el Gobierno ha venido recurriendo a políticas de proscripción y de birlar la voluntad expresada en los propios votos de su sistema electoral, proscribiendo partidos y legalizando a los que le conviene, impidiendo la asunción de alcaldes o gobernadores que han resultado ganadores, llegando a imponer poderes paralelos “plenipotenciarios” como la Constituyente funcional a los intereses de las camarillas gobernantes, o los llamados “protectores” paralelos a gobernadores y alcaldes opositores, además de realizar elecciones a su medida.
Si para estas elecciones fue constituyendo un esquema electoral funcional tanto al oficialismo como a la oposición, Maduro buscó asegurarse tanto en su propio partido, el PSUV, como en otras fuerzas políticas a su izquierda, que nada le perjudicara, obstaculizando o bloqueando candidatos y hasta partidos. Lo hizo tanto hacia lo interno de su propio partido, el PSUV, donde impuso candidatos que fueron derrotados en unas falsas internas, e incluso varios que ¡ni siquiera habían sido pre-candidatos en las primarias!, en detrimento de los que habían ganado.
Cuestión incluso que se reflejó con una serie de graves incidentes como la ocurrida durante la jornada electoral en el municipio Jesús María Semprum del estado Zulia. Allí sectores vinculados al oficialismo, con la complicidad de militares y hasta del propio CNE municipal atropellaron el propio proceso en detrimento de los partidos que no le eran a fin como el caso de la APR –que se presenta en la tarjeta del PCV– y otras plataformas políticas. Trascendió que la GNB permitió la actuación represiva de la Policía Municipal, dependiente de la Alcaldía, quienes realizaron disparos y lanzaron bombas lacrimógenas, dispersando a la población que estaba en cola para ejercer su derecho al voto. Así como también situaciones ocurridas en el municipio San Francisco del estado Zulia, con una persona muerta y heridos.
Lo que sí es claro que el gobierno, con sus votaciones pírricas, redobla su control de casi todos los poderes del Estado, con el apoyo y participación directa de las Fuerzas Armadas en el propio poder. Pero se sigue asentando sobre una catástrofe económica y una población fuertemente golpeada por la crisis, lo que marca su debilidad estructural. Pero continúa avanzando en el control férreo de la situación en su conjunto, pero no porque goce de algún tipo de apoyo popular como lo hemos dicho y lo refleja el resultado electoral del domingo, sino por la correlación política que ha impuesto con el mayor control político, con su autoritarismo y represión mediante.
Más allá de las elecciones del domingo, la situación plantea nuevos desafíos para los trabajadores y el conjunto de los sectores explotados, que tendrán que buscar las formas de resistencia a las políticas en curso del Gobierno de Maduro, que cuenta con acuerdos cada vez más explícitos del grueso de la clase capitalista local y la derecha que ha aceptado convivir en los marcos del régimen político actual.
*Este porcentaje puede considerarse como normal en otros países, pero no en Venezuela, donde el voto no siendo obligatorio los porcentajes de participación son altos, más aún en las presidenciales. En las del 2012, 2013 y 2016 se promedió una participación de 78%