La diputada oficialista había dicho que pediría el juicio político contra el ministro de Justicia. Éste presentó su renuncia pero el presidente lo ratificó en su cargo.
Jueves 4 de octubre de 2018
Elisa Carrió agregó más leña al fuego de las crisis internas que sacuden a la coalición oficialista Cambiemos. Este jueves volvió a insistir con el pedido de juicio político contra el ministro de Justicia Germán Garavano. Por la noche se conoció que el titular de la cartera, ante estas críticas, había presentado su renuncia ante el presidente Macri, pero fue ratificado.
El miércoles, en una entrevista radial, Garavano había afirmado que "nunca es bueno para un país que un expresidente esté detenido o se pida su detención”.
Las declaraciones detonaron la inmediata y virulenta respuesta de la diputada nacional, que las calificó como “una vergüenza” y adelantó el pedido de juicio político.
Durante este jueves Garavano intentó poner paños fríos, afirmando que había “hablado en abstracto”. Sin embargo, Carrió redobló la apuesta y pidió, en una carta pública al presidente “no volver al pasado”.
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El cruce entre Carrió y Garavano tuvo como marco de fondo un fallo judicial que pareció hecho para atizar el fuego. La Cámara de Casación Penal decidió absolver al ex presidente Carlos Menem en la causa que investigaba el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. La “razón” esgrimida por el tribunal fue el incumplimiento del "principio del plazo razonable" para arribar a una condena firme. Se entiende. La causa se inició en 1995.
Carrió, obviamente, volvió a protestar y pedir juicio político.
La política y la justicia impidieron una condena en plazos cortos. Hoy la misma política y la misma justicia impidieron el cumplimiento de la condena. Usan argumentos garantistas incompatibles con lo normado por el artículo 36 de la Constitución Nacional.
— Elisa Lilita Carrió (@elisacarrio) 4 de octubre de 2018
El discurso anticorrupción y la realidad
En su fundación, Elisa Carrió le aportó a Cambiemos un perfil anticorrupción que el resto de los integrantes de la coalición electoral no podían conseguir por sí mismos. Ni los CEO que provenían del mundo empresarial ni el radicalismo podían mostrar plenamente credenciales de “transparencia”.
Durante los casi 3 años de la gestión macrista, la titular de la CC se encargó de cubrir con ese perfil las denuncias de corrupción e irregularidades que rápidamente empezaron a salpicar a la gestión cambiemita.
Los llamados “conflictos de interés” alcanzaron a gran parte del gabinete: apellidos como Aranguren, Dujovne o Caputo se convirtieron en sinónimos de negociados con el Estado aprovechando el lugar obtenido en el gobierno. No viene mal recordar que Carrió guardó un marcado silencio ante escándalos como el que sacudió a la familia presidencial por el acuerdo con el Correo Argentino.
La diputada oficialista funcionó en estos años como un reaseguro “republicano” ante los escándalos que se iban sucediendo. El último, sobre el que Carrió guardó prudente silencio, fue el de los aportantes truchos a las campañas oficialistas en la provincia de Buenos Aires, en 2015 y 2017.
La crisis económica en curso golpea la imagen de Cambiemos. El ajuste que sufren las mayorías trabajadoras despierta un creciente descontento que se potencia con las denuncias de corrupción. En ese contexto, el circo montado por el llamado Partido Judicial intenta imponer otra agenda, ajena al crecimiento de la pobreza y la desocupación.
El #CuadernoGate, impulsado activamente por la gran corporación mediática, un sector del Poder Judicial y parte importante del oficialismo, se presentó como un intento de avanzar en una agenda de “regeneración institucional”. Sin embargo, el desarrollo posterior mostró múltiples límites. La promesa inicial, por ahora, defrauda.
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Posiblemente haya que leer la reciente reaparición de Carrió en este marco. Su discurso disruptivo, que genera crisis dentro de la coalición gobernante, buscar seguir conteniendo a sectores disconformes dentro del espacio de esa coalición. La diputada oficialista se presenta como la “conciencia crítica” del oficialismo.
Con un ojo puesto en 2019
La tensión de estos días también está relacionada con el camino abierto hacia las elecciones de 2019. La política de Carrió, de perfilar un mayor discurso republicano, se choca con el interés –mucho más terrenal- del macrismo duranbarbista.
Las declaraciones de Garavano expresan lo que es un secreto a voces dentro del oficialismo. Cambiemos necesita volver a reeditar el “milagro electoral” de polarizar con el kirchnerismo. Apuesta, como ya lo hizo en el 2015 y en el 2017, a antagonizar con el anterior oficialismo.
Sin embargo, en un marco de crisis económica y social creciente, nada le garantiza al oficialismo que esa fórmula repita en éxito. La recesión provocada por la política oficial en acuerdo con el FMI, el crecimiento de los despidos y de la pobreza, pueden empujar el crecimiento de un sentimiento de oposición hacia el oficialismo. En ese marco, las tensiones entre Carrió y Garavano suman crisis dentro de la crisis.
Por el momento, la gran ventaja del oficialismo sigue radicando en la gobernabilidad que le otorga el peronismo en el terreno parlamentario y con el control de las calles. Diputados y senadores peronistas, junto a la conducción burocrática de los sindicatos vienen permitiendo que avance el ajuste sobre las condiciones de vida del pueblo trabajador.