×
×
Red Internacional
lid bot

ADÓNDE VA LA ECONOMÍA ARGENTINA. Crisis transicional del neodesarrollismo en Argentina

El país se encuentra inmerso en la etapa en que el proyecto neodesarrollista en Argentina enfrenta abiertamente sus límites.

Miércoles 1ro de octubre de 2014

Luego de un primer lustro de conformación y consolidación (2002-2007), y un quinquenio de estancamiento e inestabilidad (2008-2012), el proyecto de país surgido de las entrañas del neoliberalismo comienza su crisis transicional.

En su primera etapa consolidó los rasgos más perniciosos del proyecto neoliberal que lo antecedió y logró articular un bloque en el poder con cierta capacidad hegemónica.

Luego de pulverizar el salario y desvalorizar el conjunto del capital local, los sectores dominantes -grandes capitales de tendencia transnacional- consiguieron reimpulsar la valorización y acumulación a un ritmo inédito en la historia del país. Con una tasa de ganancia mayor aún que la de los años noventa, el proyecto capitalista “en serio” recuperó parte de su legitimidad social apoyándose en el crecimiento del empleo, la reducción limitada de la precariedad laboral y una recuperación parcial y fragmentada de los ingresos de trabajadores y trabajadoras. Esa recuperación relativa de las condiciones materiales de reproducción de la fuerza de trabajo fue acompañada de la consolidación de la herencia neoliberal: (a) expansión del agronegocio y la megaminería, (b) fortalecimiento de la financiarización en el consumo, en la producción de alimentos y en el mercado inmobiliario, (c) solidificación de una estructura productiva concentrada, centralizada y dominada por grandes capitales de origen o tendencia transnacional, (d) superexplotación de la fuerza de trabajo y la naturaleza, y (e) relegitimación del capital financiero internacional a través de la renegociación de la deuda pública.

Este proyecto encontró con claridad a partir de 2008 barreras cada vez más difíciles de superar. El capitalismo argentino comenzó a enfrentar sus límites por una combinación de restricciones estructurales y una “sucesión de eventos desafortunados”, que no eran más que manifestaciones contingentes de un proyecto societal que remite -como siempre- a una estrategia de desarrollo de capitalismo periférico posible. La crisis en el capitalismo central, “erróneas” políticas en sectores estratégicos (entre otros, deuda pública, energía, transporte) y la negativa a enfrentar la herencia neoliberal multiplicaron las vulnerabilidades del proyecto de desarrollo.

Por un lado, el proyecto hegemónico choca con barreras (inflación creciente, dificultades ampliadas para el financiamiento del Estado, caída en la competitividad general del capital) que se transforman en límites: (a) imposibilidad de desarrollar un proyecto industrializador (aun dentro de límites capitalistas), (b) estancamiento en la redistribución del ingreso, y (c) incapacidad de superar la precarización extendida de la vida y el trabajo. Por otro lado, el kirchnerismo encarna un proyecto político sin radicalidad que se apoya en las prácticas históricas del clientelismo, la tentativa de conciliación de clases y la profesionalización e institucionalización de la política. Desde allí se muestra incapaz de trascender la inmediatez de la coyuntura y sólo busca canalizar las contradicciones socio-políticas a través de medidas que carecen de capacidad para trascender los límites del capitalismo periférico. Por eso, aún acciones potencialmente favorables a un proyecto emancipador como la re-estatización de YPF o del sistema de previsión social, se ven limitadas al ser sólo intentos de solución parcial a la creciente crisis externa o la crisis de las finanzas públicas, respectivamente. Las restricciones estructurales se reproducen a escala ampliada y la crisis sistémica continúa acercándose.

La etapa que atravesamos hoy día da cuenta de la fragilidad del proyecto neodesarrollista, que debe superarse dialécticamente o enfrentar una nueva crisis orgánica. La decisión política del bloque dominante de evitar la superación de los límites del capitalismo periférico, se expresan hoy como una nueva crisis de valorización y acumulación con potenciales efectos expansivos (como crisis externa, crisis fiscal, crisis laboral, crisis de hegemonía). La alternativa de la superación dialéctica (encarnada en el kirchnerismo como actor político) comienza a manifestarse en una crisis transicional que acelera el ajuste macroeconómico. Por la vía de la devaluación del tipo de cambio, de la suba en las tasas de interés y de la caída en el gasto público real, de la desvalorización salarial y el fin del capitalismo consensual, el kirchnerismo elige el camino de la radicalización del neodesarrollismo en tanto programa de intensificación capitalista. La crisis orgánica, como alternativa, parece ser la opción que favorecen algunas fracciones del capital concentrado que han perdido la fe en la capacidad de la fuerza política en el gobierno para canalizar y contener productivamente (para el capital) las contradicciones planteadas por un movimiento popular con capacidad de resistencia probada. Ese sendero conduce a exacerbar la tendencia represiva y aguzar la crisis económica como marco para conducir a un programa de gobierno del capital sin fisuras.

La alternativa popular a las opciones sistémicas del campo hegemónico está en desarrollo. Se construyen en una cadena de luchas defensivas en el campo de la producción y el territorio, apoyadas en la voluntad del pueblo de no ceder en sus demandas y derechos adquiridos. Con dificultades comienza a construirse una articulación de resistencia al avance del capital en su crisis transicional.