A partir de la polémica en torno a la charla de sexualidad impartida en un Colegio de Arica , se vuelve a poner al centro la urgencia y necesidad de la Educación Sexual Integral. Es necesario generar espacios en los lugares de estudio para discutir y elaborar entre estudiantes, profesores y trabajadores de la educación, un plan de educación sexual integral.
Domingo 24 de marzo
Esta semana, los medios de comunicación hicieron eco de la denuncia de un grupo de padres de una escuela de Arica cuyos hijos de quinto básico recibieron una charla sobre sexualidad que según los padres tenía contenidos inapropiados, para su etapa de desarrollo, la cual no fue discutida previamente con la comunidad escolar.
Aunque algunos sectores más conservadores como la iglesia y la derecha toman este tipo de situaciones para fundamentar su posición en contra de la Educación Sexual, este hecho nos debe empujar a pensar y discutir con mayor razón ¿Cuál es la Educación Sexual Integral que necesitamos? porque aunque no les guste, la sexualidad es parte de nuestras vidas.
La solución jamás será negarles a NNA esta información, esta posición viola sus derechos y tiene consecuencias adversas, tanto en su desarrollo individual, como para la salud pública de la población general. Sumado a que el vacío que deja la no implementación de la ley se llenará de otras formas, que no serán las más adecuadas. En la televisión y en la literatura muchas veces se habla de sexo, el problema es que en general se usan muchos prejuicios: el sexo relacionado con tener hijos, la heteronorma, los prejuicios religiosos.
Desde el año 2010 en Chile está estipulado el derecho a Educación Sexual desde la enseñanza media, según la Ley 20.418. Esta ley hace obligatoria la Educación Sexual a través de un abanico de programas, laicos y religiosos, donde las escuelas, es decir, sus sostenedores o directores, son quienes definen según sus valores el cómo implementarla. Pese a lo anterior, esta ley no se implementa en todos los establecimientos. Y, de implementarse, la obligatoriedad solo contempla aspectos de salud y reproducción, totalmente insuficiente, considerando que Chile tiene las mayores tasas de nuevos casos de VIH en América Latina, con alzas en las ETS en la población de entre 15 y 25 años reportadas por el MINSAL. Sumado a lo anterior, esta ley no especifica diferencias de desarrollo biológico, psicológico y sexual entre grupos etáreos.
Su insuficiente o nula implementación en los establecimientos no es casualidad, la ideología de las iglesias católicas y evangélicas se ha profundizado junto con el negocio de la educación desde colegios, institutos y universidades dependiente de estas instituciones.
Actualmente en Chile no existe un plan real de Educación Sexual Integral, es una demanda del gobierno de Gabriel Boric que está en deuda y que dejó de ser una prioridad en su agenda legislativa.
La ESI, a diferencia de lo que plantean los conservadores, es una herramienta necesaria para que las infancias y adolescencias puedan conocer su cuerpo, valorar la autoestima y afectividad, reconocer la perspectiva de género y respetar la diversidad. Así también, prevenir embarazos adolescentes, infecciones de transmisión sexual, crímenes de odio y tomar decisiones responsables en nuestras relaciones sexo-afectivas. Negar la ESI, es negar la posibilidad de una educación pública que dé herramientas para reconocer el abuso y la violencia machista a estudiantes de diversas edades.
¿Cuál es la Educación Sexual Integral que necesitamos?
Así, queda en evidencia los distintos nudos críticos que posicionan a la educación en sexualidad como un desafío pendiente en nuestro sistema educativo, pero no en términos conservadores y mercantiles. Por esto, nace una necesidad de luchar por el derecho a la educación sexual integral, desde la formación inicial de las y los estudiantes, abarcando puntos reproductivos, como también de auto-cuidado, prevención de violencia de género y diversidad sexual, desde una perspectiva laica, no heteronormada y no sexista.
Necesitamos un plan de Educación Sexual Integral sin la intromisión de las iglesias, y con perspectiva de género. Para eso tenemos que exigir la separación efectiva de la Iglesia y del Estado. Un plan financiado 100% de manera estatal en los establecimientos de salud y educación, garantizando así capacitaciones para todos sus trabajadores, reestructuración de las mallas de pedagogía y de salud, e inyecciones para infraestructura e insumos necesarios, como centros médicos y dispensadores de anticonceptivos gratuitos y de calidad en escuelas y liceos.
Este plan, requiere de la participación de docentes, estudiantes y familias en la elaboración de los contenidos pedagógicos, con objetivos acordes a las diferentes edades y desarrollo de estudiantes, y a las familias, y sin injerencia religiosa, junto a especialistas en género y sexualidades, las organizaciones de mujeres y disidencias, los centros de estudiantes y los sindicatos docentes. Realizando asambleas y reuniones periódicas para garantizar el cumplimiento e implementación de la ESI y para debatir y deliberar según las dudas y problemáticas de las propias comunidades.