La decisión de Nación de diferir las segundas dosis de las vacunas al menos por tres meses generó preocupación e incertidumbre. ¿Cuáles son las posibles consecuencias? ¿Existe evidencia científica que fundamente esta decisión? ¿No se puede hacer nada más que diferir las dosis para vacunar a más personas?
Viernes 26 de marzo de 2021 22:01
Carla Vizzoti junto a los ministros de Salud de todo el país acordaron en el día de hoy diferir las segundas dosis de las vacunas para covid-19. Dicen que la medida se basa en las recomendaciones de la Comisión Nacional de Inmunizaciones, la cual avaló “priorizar la aplicación de la primera dosis a la mayor cantidad de personas posibles con el objetivo de minimizar la mortalidad, y diferir tres meses la segunda dosis”.
El principal argumento es vacunar a más personas con las primeras dosis y que de esta manera tengan algún nivel de protección frente a la enfermedad. Sin embargo también se sugiere “tener en cuenta el carácter dinámico de los conocimientos en torno a las vacunas, en este caso los intervalos entre dosis, que ahora son más amplios y su evaluación permanente.”
Esto deja muchos interrogantes respecto de la evidencia científica que fundamenta la decisión. Por un lado, porque la medida aplica a todas las vacunas que actualmente se utilizan en el país (Sputnik V, Covishiel y Sinopharm), pero no todas las vacunas son iguales, tanto por su acción como por el tiempo de intervalos de su aplicación.
La vacuna Covishield tiene un intervalo máximo entre dosis de hasta 3 meses, según el mismo informe hecho por el Ministerio de Salud de la Nación. Hasta la fecha se conocen los tiempos mínimos de la aplicación de la segunda dosis de la Sputnik V (21 días) y de la Sinopharm (de 21 a 28 días), pero se desconocen los plazos máximos en que se pierde la inmunidad.
Sin embargo, según estipula el comunicado del Ministerio de Salud, las vacunas se diferirán a partir de los tres meses sin establecer de forma clara un tiempo de máxima entre una y otra dosis: “Después de los 3 meses de la primera dosis, se sugiere la aplicación de la segunda dosis en forma escalonada priorizando de manera secuencial la población de mayor riesgo de enfermedad grave (mayores de 60 y personas entre 18 y 59 años con factores de riesgo) para completar esquema.”
¿Cuánto tiempo se estima que puede pasar en este escalonamiento? El comunicado no lo aclara.
En el contexto de escasez de vacunas debido a los derechos de propiedad intelectual y a las patentes usufructuadas por un pequeño puñado de laboratorios, la posibilidad respecto de demorar las segundas dosis se viene problematizando entre especialistas de todo el mundo.
Las preocupaciones en torno a demorar la segunda dosis están relacionadas con distintos aspectos de la pandemia. En primer lugar no se sabe con seguridad cuánto dura la inmunidad generada por las vacunas, por lo que un primer interrogante importante es sobre la posibilidad de que las personas que reciban una sola dosis volvieran a ser vulnerables frente al virus si se demora demasiado la segunda.
En segundo lugar, existe la posibilidad de que algunas personas vacunadas contraigan la enfermedad, y nuevas variantes con capacidad de eludir el sistema inmune agregan su cuota de incertidumbre. Respecto a esto muchos especialistas ven con preocupación que la demora en la segunda dosis y la falta de políticas para controlar los contagios sean un caldo de cultivo ideal para la aparición de variantes resistentes a las vacunas.
Por último la evidencia que parece respaldar el argumento favorable a demorar las segundas dosis se basa en análisis exploratorios, es decir las conclusiones se obtienen a partir de los datos disponibles, pero no de un estudio diseñado para comprobar que efectivamente sirve la inmunidad dada por una sola dosis. En otras palabras, los resultados podrían estar influidos por otros factores y no son concluyentes.
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Los riesgos de demorar la segunda dosis no se encuentran entre los considerandos del gobierno. ¿Es que no se puede hacer nada más que diferir las dosis para vacunar a más personas?
En los últimos días se vienen expresando voces que plantean que sí se puede hacer más para tener vacunas. Un grupo de organizaciones de profesionales y trabajadores de la salud, encabezado por la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (FeSProSa) le envió una carta al presidente para solicitar que se produzcan vacunas en el país.
En Argentina ya se produce el principio activo de la vacuna de Oxford/AstraZeneca en la planta de de la empresa mAbxience de Hugo Sigman, pero el producto es exportado a México para su envasamiento y finalización. Los firmantes de la carta piden “suspender las remesas hasta que no comience la entrega desde dicho país de manera regular y suficiente de las vacunas envasadas” y reclaman que se “autorice bajo el régimen de emergencia a los laboratorios públicos y privados a envasar la vacuna producida por mAbxience, proveyendo la asistencia técnica y financiera necesaria”.